EL MATCH DEL SIGLOFISCHER - SPASSKY (1972)
El match del siglo Spassky-Fischer se inició antes de hacerse las primeras jugadas en Reykjavik, en 1972. Se libró una gran batalla sobre el lugar donde se iba a jugar. Spassky hizo la siguiente lista: 1. Reykjavik, 2. Amsterdam, 3. Dortmund, 4. París. <!-more-->
Edmundson y Fischer confeccionaron en Ámsterdam otra lista: 1. Belgrado, 2. Sarajevo, 3. Buenos Aires, 4. Montreal. Las dos listas eran completamente distintas. El presidente de la FIDE, Max Euwe, había decidido contentar a las dos partes decidiendo que doce partidas se jugasen en Reykjavik y otras doce en Belgrado. La revista “Time” publicó que esa solución era prestada del rey Salomón. No estaban contentos ni Spassky ni Fischer. La respuesta de Fischer a la organización de la FIDE era:
-No estoy contento, pero como se trata de una decisión del presidente de la FIDE, estoy dispuesto a aceptarla.
Pero a comienzos de abril de 1972, Fischer se negó inesperadamente a jugar bajo las condiciones del acuerdo de Ámsterdam. Empezó a negociar él mismo con los organizadores y después de volver a insistir en jugar en Belgrado, desistió. Quedó Islandia como el escenario del mayor match, pero Fischer pedía insistentemente un tercio de las entradas vendidas. La situación se salvó más tarde. Un mecenas inglés Jimmy Slater, había donado cincuenta mil libras.
Este gran match levantó tanta expectación que, además del propio juego, contó con decenas de sucesos y malentendidos; desde el 2 de julio, fecha prevista para el comienzo, hasta el 3 de septiembre, cuando Fischer fue proclamado nuevo campeón del mundo, el número once. El match fue seguido por el mayor número de periodistas en la historia de este tipo de encuentros, y además, el fondo para premios fue mayor que nunca, doscientos cincuenta mil dólares, al igual que los conflictos y la publicidad.
Con los dos protagonistas de Reykjavik me vinculaba una larga amistad y tengo que reconocer que, con frecuencia, me ocurrió, en esos sesenta y seis días, que aplaudía a los dos y que también me apenaba por ambos. Destacaré sólo algunas de las fechas más importantes de mi diario de Islandia.
La fiesta inaugural había empezado tranquilamente en una conocida sala de Reykjavik, el 1 de julio de 1972. Una orquesta estaba en el podio, esperando durante quince minutos para iniciar su actuación. Estaban sentados en la primera fila el campeón del mundo Spassky, los representantes de las embajadas estadounidense y soviética, el árbitro del match Schmid y los demás invitados. Oímos los discursos del presidente de la organización FIDE, de los representantes de las embajadas y del presidente de la Federación de Ajedrez de Islandia.
El presidente de la FIDE, Max Euwe, dio las gracias a los anfitriones por haber aceptado la organización de todo el match, porque Belgrado había desistido. Mencionó que no era fácil colaborar con Fischer, pero añadió que él luchaba por los derechos de todos los grandes maestros. En aquel momento todavía se creía que Fischer iba a llegar a la primera partida. Más de treinta periodistas estaban esperando en el aeropuerto, como todas las mañanas, pero Fischer no aparecía. Los americanos enviaron dos telegramas en su lugar, que ni siquiera llegaron a Islandia. En esos telegramas la Federación de Ajedrez de Estados Unidos había pedido que se aplazase la primera partida por la enfermedad de Fischer. El informe sobre esa enfermedad lo había firmado el Dr. Saidy, conocido ajedrecista americano.
Encontré a Boris Spassky a las diez, delante del hotel Saga. Estaba tranquilo, aunque sabía que Fischer no estaba y que no se iba a jugar la primera partida. Llegó Geller para llevarle a la ciudad en su coche. Comprendí que a Spassky le interesaba mucho jugar ese match. Quería jugar con Fischer y no demorar ese encuentro. Los periodistas estaban esperando el resultado de la reunión donde participaban los representantes de las federaciones de Islandia, URSS y EE.UU. Euwe dijo: “Señores, nos encontramos en una situación incómoda. Fischer no ha llegado. No sé qué vamos a hacer”.
Diez minutos después de terminar la reunión, pregunté a Euwe qué iba a ocurrir. Se encogió de hombros y dijo:
-El informe sobre la enfermedad de Fischer está firmado por el Dr. Saidy y, según el acuerdo, cada jugador tiene el derecho a aplazar tres partidas en total, si presenta un certificado médico.
Euwe añadió que los ajedrecistas soviéticos querían que se jugase ese duelo y no que terminase sin lucha.
También salió Kramer. Le pregunté qué es lo que pasaba con Fischer.
La federación informó que no podía venir por enfermedad y el médico de Fischer aquí, en Islandia, no se encontraba en Reykjavik. Se había ido de excursión con sus nietos.
-¿Y qué es lo que podría hacer el médico islandés si Fischer no está?
Las cosas se complicaban cada vez más y los organizadores ya no sabían qué hacer. Todos se encontraban ante una problema delicado y, como dijo Kramer, cabían dos posibilidades: retrasar la primera partida o sancionar a Fischer. Todavía era incierto lo que iban a hacer, pero lo que era seguro es que la primera partida no podía jugarse para cuando estaba prevista.
2 de julio: La gran sala abrió sus puertas por primera vez dos horas antes del comienzo previsto de la primera partida del duelo. En la puerta había una advertencia: la primera partida no se va a jugar. A pesar de todo, habían acudido varios centenares de personas que después de esperar unas horas en la cola, entraron en el vestíbulo para comprar los recuerdos, los sellos de correos con el timbre del duelo y los programas. Fuera estaba la blanca noche de Islandia. Había mucha gente en grupos que hablaba sobre Fischer y el ultimátum que le había sido enviado, diciendo que tenía dos días para aclarar si iba a presentarse y así, quizás, realizar el sueño de su vida, o no, con lo que podía poner fin a la leyenda llamada Fischer. Un poco antes Max Euwe se había dirigido a los miembros de la oficina de la FIDE, diciendo que se trataba de un momento histórico y que escogiesen entre las dos posibilidades: esperar dos días, o descalificar a Fischer.
Lothar Schmid dijo que se diese una última oportunidad a Fischer, dos días más de espera. Euwe también era partidario de lo mismo. Fue adoptada la solución menos drástica de esperar hasta el martes por la tarde y comunicar en ese momento al mundo del ajedrez que el duelo del siglo había fracasado para siempre, o durante tres años, o se reanudaría en breve...
-No, Fischer no vendrá -dijo Golombek. Aunque una agencia ya había informado que se encontraba en Londres. Schmid daba un 50% de posibilidades de que iba a aparecer. Mientras se estaba resolviendo esa situación, Boris Spassky se fue a pasear. Él sólo quería jugar ese duelo, en el que había invertido los últimos siete meses. Podía ganar sin lucha, pero no lo quería. Había seguido siendo un gran caballero, haciendo así una de sus jugadas más bonitas. Cuando estuvimos hablando sobre Fischer, sólo tenía para él palabras de elogio y dijo que estimaba a Fischer más que éste a él. Añadió que había deseado este duelo más que ningún otro. Hasta entonces Spassky había creído firmemente que Fischer iba a presentarse, pero en aquel momento me pareció que había empezado a perder la esperanza.
¿Cuáles eran las auténticas razones de todo eso? Si realmente se trataba de aquel 30% de los ingresos que había pedido insistentemente, o había una causa formal. En espera de que se resolviera ese misterio, de la gran sala preparada para el encuentro partían al mundo miles de palabras con la misma interrogación: ¿llegará realmente? Se decía que todo estaba preparado, que sólo faltaba algún “detalle”, que Spassky ya no tenía con quien jugar...
3 de julio: El presidente de la FIDE, Max Euwe, salió de su habitación del hotel a las 17 horas, por primera vez con buen humor. Dijo:
-Me ha llamado por teléfono desde Londres Jim Slater, un banquero y presidente de la asociación de los amantes del ajedrez. Me dijo que quería salvar este duelo y ofreció a Fischer y a Spassky una suma igual al 30% de los ingresos. La oferta fue enviada a Fischer y espero que diga: acepto, y que llegue antes del martes por la tarde.
-La FIDE está al margen de esta oferta -dijo Euwe-, porque así se aumenta el fondo de premios, pero saludo este gesto. La oferta es de ciento veinticinco mil dólares, lo mismo que el fondo de premios.
Antes de esta llamada inesperada desde Londres, estuvieron hablando con Nueva York. Un viajero misterioso, el islandés Torbergson, que se había ido sin las credenciales de su federación, no se encontró con Fischer. Yo había presenciado una conversación entre Fischer y Byrne. Fischer dijo:
-Me encuentro bien, pero mantengo mi exigencia. No me iré de Nueva York hasta que no reciba un certificado escrito de que voy a recibir el 30% de los ingresos. Además, pido el derecho a tres aplazamientos de partidas durante el match, lo que significaría que este primero no cuenta.
La conversación fue breve pero significativa. Como Fischer no había aparecido hasta bien entrada la tarde, ya habían empezado a perderse todas las esperanzas. Sólo los más pacientes seguían esperando en el hotel Leftleidir, separado del de Spassky por un lago y de él, hasta que no llegase, por un océano y tres mil millas. Chester Fox, que había comprado los derechos de hacer una película y de hacer fotografías en la sala, me dijo:
-Si no viene Fischer, pierdo mucho.
Se habían firmado muchos contratos de negocios en torno a este duelo. Los islandeses también vendieron los derechos para la TV, porque su televisión no funcionaba todo el mes por vacaciones colectivas. Fischer sabía muy bien que todo eso se había convertido en un gran negocio gracias a él más que a nadie y por eso pedía cada vez más. De Estados Unidos había telefoneado Marshall (el abogado de Fischer) y dijo que únicamente sabía dónde dormía Fischer. Con todo, tenía esperanzas de que iba a llegar, porque ya no había problemas relacionados con el dinero.
4 de julio: El aeropuerto de Reykjavik, 6,46 según la hora local. Más de cien personas estaban esperando desde muy temprano por la mañana a que apareciese Fischer. La mitad de ellas eran periodistas y el resto los curiosos que querían ser los primeros en verle. Hacía frío y llovía. Sabíamos que llegaba en el vuelo 202 de la compañía islandesa, pero como allí ya nada era seguro, teníamos dudas de si iba a salir del avión. Cuando entró por primera vez en el avión dijo que solamente quería comer, se fue a por un bocadillo y no volvió. Después de la oferta que le hicieron desde Londres, decidió acudir al duelo de su vida.
Cuando aterrizó el avión, se produjo el alboroto. Todos querían fotografiarlo. Salió acompañado por Lombardy, que iba a ser su ayudante, y su abogado Marshall que le representaba. Tenía prisa y no quiso decir ni una palabra. En la mano llevaba un pequeño televisor portátil que también tenía cuando estuvo en Argentina, en el duelo con Petrosian. También tenía un pequeño aparato de radio Sony. No notaba el cansancio. Corrió hasta el coche y dijo: “Vámonos a casa y no al hotel. Allí están esperando los periodistas y quiero que me protejan de ellos”. Un gran coche negro le llevó hasta su residencia, a kilómetros de la ciudad. Era una casa privada, muy bonita, que estaba fuera de la urbe y a cuyo alrededor se estaban edificando nuevas casas.
-Quiero descansar -dijo y se encerró. Ordenó que se pusiera vigilancia y que no dijesen a nadie dónde se encontraba. Su ayudar William Lombardy, se fue al hotel. Todos los programas de noticias informaban que había llegado el hombre al que estaban esperando como se esperaba al sol. Me encontré un poco más tarde en el vestíbulo del hotel Leftleider al presidente de la FIDE, Euwe.-¿Qué le dijo Fischer? -pregunté.
-Ni lo he visto ni hemos hablado -dijo.
-¿Se va a jugar la primera partida?
-No lo sé, lo decidirá el arbitro del match, Schmid. Si Fischer tiene el certificado médico, puede aplazar la partida.
Schmid llamó desde el hotel Esja. Avisaba a Euwe que el sorteo del color de las piezas se iba a efectuar en Esja. Empezó otra vez la carrera. Todos los coches se dirigían allí. También iban a estar allí los dos protagonistas, juntos por primera vez. El hotel Esja estaba muy cerca de la sala de competiciones. Los minutos estaban pasando y los reporteros esperaban. El vestíbulo estaba lleno. Todavía no había llegado ninguno de los dos grandes maestros. Finalmente llegó Spassky acompañado por Geller, Krogius y Nei. Evidentemente, Spassky estaba ya harto de todo eso. El día anterior había tenido que hacer una declaración diciendo que no estaba de acuerdo con el aplazamiento de la partida.
Euwe, Spassky y sus ayudantes se reunieron en una sala pequeña, en el primer piso. También se encontraba allí el presidente de la Federación de Ajedrez de Islandia, Torarinson, que había pasado la noche anterior en vela. Estaban presentes también Lombardy y Marshall, pero Fischer no estaba. Euwe salió por un momento. La reunión estaba cerrada. ¿Se podían sacar los números sin Fischer? Euwe dijo que lo iba a hacer Lombardy en su lugar.
Los periodistas y fotógrafos estaban esperando en la habitación contigua. Spassky, Geller, Krogius y Nei salieron de la sala quince minutos más tarde. Pregunté al campeón del mundo sise iba a jugar primera partida:
-Parece que no. No habrá sorteo.
Los ajedrecistas soviéticos se marcharon al hotel Saga. Euwe podía hacer nada. Salió con las palabras: -Les voy a decepcionar, no entiendo nada. No sé en lo que nos hemos metido. Sólo sé que no habrá sorteo. Los ajedrecistas soviéticos no aceptan que se haga el sorteo antes de que se aclaren algunas cosas.
Euwe añadió:
-No entiendo de qué protesta se trata, pero Lombardy y Marshall intentarán arreglarlo con Spassky.
Spassky dijo a Euwe que se trataba de su protesta personal. Euwe estaba hablando ante unos cien periodistas. El árbitro Schmid se abría camino detrás de él. Tenía en la mano varias páginas de la protesta soviética. Me dijo:
-Todo está escrito en ruso, no se lo puedo enseñar hasta que no sea traducido oficialmente. Me informó que había llegado un telegrama de Moscú donde ponía que “si en doce horas no se arreglaban las cosas conforme al acuerdo de Ámsterdam, eso significaría el fracaso definitivo del duelo”.
Mientras ocurría todo ese drama, Fischer había corrido en su residencia las gruesas cortinas, después de intentar captar algún programa de televisión americana. Lombardy le había avisado de todo el lío que se había formado y que no se iba a jugar la primera partida.
Ya nadie tenía en claro lo que estaba ocurriendo. Sólo se sabía que el duelo del siglo había entrado en sus días negros y que nada le podían ayudar las noches blancas que iban a durar un mes. Para consuelo podía disfrutarse del sol de medianoche.
4 de julio: El duelo se iba a celebrar, pero la primera partida fue aplazada para el jueves. Las dos partes estaban interesadas en que se jugase, pero Spassky estaba enfadado porque Bobby no había aparecido en el sorteo, sino que se había ido a dormir. Euwe me dijo:
-El texto de la protesta soviética contiene muchos insultos para mí y para Fischer.
Durante ese tiempo proseguían las negociaciones entre los ajedrecistas americanos y soviéticos. Euwe llevaba en la mano una carta en inglés, de Boris Spassky. Leí la primera frase que decía: “Fischer ha quebrantado las normas no acudiendo a la primera partida, el domingo”. Euwe me explicó que esa carta tenía que permanecer en secreto y no seguí leyendo, pero Euwe añadió que los soviéticos habían protestado por no haber descalificado el domingo a Fischer. Contesté que no podía hacerlo por la gran importancia de ese duelo, que la situación era delicada y que por eso no habían respetado estrictamente las normas.
Gligoric consideraba que la causa era el orgullo. Spassky es el campeón del mundo y acude a todas las reuniones acordadas. Fischer no se había presentado ni a la primera partida ni a la inauguración ni al sorteo. No se había dirigido a Spassky en ningún momento y por eso el campeón exigía que su rival se disculpase personalmente.
Por lo que se refería a Fischer, ahora todo estaba arreglado. Hasta quince minutos antes del comienzo acordado de la partida, no sabía si iba a jugar. Estuvo durmiendo, mientras la policía estaba vigilando que nadie le molestase.
14dejulio: -Hoy he recibido de Fischer las respuestas a las preguntas claves sobre su conflicto.
-He entregado mi más enérgica protesta por haber sido sancionado en la segunda partida -dice Bobby-. Se han quebrantado las normas, pero las normas dicen que no se puede molestar a los jugadores. Nunca en los últimos cuatro años he permitido que me filmasen mientras jugaba, siempre lo acordaba así con los organizadores. Me dijeron hace unos meses que cabía la posibilidad de televisar este match. He contestado que no lo quería, porque eso me desconcertaba. Pero me persuadían que la técnica había avanzado tanto que podían filmarme sin que me enterase y que no me iban a molestar en absoluto. Me dijeron: “Es estúpido que tenga miedo a eso” y lo acepté, pero sin firmar ningún acuerdo.
-Tengo que decir que la técnica no ha avanzado tanto -dice Fischer-. Las cámaras me molestaban. He hecho muchas concesiones relacionadas con las cuestiones financieras, pero nunca con las condiciones de juego. Creo que en esta ocasión los organizadores quisieron provocarme colocando las cámaras. He inspeccionado dos veces la sala, encontré muchas irregularidades, pedí que me enseñaran el funcionamiento de las cámaras, pero no lo hicieron. Vi dos cámaras monstruosas, envueltas y colocadas en dos sitios por encima de la mesa. Mis sospechas se incrementaron durante la primera partida. Detrás de esos artilugios no había sólo un operario, sino tres o cuatro. También la tercera cámara hacía tanto ruido que me molestaba. He aceptado esa primera partida por el interés general y me dijeron que lo iban a quitar todo. Se lo advertí al árbitro, pero he terminado la primera partida.
Después de la primera partida Fischer entregó, a través de Kramer, una protesta al árbitro por las deficientes condiciones. Fischer prosigue:
-Dijeron que no se iba a filmar. Y realmente me parecía en la continuación de la primera partida que ya no había cámaras, pero, para mi sorpresa, descubrí que me estaban filmando unas cámaras ocultas. Oí el ruido de las cámaras y en seguida dejé de jugar, pidiendo que se respetasen mis condiciones. El árbitro no me apoyó y pasaron cuarenta y cinco minutos, mientras mi reloj estaba en funcionamiento.
21 de julio: Se estaba acercando la medianoche, el sol ya se había puesto y comenzaba el sabath de Fischer. Spassky pasó esa tarde en una pequeña casa en la costa y regresó al hotel Saga el mediodía del sábado. Najdorf quería estar con Fischer y sólo saludó a Spassky. Este estaba jugando al tenis y dijo a Najdorf que eso era muy importante para él.
-¿Qué dirá Fischer cuando me vea? -se preguntó el alegre argentino, cuya presencia hizo que el duelo ganase un ambiente maravilloso. Fischer bajó al restaurante, vio a Najdorf y se alegró. Se saludaron cordialmente, se sentaron a la mesa y hablaron durante dos horas y rnedia. Espero que no me tomen a mal el revelar unos fragmentos de esa conversación.
-Tiene una corbata muy bonita, con las piezas de ajedrez -dijo primero Fischer-. ¿Ha visto mi última partida?
-Sí, la he visto en la televisión, en Nueva York, con los comentarios de Reshevsky y Bisguier. Spassky me sorprendió por aquella omisión y ¿sabes lo que me dijo Nei sobre eso? “Sólo en una partida tan importante se puede cometer un error tan grande, eso es posible solamente en una guerra de nervios”.
-Quiere decir que nuestras partidas se ven en el mundo.
Najdorf: -Sí, todo el mundo habla sobre ese match, trescientos millones de personas. No sé por qué estás en contra de la grabación. ¿Cómo has perdido la primera partida?
Fischer: -Todos dijeron que era un error haber sacrificado el alfil; -creían que no me había dado cuenta de que lo perdía. Pero yo lo había visto todo. Sin ese sacrificio hubieran sido tablas. También con el alfil podía haber acabado en tablas, pero he intentado sorprender a Spassky. Así había más posibilidades de que se equivocase. Después dejé escapar tres veces tablas y cometí un error en la jugada 41, sólo una jugada antes del control del tiempo. De haber querido tablas no hubiera sacrificado el alfil. Ese era el mejor movimiento...
(Eso era una sorpresa, todos los comentarios hasta ese momento hablaban sobre la equivocación y el error de Fischer)
Najdorf: -Pero, en la cuarta partida, a Spassky se le escapó la victoria de las manos. Con una sola jugada podía haber impedido aquel cambio tuyo forzado de la dama al final de la partida.
-Sí, reconozco que estaba perdido -contestó Fischer mientras observaba como Najdorf iba vestido elegantemente.
Najdorf: -Me olvidé decírtelo, te he traído dos pares de zapatos argentinos. Habías dicho que nuestros zapatos eran los mejores.
Fischer le dio las gracias y después Najdorf le pidió que analizasen un poco la última partida.
-No, ya ha empezado el sabath, no debo hacer nada -dijo Fischer.
-Pero yo no soy periodista -se rió Najdorf-, sólo quiero ver algunas jugadas por mi propia satisfacción.
-Fischer: - Bien, pero sólo un poco.
-Por qué no querías seguir con el duelo? -preguntó Najdorf.
-Quería irme a casa después de la segunda partida.
Najdorf me dijo cuando Fischer se marchó: -Es un niño grande, pero es el único jugador a la altura de los jugadores soviéticos. ¿Por qué se equivoca la gente cuando juega con él? Porque es una máquina y los demás somos personas, nos cansamos de tantas combinaciones. Ya ha visto con qué facilidad juega. No lo hace como Tahl, Capablanca o Alekhine, que hacían tanto jugadas buenas como malas en una partida. Fischer juega toda la partida igual. Hace los movimientos más simples y eso es lo más difícil. Es el único jugador del mundo a quien le da igual jugar con blancas que con negras. No es fácil jugar con él porque juega un ajedrez muy difícil.
-¿Cree que va ganar a Spassky?
-Sí, porque Fischer es sólo el ajedrecista y nada más, mientras Spassky es un buen jugador, un gran caballero y un hombre que ama la vida. ¿Entiende lo que quiero decir? Ellos tienen un orden de prioridades invertido, para Fischer son el ajedrez y la vida, y para Spassky al revés. Antes sabíamos cómo jugaba Fischer cuando ganaba. Ahora hemos visto por primera vez cómo juega después de dos derrotas.
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Documental: "La guerra del ajedrez. Fischer-Spassky"
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