Segundo día de nuestro fin de semana enoturístico. Cambiamos de provincia siguiendo la preciosa ribera del río Sil, y ponemos rumbo a Doade, parroquia del Concello de Sober. Una región entregada a la viticultura, y corazón de la subzona de Amandi, donde nacen los que para mi son los vinos más interesantes de la Ribeira Sacra. Viajando por sus carreteras, nos cruzamos una tras otra con las bodegas con más renombre de la región: Guímaro, Rectoral de Amandi, Regina Viarum, Régoa, Regueiral...y la que nosotros íbamos a visitar, Algueira.
Tengo que reconocer que cuando uno ha visitado ya unas cuantas bodegas, ver los depósitos de acero con sus camisas de frío, las prensas, la sala de barricas, las embotelladoras, pues cómo que ya no hace tanta ilusión ni impresiona tanto. Desde hace un tiempo prefiero visitar los viñedos, hablar con viticultores y enólogos, probar los vinos en distintas etapas de elaboración, e intentar absorber todos esos conocimientos. Pero esto no quita para que me sorprendiera que la visita a Algueira fuera una visita...sin visitar la bodega.
En Algueira han hecho, aparte de por la calidad y personalidad de sus vinos, una apuesta fuerte por el enoturismo. Así, cuando se es un visitante más, se puede encontrar uno formando parte de un gran grupo de 10 ó 12 personas, sentadas en una sala escuchando las explicaciones de Fernando, y catando varios de sus vinos sin apenas tiempo de hablar con detalle sobre ellos.
El edificio que alberga la bodega está situado en un precioso entorno, rodeado de castaños y carballos, y perfectamente integrado en el medio, construido a imagen a una antigua edificación románica. Nada más entrar, y pasar a la sala de recepción, Fernando Algueira empieza, ayudado por un soporte audiovisual, a demostrar que es un verdadero apasionado del viñedo, del trabajo en el campo como base fundamental sobre la que se asienta un gran vino, del respeto a la naturaleza y de las características de la región que ve nacer a sus vinos. Alrededor de una hora escuchándole hablar con pasión y amor, de sus tierras, de sus viñas, del trabajo en el campo, del tiempo, esfuerzo y dinero invertidos, y de los frutos de esos desvelos.
Algo menos de 20 Ha de viñedo, localizado en laderas imposibles de los cañones del Sil, en socalcos que ha llevado más de 3 años tener preparados y dispuestos para recibir las vides, con una orientación magnífica que les permite recibir la luz del sol durante todo el día, y sobre esos maravillosos y pobres suelos pizarrosos de estas tierras. Trabajo totalmente manual en las viñas, como no puede ser de otra manera en las tierras de la viticultura heroica, tratamientos exclusivamente con azufre y cobre, respeto por los ciclos naturales, y uso estricto de levaduras indígenas del viñedo, hacen que los vinos que se elaboran en Algueira tengan la personalidad que tienen y estén alcanzando los reconocimientos recibidos.
Fernando decidió apostar en su día, aparte de por las más conocidas Mencía y Godello, por volver a trabajar y poner en valor a otras castas más olvidadas, como Alvarello, Merenzao, Caíño o Brancellao. Además, entre las uvas blancas, trabajan con Loureiro, Albariño y Treixadura. Con toda esta paleta, pintan unos 12 cuadros, entre vinos jóvenes y con crianza, monovarietales y ensamblajes, blancos y tintos.
Como ya he dicho, al tratarse de una visita eminentemente turística, los vinos catados inicialmente fueron los más básicos de la bodega, pero fue una buena muestra de la personalidad y características diferenciadoras del trabajo que se hace en Algueira. Algueira Brandán es un blanco joven 100% Godello con unas características muy varietales de frutosidad (manzanas, hueso de fruta), muy buena acidez y frescura, y con un final tremendamente mineral que nos impresionó. Algueira Cortezada es un ensamblaje de Godello, Albariño y Treixadura, fresco, frutal, más complejo que el anterior, y nuevamente con una mineralidad asombrosa. De los tintos se nos ofreció en primer lugar el Algueira Mencía, un monovarietal de Mencía, sin ningún tipo de crianza, que era todo moras y cerezas, frescura y pizarra. Terminamos la cata oficial, con el Algueira Carravel, un vino 100% Mencía con unos 12 meses de crianza en barricas usadas de roble francés, en el que destacaban las notas florales y de frutas del bosque con un discreto ahumado de fondo, y que con tiempo en la copa desplegaba unos deliciosos caramelos, en boca se reveló fresco y firme, con un tanino muy gustoso. Todos estos vinos tienen el denominador común de la omnipresente mineralidad que les marca, y que se nota muy especialmente en los blancos.
Tras acabar la charla institucional, tuvimos la oportunidad de charlar más íntimamente con Fernando, trasmitiéndole los saludos que Mariano Fisac nos había encargado, y profundizando algo más en su trabajo y filosofía. Además, pudimos probar dos joyas vinícolas que Fernando quiso lucir y que nos dejaron gratamente sorprendidos. En primer lugar Algueira Escalada, un varietal de Godello fermentado y criado con sus lías durante unos 12 meses en barrica. Gran despliegue de miel, orejones, frutas confitadas, piel de ciruela. En boca untuoso, algo dulzón, intenso y con un gran final. Un delicioso vino. Acabamos con un vino que me impresionó realmente, Algueira Madialeva, un vino elaborado 100% con Garnacha de viñedos viejos, con crianza en tinos usados y presentado en formato mágnum. Prodigio de frescura, ciruelas negras, frutos del bosque, hierbas del campo. Elegante, fresco, equilibrado y fino. Sin duda, para mí, el mejor vino de todo el día.
Una vez acabadas las charlas y las catas, pasamos al restaurante (si, el regalo incluía una comida en el restaurante de la bodega), donde no puedo dejar de destacar un espectacular jarrete de ternera al vino tinto con castaña pilonga, tiernísimo, jugoso, delicioso, y con el acompañamiento de las castañas, fantástico.
Intentamos tras la comida mantener otra charla aparte con Fernando y Ana, pero la enorme cantidad de visitas que reciben y lo atareados que están, no lo permitió. Esperamos poder volver a visitarlos, en petit comité, para poder tener una charla más distendida, y si es posible, probar los vinos que realmente nos apetecía probar, Brancellao, Merenzao, Pizarra...
La jornada no acabó aquí. Aún íbamos a tener más sensaciones y descubrimientos, pero lo dejaremos para otro día.