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“El Último Boy Scout” – La cumbre de Tony Scott.

Publicado el 11 mayo 2011 por Cinefagos


 “El Último Boy Scout” – La cumbre de Tony Scott.

Joe: -¿Qué quieres que te diga? ¿Que te jodan Sarah?

Sarah: -¡Si! Si, algo que demuestre sentimiento, como: ¡Eres una puta mentirosa Sarah!… ¡si la policia no estuviese delante te escupiría!

Joe:-¿Quieres que te escupa?

-Joe y Sarah Hallenbeck (Bruce Willis y Chelsea Fields).

Hace mucho, mucho tiempo, en una galaxia muy, muy lejana, cuando Tony Scott no sobresaturaba sus películas ni hacia montajes imposibles, en una época donde las escenas de acción eran rodadas por especialistas y no implantadas en CGI, el reputado guionista Shane Black vendió su, por aquel entonces, último y codiciado trabajo. ¿El precio? 1,75 millones de dólares.

De un parto tan doloroso solo podía salir un retoño a la altura de las circunstancias. Y afortunadamente así fue. “El ultimo Boy Scout” (The last Boy Scout, 1991) es la quintaesencia del cine de acción socarrón, de las buddy movies, tan de moda en los 80, con un Bruce Willis haciendo lo que sabe hacer mejor: de John McLane, llevándolo aquí a la cumbre del cinismo y la mala leche con su Joe Hallenbeck. El antihéroe, el perdedor nato, el tipo con aptitudes que siempre ve truncada su suerte y que ya no tiene nada que perder (o eso cree él). Empezamos con las reminiscencias al cine negro más clásico, con un detective de mala muerte, un caso que no es tan fácil como parece, mezclado con elementos herederos de su década, como es el sidekick (o compañero de fatigas), que en este caso es Jimmy Dix (Damon Wayans), ex quarterback, ex fenómeno, otra alma perdida que se verá obligada a hacer equipo con otro tan perdedor como él.

“Gilipollas soy yo, éste es tonto”

“El Último Boy Scout” – La cumbre de Tony Scott.

Como en tantas otras películas, la evolución dramática del personaje viene a ser la de: tipo que esta harto de vivir descubre una razón para seguir adelante y proteger a aquellos que más quiere. Bueno, sabemos que no estamos ante el colmo de la originalidad, ni se pretende, pero el significativo cambio del personaje, que en otros casos podemos percibir como un plumazo en toda regla, aquí resulta mucho más natural, porque a lo largo de la película nos van mostrando las carencias afectivas de un tipo cuya nobleza es inquebrantable (cómo se comporta con su mujer después de descubrir su affaire, etc.) pero que esta agotado. Todo esto es lo que se percibe bajo la piel, porque en la superficie reside el punto fuerte del guión, con unos diálogos endiabladamente ágiles y corrosivos, que lo convierten en un festín de punchlines otorgando personalidad hasta a los personajes más secundarios o a la más insulsa de las escenas (el negro preguntando como de gorda esta su mujer, el tipo que golpea a Joe cuando le pide fuego, etc.).

Es una película trepidante, sin apenas fisuras, que pasa en un respiro y te quedas con ganas de más: siempre que la acabo de ver una parte de mi desea que hubieran seguido con otra entrega.

Por otro lado, Michael Kamen pone su muy particular sello en la banda sonora, y como ya hiciera en Jungla de Cristal (Die Hard, 1988), nos deleita de nuevo con sus trepidantes crescendos de cuerda para las escenas de acción, contrarestadas esta vez por unas notas sueltas de trompeta, bebiendo de la fatalidad del blues (de nuevo el carácter negro del relato hace presencia), para los momentos en que acompañamos el hastío y el vacío de Joe Hallenbeck. A mi me ha llegado a resultar difícil imaginarme a Bruce Willis sin un Kamen de fondo, con razón eran amigos.

“¿Me das fuego?… y si me tocas te mato”

“El Último Boy Scout” – La cumbre de Tony Scott.

La labor de Tony Scott pasa más desapercibida, afortunadamente, y aunque muestre síntomas de lo que con los años se ha convertido en su particular cáncer –cinematográficamente hablando-, lo cierto es que aquí se contiene y las escenas de acción pueden saborearse en su totalidad, entendiéndolas, y en definitiva, disfrutándolas. Los tonos azulados que acompañan toda la película no pueden evitar darle cierto toque artificial, pero logran integrarse rápida y naturalmente en el tono del relato. En definitiva, si hubiera que achacar de algo a Tony Scott, sería su obsesiva necesidad de hacerse notar, con algunos planos y picados extraños que están ahí porque si, para recordarnos que también se puede ser “creativo” tras la cámara.

La total sintonía y química entre Joe y Jimmy es tal que por momentos cuesta creer que se acaben de conocer, Damon Wayans hace aquí el papel de su vida (tampoco es que tenga mucho con qué comparar) y nos descubre una estupenda vis cómica que lamentablemente luego ha explotado fatal. Solo se resiente un poco en las escenas dramáticas, que afortunadamente son tan escasas que uno las pasa por alto. Los secundarios cumplen sobradamente con su papel, como el relamido y despiadado Marlo (Taylor Negron), un personaje que con un par de trazos (tiene que llamar a la gente por su nombre completo) logra ser de lo más inquietante; Sarah (Chelsea Field) esta guapísima y llora muy bien (desafortunadamente no tiene más peso en la trama), y mención aparte, la retoña Darian (Danielle Harris) que es como una Punky Brewster de resaca a la que uno no puede evitar ver cierta herencia de su padre, y es capaz de dar una más que aceptable réplica al duo protagonista. Ah! Por ahí anda también la entonces desconocida Halle Berry haciendo el papel de su vida  haciendo un striptease.

“El Último Boy Scout” – La cumbre de Tony Scott.

 

Entretenida y divertida como pocas, uno de los últimos rastros del mejor cine de acción que se ha hecho en veinte años. Denle más trabajo a Shane Black por favor, que este hombre, casi por si solo, levantó un género con sus trabajos, ¡y en casi quince años solo ha hecho una película!. A todos aquellos que recordeis vagamente esta película os recomiendo encarecidamente echarle un ojo de nuevo. 

Ah, y recordad:


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