La primera vez que vi al comediante Craig Robinson –o, en todo caso, la primera vez que noté que existía- fue en una pequeña escena en Ligeramente embarazada (Apatow, 2007) cuando, en calidad de cadenero, no deja entrar a un antro a Katherine Heigl porque está embarazada y a Leslie Mann porque a sus cuarentayalgo está demasiado vieja. Cuando Mann le reclama a gritos quién le dio el poder para decidir quién entra o quién no y que, al final de cuentas, no es más que un simple cadenero, Robinson la toma del brazo, la aparta de la fila, le confiesa que odia ese trabajo y le dice por qué no puede permitir que ellas entren. Se trata del momento mejor escrito de toda la película y, de lejos, el mejor actuado. Y aunque no deja de tener gracia, se trata de una escena que no es exactamente cómica. O, vaya, no completamente cómica.Volví a acordarme de esa escena cuando vi Morris from America (EU, 2016), cuarto largometraje de Chad Hartigan, película que pude ver a fines del año pasado en Los Cabos 2016 y que por alguna extraña razón –acaso porque nuestros distribuidores piensan que las películas con negros no tienen mercado en este país- no se estrenó comercialmente en México pero que, de todas formas, ya está disponible en Netflix desde hace unas semanas.Digo que me acordé de la escena ya descrita porque en Morris from America Craig Robinson interpreta su primer papel dramático importante y lo hace con toda justeza, sin dejar de usar su impecable vis cómica cuando resulta necesaria.
A decir verdad, Robinson no es el protagonista de Morris from America sino el jovencito Markees Christmas, quien interpreta al Morris del título, un adolescente de 13 años negro, serio y cachetón que ha llegado a vivir con su papá Curtis (Robinson) a la ciudad universitaria alemana de Heidelberg. Curtis es viudo y ha conseguido un puesto en la universidad como entrenador del equipo de fútbol. Morris no está precisamente encantado: a las broncas naturales que conlleva la adolescencia hay que sumarle ahora que está viviendo en una ciudad nueva, que no conoce el idioma y que su doble condición de extraño –extranjero y negro- lo aísla aún más.La mesa está puesta para el típico melodrama de maduración juvenil y hay algo de esto en Morris from America, pero el guion escrito por el propio cineasta Hardigan es más inteligente de lo que uno podría suponer, si no en el trayecto dramático que sigue la película, sí en la descripción de los dos personajes centrales, el chamaco rapero en vías de crecimiento y el desconcertado pero honesto papá que intuye cuándo soltar y cuándo jalar la cuerda. Como lo debe saber cualquier buen padre.