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Fiestas a las que nunca iré

Publicado el 07 julio 2014 por Esti @estipuntobpunto
Todos hemos tenido momentos de epifanía en la vida. Y no me refiero a que se nos hayan aparecido zarzas ardiendo pero que no se queman. Me refiero a momentos de revelación, que suponen un punto de giro, un antes y un después. A mí me pasó en mis últimos San Fermines, cuando, después de pasar todo el año en Madrid, volví a probar el kalimotxo. En ese momento tuve una revelación. Una voz interior que decía: ¿pero por qué has estado tomando este brebaje infecto durante toda tu juventud?, ¿por qué? Hice caso a mi voz interior y no volví a probar el kalimotxo, ni tampoco a ir a San Fermín.
Fiestas a las que nunca iré
No es que vayan vestidos de lila, es que van manchados de vino.
Aunque los guiris se piensan que los San Fermines son la fiesta más salvaje ever, en realidad hay muchas donde elegir. Si algo nos distingue a los españoles, aparte de la dieta mediterránea, el aceite de oliva y chorrocientas ediciones de Gran Hermano, es el gusto por las fiestas cafres. Nos gusta hacer el bruto y para eso solemos:
A. Quemar cosas
B. Lanzar cosas que pringan
C. Juntar a mucha gente
D. Maltratar animales
La fiesta donde más cosas se queman es, sin lugar a dudas, las Fallas. Pero el afán pirómano de los valencianos es lo de menos. Que los ninots no tengan ninguna gracia es lo de menos. Lo peor son los petardos. Petardos que se lanzan a cualquier hora. Los adultos lanzan petardos. Los niños lanzan petardos. Rita Barberá tira petardos:

¿Os parece el Infierno en la tierra?
Pues esperad a ver las fiestas pringosas, las de tirarse mierdas. Puede ser vino, como en la fiesta del vino en A Guarda (Galicia). Tomates, como en las tomatinas de Buñol (Valencia) y Tarazona (Zaragoza). O incluso una mezcla de harina, cola cao, huevos y alcohol como en los chupinazos de tooooodas las fiestas en Navarra.
Fiestas a las que nunca iré
¿Quién no ha fantaseado con nadar en un mar de gazpacho?
Casi todas estas fiestas están llenas de gente. Pero si hay una aglomeración que acojona es la que se produce en la romería del Rocío.
Almonte es un pueblo chiquito de Huelva con una ermita muy mona, toda blanca ella, en cuyo interior hay una figura de la virgen del Rocío. La tradición consiste en una romería que se puede realizar a pie o a caballo, se cruza parte del parque de Doñana y se acaba llegando hasta la ermita. Algo así como una excursión por la sierra, pero haciendo paradas para bailar y echarte cerveza en los pies:
Fiestas a las que nunca iré
Carmina Ordóñez reinventando la pedicura.
Una vez que los romeros llegan al Rocío esperan a la madrugada del lunes de Pentecostés cuando se produce el salto de la reja. Que no consiste en saltar una valla llena de pinchos como hacen los africanos para entrar en Melilla. Esto es más peligroso. Más de una vez la figura ha estado a punto de caerse. Y los niños se llevan en volandas y de mano en mano, como un rockero cuando, en medio de un concierto, se lanza a los fans, y todo con la intención de que toquen a la Virgen.
Fiestas a las que nunca iré
Pero todo esto no dejan de ser cafradas simpáticas, chiquilladas, comparado con las fiestas que consisten en hacérselas pasar putas a un animalico.
Manganeses de la Polvorosa (Zamora) es un pueblo de 700 habitantes que sólo ha salido en las noticias por su sana costumbre de lanzar una cabra desde el campanario y mantearla en las fiestas de los quintos (ese concepto tan de los pueblos). Pero Manganeses, además de tener un nombre maravilloso, ha sabido rectificar. Desde hace años ya no tira a la cabra por el campanario, sino que la pasean.
Luego tenemos la bonita costumbre de descabezar bichos. En Villamayor de Calatrava (Ciudad Real), lo hacían con pollos, aunque creo que ya no. En Lekeitio (Vizcaya) y el Carpio del Tajo (Toledo) prefieren gansos.
Pero ya sabéis que el bicho que tiene el dudoso honor de ser el más torturado es el toro. Lo lanzan al agua, lo persiguen, lo torean, lo lancean, le lanzan dardos... Pero no pasa nada, no está mal, no hay que sentirse culpable, porque es tradición, los quintos del pueblo se lo pasan pipa y trae mucho turismo a la zona. De entre las muchas barbaridades (no diré "burradas") que les hacen a estos pobres bichos, destacan dos.
Fiestas a las que nunca iré "Burrada" no es un término apropiado, porque los burros son buena gente, mirad qué cara de buena persona...
El toro de Coria (Cáceres), se celebra en San Juan y la tradición que hay detrás es preciosísima. En tiempos inmemoriales, incluso antes de Maricastaña, los cacereños no eran cacereños sino vetones. Es el siglo VIII antes de Cristo y los vetones tenían ritos relacionados con el solsticio y los toros. Puede que venga de esa época la leyenda que dice por San Juan se elegía a un joven del pueblo, para luego ser perseguido por todos los demás. Para su defensa contaba con un par de navajas pero solía morir, es lo que pasa cuando tú eres uno, y los demás son un huevo. El año que tocó al hijo de una importante dama del pueblo, ella lo cambió por un toro y de ahí la sana costumbre de soltar al toro por la plaza y lanzarle dardos. Cuando el animal cae, se le remata de un tiro y se le cortan los testículos. Pero no pasa nada, que ya lo dicen los taurinos que el toro no sufre. No tiene terminaciones nerviosas, se parece más a una lechuga que a cualquier otro mamífero.
El toro de la Vega es la fiesta más popular. En los últimos años se han multiplicado las protestas en contra de la tradición, pero Tordesillas se ha mostrado impasible. Defienden la antigüedad de la festividad, su valor cultural y antropológico. La celebración consiste en que los quintos, montados a caballo y armados con lanzas, persiguen a un toro hasta que lo matan. Algo antropológicamente fascinante, casi tanto como ver los sacrificios humanos de los aztecas. Una pena que esa tradición, también más antigua incluso que el toro de la Vega, no haya permanecido.
Puestos a hacer el cafre sugiero otros métodos, espectaculares y sin animales de por medio, como por ejemplo, el concurso de lanzamiento de azada, tirarse por una cuesta persiguiendo un queso o pasearse en taparrabos para conmemorar el festival del hombre desnudo, el Hadaka Matsuri.
Y vosotros, ¿a qué fiesta tradicional nunca iríais?


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