En esta nueva entrega, Romero sigue apostando por aquello que le dió la fama y que se ha convertido en el eje central de casi toda su filmografía: los muertos vivientes. En esta ocasión, la historia se centra en un grupo de jóvenes estudiantes de cine que se encuentran rodando una película de terror, y pronto descubrirán que los muertos han empezado a cobrar vida. A bordo de una furgoneta, recorrerán las carreteras de Pensilvania en busca de algún lugar seguro, mientras uno de ellos se propone grabar todo lo que les acontence, sin dejar de filmar ni un sólo minuto, para así dejar un documento único para la posteridad...
Esta vez Romero opta por innovar ligeramente, adaptándose a los tiempos que corren, en un intento de sobreponerse al varapalo de crítica que sufrió con La Tierra de los Muertos Vivientes. En primer lugar, asistimos a un film que se viste como unmockumentary más ( o falso documental en la línea de Monstruoso o REC...), con varios aspectos a camino entre el cine independiente y la más pura y dura serie B. Y el caso es que, hasta cierto punto, la jugada le sale bien. Los tiempos han cambiado, la tecnología ha avanzado a pasos agigantados, y Romero se muestra hábil introduciéndola en la historia casi como un personaje más: los chicos protagonistas van filmando todo a su alrededor, y se sirven no sólo de su camara digital, sino también de teléfonos móviles, cámaras de seguridad y cualquier útil que les ayude a plasmar el caos desatado.
Evidentemente, Romero pretende mostrar que hoy en día la universalidad de los acontencimientos y su distribución es tan sólo cuestión de tiempo. ¿El resultado? Buen intento, pero algo fallido debido a la poca credibilidad de lo filmado por ese grupo de personas, supuestamente con el agua al cuello en mitad de un apocalipsis zombie. Digamos que se nota de forma contundente la existencia de un guión pre-establecido y de una concienzuda planificación cuando, si hablamos de documentalización en vivo y en directo cámara en mano, todo debería haber sido más natural y menos forzado.
¿Original punto de vista? Sí, pero no para el mundo del cine, sino sólo para el subgénero zombie. Romero tan sólo traslada una nueva forma de entender el cine a su terreno, con mayor o menor acierto, pero con ese indiscutible toque personal que hace que todas sus películas contengan, en mayor o menor medida, veladas críticas contra aquello que el respetable director considera susceptible de criticar. En esta ocasión, vuelve a arremeter duramente contra el gobierno de los EE. UU, especialmente contra el Ejército, y en general y una vez más, contra toda la sociedad, aunque esta vez se detiene de forma específica en la manipulación de la verdad por parte de los medios de comunicación, a los que considera poco fiables y para nada comprometidos con la humanidad al mostrar información tergiversada y adornada a su antojo. Romero aboga por el uso de otras plataformas para difundir la realidad, especialmente centrándose en las posibilidades de Internet, un arma realmente poderosa a la hora de comunicar e informar.
Por otro lado, y centrándonos en aspectos técnicos, se echan de menos unos efectos especiales más creibles y de mayor calidad. Los efectos digitales y menos artesanales saltan a la vista y se nota demasido su artificialidad. No estaría nada mal que Romero confiara, para posibles y futuras incursiones en el género, en la experimentada mano del maestro Tom Savini, todo un experto a la hora de encargarse de estos aspectos en este tipo de films con una labor de maquillaje y FX encomiable. Lástima que últimamente se prodigue más actuando frente a la cámara y no creando muertos y heridas horribles tras de ella.
A los fans del género no defraudará en exceso, y para aquellos que se declaran fans de Romero y de todas y cada una de sus anteriores incursiones en el género, supondrá una mirada desde otra perspectiva al tema que Papá Zombie lleva 42 años exprimiendo. Y lo que le queda, porque parece que tiene cuerda y muertos vivientes para rato...