Por este film, Rondón ganó dos premios en la edición 2013 del Festival de Cine de Mar del Plata: al mejor guión y como mejor directora.
Para el último jueves de octubre está previsto el estreno porteño de Pelo malo, película venezolana en gira internacional tras haber sido premiada en varios festivales de cine, entre ellos los de San Sebastián, Montreal, La Habana y Mar del Plata. En éste, su tercer largometraje, Mariana Rondón aborda el fenómeno de la discriminación a partir de la relación conflictiva entre un chico de nueve años y su madre. Junior se llama el protagonista cuyo sueño de alisarse el pelo para una foto escolar -para siempre, si fuera posible- pone de manifiesto dos taras aún vigentes en muchos adultos: el temor o rechazo por la eventual condición homo o transexual de un hijo y la creencia en la superioridad/inferioridad de cierta(s) raza(s), cultura(s), nacionalidad(es).
Según cuenta Eugenio Raúl Zaffaroni en La cuestión criminal, entre fines del siglo XIX y principios del XX Cesare Lombroso sostuvo que las “razas salvajes” eran menos evolucionadas porque se trataba de blancos que habían nacido mal terminados, sin el último golpe de horno. La hipótesis del (tristemente) célebre médico y criminólogo italiano contribuyó a la proliferación de prejuicios conformados por valores estéticos, es decir, a la difusión de la regla que asocia lo feo a lo malo.
Rondón tituló su película con la expresión venezolana -también dominicana, revela este interesante documental de Miguel Parra Jiménez- que (des)califica al cabello oscuro muy rizado, típico de la raza negra. “Pelo malo” ilustra la explicación de Zaffaroni sobre el mecanismo discursivo de la postura lombrosiana: “se define lo feo, se le asocia lo malo y se acaba seleccionando lo malo mediante lo feo“.
El documental de Parra Jiménez sugiere que la obsesión por disciplinar al pelo mota/feo/malo es recurrente en las clases populares de los países caribeños (fenómeno que, diferencias regionales al margen, evoca el frenesí argentino por el “lacio definitivo”). De ser así, Junior es menos excéntrico de lo que algún espectador desprevenido podría imaginar, y resultan todavía más forzadas las sospechas de la madre sobre la presunta homosexualidad de su hijo.
De todos modos, da la sensación de que a Rondón le importa poco el verdadero porqué de la urgencia de Junior por alisarse los rulitos (¿reniega de su ADN racial?, ¿siente distinto de lo que dicta la norma heterosexual?). En cambio, la realizadora parece más bien atenta a cuatro fenómenos: la potencia simbólica del cabello (de ahí que haya incluido en su ficción imágenes televisivas de ciudadanos venezolanos rasurándose en público la cabeza para darle fuerza a Hugo Chávez en su lucha contra el cáncer); el efecto perturbador que las apariencias y/o ambigüedades provocan en la mayoría de los adultos; la tendencia de los padres a convertir a su prole en depositaria de expectativas, miedos, frustraciones; la -a veces estrecha- relación entre desamparo social y maltrato infantil.
Asimismo, una porción del público creerá vislumbrar cierta mirada crítica sobre la adhesión incondicional que Chávez cosechó en un amplio sector de la sociedad venezolana. Si bien los protagonistas asisten mudos a la proyección de las mencionadas imágenes televisivas, la inclusión de los primeros planos de los ciudadanos solidarios con el Primer Mandatario suena a observación severa sobre la relación entre política personalista y devoción casi mística.
Porque aborda distintos temas de tamaña envergadura, Pelo malo corre el riesgo de dejar gusto a poco en la boca de quienes prefieren las películas más bien concentradas en una sola problemática. Es probable, por ejemplo, que los espectadores sensibles al cine sobre la reacción adulta ante niños que se apartan de la normalidad heterosexual prefieran películas más elocuentes como Mi vida en rosa del belga Alain Berliner, Beautiful boxer del tailandés Ekachai Uekrongtham o Tomboy de la francesa Céline Sciamma. Por el mismo motivo, aquéllos que sientan curiosidad por el entramado cultural del concepto ‘pelo malo’ encontrarán más interesante el documental de Parra Jiménez.
Por si hiciera falta, cabe aclarar que el reconocimiento de estas preferencias no pretende desmerecer el trabajo de Rondón y de sus actores protagónicos Samantha Castillo y Samuel Lange Zambrano. Al contrario, el estreno comercial de este film multi-premiado constituye una buena oportunidad para que los espectadores porteños nos asomemos a la actual producción cinematográfica venezolana, que al parecer está experimentando un promisorio crecimiento.