Suecia supo ser protagonista de las Copas del Mundo en la década del ’50, pero luego, por diversas razones, fue desapareciendo de las primeras planas del fútbol. Sin embargo, el Mundial organizado por Estados Unidos en 1994 fue el regreso de los suecos a los podios mundialistas.
En el proceso eliminatorio, Suecia colaboró junto con Bulgaria, para dejar fuera del torneo nada menos que a Francia. Luego, sus caminos volverían a cruzarse en tierras norteamericanas.
El Grupo 6 de las eliminatorias europeas, además de Suecia, Bulgaria y Francia, lo integraban Austria, Finlandia e Israel. Los dirigidos por Tommy Svensson se quedaron con el primer puesto de aquella zona con seis triunfos, tres empates y una derrota con 19 goles a favor y 8 en contra. Esto era una unidad más que los búlgaros y dos más que los franceses, ya designados como anfitriones del Mundial siguiente en 1998.
El excéntrico y experimentado Thomas Ravelli repetía titularidad en el arco sueco, en compañía de figuras de la jerarquía de Tomas Brolin, Martin Dahlin y Stefan Schwarz.
El subcampeonato de 1958 quedaba muy lejano y casi irrepetible; pero Estados Unidos sería, una vez más, la tierra de los valientes, en este caso, los vikingos vestidos de amarillo y azul.
El sorteo mandó a los suecos al Grupo B junto a Brasil, Camerún y Rusia y la fecha señalada para el debut fue el 19 de junio frente a los africanos, que venían de sorprender al mundo en Italia ’90 al alcanzar los cuartos de final (eliminados en tiempo suplementario a manos de Inglaterra) y derrotar en su debut nada menos que a la Argentina campeona del Mundo en México 1986 con Diego Maradona y Claudio Caniggia en cancha.
Fue 2 a 2 en el Rose Bowl de Los Angeles y los goles los convirtieron David Embe y Francois Oman-Biyik para los africanos, mientras que Roger Ljung y Martin Dahlin lo hicieron para los europeos. El punto, a la larga, sería útil para pasar de ronda.
El primer estadio techado de la historia de las Copas del Mundo
El segundo compromiso fue el 24 de junio ante los rusos en el Pontiac Silverdom de Detroit, el novedoso y moderno estadio completamente techado, primero en la historia de los Mundiales.
Allí, Oleg Salengo de penal abrió la cuenta a los cuatro minutos del primer tiempo, pero Brolin y Dahlin, en dos oportunidades, le dieron a los suecos tres puntos determinantes que les permitían soñar con los octavos de final. Eso sí, quedaba jugar con Brasil y esperar el resultado de Camerún con los rusos.
El 28 de junio, en el mismo estadio, el altísimo Kennet Andersson abrió el marcador frente a los brasileños de Carlos Alberto Parreira, que contaba en cancha nada menos que con Romario, Bebeto y Raí.
Sin embargo, el “Chapulín” se anotó en el marcador y puso el 1 a 1 definitivo que clasificaba a ambas selecciones.
Saeed Owairan, figura de Arabia Saudita en 1994
Arabia Saudita se había quedado sorpresivamente con el Grupo F, escoltado por Holanda y dejando fuera a Bélgica y Marruecos. Los asiáticos fueron entonces los rivales en octavos y dirimieron un lugar entre el selecto “Grupo de los ocho” el 3 de julio en el Cotton Bowl de Dallas, estadio donde los búlgaros le ganaron a la Argentina por 2 a 0, post doping positivo de Maradona.
Poco le importó a los suecos pisar ese estadio y Dahlin y Andersson (en dos oportunidades) anotaron los tres goles con los que los suecos se metían en cuartos de final. Fahad Al Ghesheyan anotó para los saudíes.
El camino sueco rumbo a la Copa del Mundo estuvo plagado de puntos en común con Brasil, finalmente, ganador del torneo y Argentina, eliminada en octavos de final, precisamente por Rumania en Los Ángeles.
El 10 de julio, en el Stanford Stadium de San Francisco, suecos y rumanos jugaban por un lugar en las semifinales, por una chance de estar en el podio, de una medalla, de dar el gran golpe.
Los noventa minutos terminaron 1 a 1, con goles de Brolin y Florin Raducioiu, quien repitió a los once del primer tiempo suplementario. En la transmisión de Canal 13, Carlos Bilardo vaticinó que Suecia llenaría de centros el área rumana apuntando a la cabeza de Andersson.
Así fue, a tal punto que a cinco minutos del final, el flaco y alto delantero marcó el 2 a 2 que llevó el partido a los penales. Schwarz se había ido expulsado minutos antes.
El ex Barcelona lucía un look muy particular durante sus primeros partidos
Ravelli le atajó sus respectivos penales a Dan Petrescu y a Miodrag Belodedici, mientras que Hakan Mild desvió el suyo. Ravelli y Henrik Larsson (anotó el último penal) se vistieron de héroes y ubicaron a Suecia nada menos que en la semifinal del campeonato.
Ya era heroico, ya era histórico. Pero ¿Quién se anima a convencer a los de aquellas tierras de guerreros a conformarse “con lo que hay”?
El 13 de julio en Los Ángeles, por las semifinales, el rival era otra vez Brasil. Ya sin la timidez del debut y ahora, por un objetivo infinitas veces más importante: un lugar en la final.
El juego fue dominado casi por completo por los brasileños, pero no había caso, quebrar la resistencia sueca parecía un imposible. Es que los europeos tenían como misión estirar el partido lo más posible, hasta los penales, si era necesario. Otra estrategia no le convenía. No era miedo, era admitir ser inferiores a un rival de mucha mayor jerarquía.
Pero la resistencia sueca duró hasta el minuto 80, cuando Romario por fin anotó y terminó con gran parte del sueño sueco. Brasil había cumplido con su historia y con las expectativas. Suecia, ya las había superado hace rato.
En el mismo escenario, pero el 16 de julio, era el día indicado para disputar el tercer y cuarto puesto frente a los búlgaros comandados por Hristo Stoichkov.
Brolin, Mild, Larsson y Andersson liquidaron el pleito en apenas cuarenta minutos para devolver a los amarillos a un podio mundialista, hazaña que no se ha repetido desde entonces.
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