Revista Cine
Finalmente una película para el pueblo, para las masas, para aquellos que van en un vagón de metro a las 10:30 de la noche con una vianda vacía en las manos y cabeceando del cansancio, y que poco les importa quien fue “Reverón” y aún más, ver una banda de motorizados secuestrando un hospital, porque el motorizado secuestrador de hospitales es su vecino, o peor aún es él mismo, aunque en este caso la transmisión del mensaje sufre un efecto reflector del ego. Hace poco le escuché decir a alguien, que la violencia es una profesión, y como buena profesión amerita de un curriculum.
El producto viene de la mano de un hombre que conoce sus gustos, que los ha hecho reír a lo largo de más de 20 años, de un hombre que está adornando las mesas televisivas o los equipos reproductores, con sus carátulas de videos o Cd´s quemaos.Benjamin Rausseo conoce su ganado, o al menos hace el intento de conocerlo y se esfuerza por darle en papilla lo que a su público le gusta. Aquí ya no estamos hablando de cine propiamente dicho, o mejor dicho del cine que conocemos los que hemos estudiado sus funciones artísticas, autorales, formales y técnicas. Estamos hablando de un cine de categoría Z, un cine trash, cutre, televisivo y sin ningún valor artístico a priori. Más allá por supuesto del valor que un producto de entretenimiento puede tener implícito.Más información »