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Es la radiactividad de verdad tan mala?

Publicado el 13 mayo 2010 por Tonicerocerosiete

Es la radiactividad de verdad tan mala?

La respuesta hoy en dia esta clara, es mala y debemos evitarla a toda costa, pero esto no siempre a sido asi.En las decadas de 1920 y 1930  era anunciada de esta manera: “La radioactividad te hará sentir más sano”.El descubrimiento del radio, a manos del matrimonio Curie unos años antes, había abierto un abanico de posibilidades a la industria, que lo convirtió en una especie de remedio milagroso para todo.

De la noche a la mañana, el mercado se llenó de bebidas y cremas que contenían radio y que prometían aumentar la virilidad o impedir la caída del pelo. Durante años, se utilizó el producto de manera inconsciente hasta que empezaron a morir los primeros afectados: trabajadores que morían en apenas unos meses o víctimas de sus propias invenciones a las que el cáncer devoraba los huesos. Para algunos, el descubrimiento de los letales efectos del radio llegó demasiado tarde. Uno de los peores errores del ser humano, ya que el saldo no fue de cientos, ¡Si no de miles de muertos!

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El famoso Radithor, comercializado entre 1918 y 1928, contenía una pequeña cantidad de agua destilada a la que se añadía una porción de radio. Se anunciaba como una “fuente de luz permanente” capaz de curar el cáncer, las enfermedades mentales y hasta la impotencia.

El conocido empresario Eben Byers se convirtió en el más firme defensor de Radithor y se tomó tres botellas al día durante dos años. En 1930, tuvo que dejarlo tras comprobar que su mandíbula se caía literalmente a trozos por el efecto del radio sobre los huesos. Su muerte, en 1932, fue el primer aviso de que lo que estaban consumiendo miles de ciudadanos era una bomba de relojería.

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La crema Tho-Radia, publicitada por este fascinante cartel, era anunciada como la creación de un tal Alfred Curie, inventado por la propia farmacéutica.

Los fabricantes de este cosmético, compuesto a partes iguales de torio y radio, no solo prometían iluminar la cara de las damas, sino que anunciaban sin empacho sus supuestos poderes “curativos”.

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La comercialización de jarras para radiar el agua fue una de las prácticas más comunes durante los años 20 y 30. Entre todos los sistemas, el Revigator fue el que alcanzó mayor popularidad: “Rellena la jarra de agua cada noche” – decían los reclamos – “Bebe tranquilamente cada vez que tengas sed hasta completar una media de seis vasos al día”. “Los millones de rayos penetran en el agua para formar ese saludable elemento que es la RADIO-ACTIVIDAD. Al día siguiente, toda la familia dispone de seis litros de auténtica y saludable agua radioactiva”.

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La pasta de dientes Doramad fue producida durante la Segunda Guerra Mundial por la casa Auergesellschaft de Berlín. Como reclamo publicitario, sus fabricantes aseguraban a los usuarios una sonrisa “radiante”. En el dorso del tubo dentífrico se podía leer lo siguiente: “la radioactividad incrementa las defensas de los dientes y las encías”.

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El aparato que veis en la imagen es un “Radiendocrinator”, fabricado por los supuestos Laboratorios Endrocrinos Americanos, y recomendado para mejorar la salud de los varones. Según sus creadores, el artilugio debía colocarse sobre las glándulas endocrinas para producir sus beneficios. Recomendaban llevarlo en el bolsillo o colocarlo bajo el escroto durante la noche.

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Estas tabletas de chocolate, fabricadas por la casa Burk & Braun, se vendieron en Alemania entre 1931 y 1936 bajo el reclamo de sus poderes rejuvenecedores.

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Producidos por una compañía de Denver, los supositorios Vita Radium garantizaban a los hombres “desanimados y débiles” una rápida recuperación gracias a los efectos del radio sobre las glándulas. “Pruébalos y verás los resultados”, decía la publicidad. Eso sí, todos los pedidos eran enviados con un discreto envoltorio para garantizar la confidencialidad.

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Semejantes beneficios para la salud, no podían quedar solo para los seres humanos, así que pronto aparecieron los productos destinados a animales y plantas.

El Provaradior, comercializado en Francia, se anunciaba como un poderoso revitalizante para los animales de granja, que crecerían más y más fuertes gracias a los efectos del radio.

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A pesar de que se terminaron conociendo los efectos nocivos, la palabra “radio” quedó instalada como algo prestigioso en la mente de muchos consumidores durante décadas. Así, el término “Radium” pasó a utilizarse en algunos productos, como sucede con las palabras Platinum o Gold, aunque éstos no contuvieran el más mínimo resto de radioactividad

Fuente: www.iesalonsocano.es


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