Revista Cine
En más de una ocasión, el cineasta sudcoreano Hong Sang-soo –o Sang-soo Hong, si se quiere escribir su nombre al modo occidental- ha sido comparado, negativamente, con Woody Allen. Las quejas hacia Hong son las mismas que se dirigen al cineasta neoyorkino por antonomasia: que siempre hace la misma película, que usa más o menos el mismo tipo de personajes, que no se preocupa por otra cosa que los banales problemas amorosos de sus criaturas, que ya se le acabó el gas porque no hace más que repetirse…En lo personal, todas estas jeremiadas me importan lo que se le unta al queso: sí, es cierto, Hong se repite y hace más o menos el mismo tipo de película siempre. ¿Y qué?: eso hacen los grandes autores fílmicos. Y Hong es uno de ellos. Como Woody Allen, por cierto.En Otro País (Da-reun na-ra-e-suh, Corea del Sur, 2012), el décimo-tercer largometraje de Hong, se ubica en la playa sudcoreana de Mohang. Una estudiante de cine, Yonju (Yu-mi Jung), se distrae de sus problemas económicos-familiares escribiendo tres borradores de un guión que son distintas variaciones de una misma historia: una mujer francesa llamada Anne (Isabelle Huppert, ligerita y divertida) visita Mohang por algún problema de amores/desamores y conoce a un amistoso e ingenuote salvavidas (Jungsang Yu, habitual en el cine de Hong), quien trata de conquistarla.Como de costumbre con Hong, los personajes tienen que ver directa e indirectamente con el cine. Además de que las historias que estamos viendo son escritas por una inexperta guionista, en el primer segmento Anne es una directora de cine que visita a un colega coreano que tiene a su esposa embarazada; en la segunda parte, Anne llega a Mahong para encontrarse con su amante sudcoreano que es otro director de cine; y en la tercera sección, Anne visita la playa acompañada de una amiga y conoce al director de la primera parte. En los tres segmentos, el joven salvavidas jugará un papel central en una serie de escenas tan cómicas como genuinamente conmovedoras.Las repeticiones dentro de la historia, tan caras a la estructura narrativa de Hong –véase sus anteriores filmes, Hahaha(2010) y El Día que Él Llega(2011)-, son más que meros juegos formales. A través de estas sucesivas iteraciones, Hong reflexiona, con sagacidad y sentido del humor, sobre las relaciones humanas, el amor y el desamor, y el peso del azar en nuestras vidas. Dicho de otra manera, sobre la vida misma.