Santa María Novella es sin duda una de las iglesias más importantes de Florencia por su antigüedad, su relevancia histórica y por los tesoros artísticos que guarda. Observarla desde fuera ya invita a entrar gracias a su fachada de suma elegancia y belleza. Está ubicada sobre los restos de un pequeño oratorio del siglo IX dedicado a Santa María de la Viña. Su construcción se inició en 1049 pero quedó muy reformada al ser concedida a los frailes dominicos en 1221, de ahí su parte conventual. En ella se enterraron a muchos afectados de la peste negra de 1348 y Boccaccio desarrolló en uno de sus nichos un pasaje del Decamerón.
La fachada fue realizada bajo órdenes y trazas del gran arquitecto renacentista Leon Battista Alberti (1460-70) y, al igual que todas sus obras florentinas, fue financiada por Giovanni Rucellai, gran mecenas del momento. Alberti utilizó la fachada de San Miniato al Monte como referente y encontramos diversos paralelismos entre las dos construcciones. Éstos son la utilización de grandes volutas de transición entre el cuerpo central y los laterales, que ayudan a ocultar el tejado, la decoración de la superficie mural con cierto horror vacui a través de un sistema de arcos y rectángulos, el empleo de símbolos florales y solares y el mármol tricolor. Aunque cabe señalar que el rasgo marmóreo de la utilización de piedra blanca, roja y verde es característico de la ciudad desde la Edad Media pues lo encontramos en múltiples edificios como el Baptisterio, el Duomo o la Santa Croce.
También utiliza motivos ornamentales grecolatinos como los capiteles corintios con equino de ovas o el coronamiento con frontón. Bajo éste, decorado con un gran sol en el centro, se aprecia el nombre del mecenas Rucellai y la fecha de construcción. Las proporciones están bellamente cuidadas con la ayuda del rigor y la precisión de la geometría, por influencia de las leyes escolásticas que tanto gustaban a Alberti. En los luminosos días de verano, los rayos del sol inciden sobre el mármol blanco, quedando éste singularmente reluciente, lo que aporta más belleza si cabe a la composición. De una fachada primigenia de 1350, que había antes de la diseñada por Alberti, datan los nichos góticos que se prolongan por la pared oriental de la iglesia y por la del cementerio.
Al entrar al interior del conjunto la suntuosidad y la belleza nos siguen deslumbrando. La iglesia es gótica con planta basilical dividida en tres naves cubiertas por bóvedas de crucería. Tanto los nervios de las bóvedas como los arcos apuntados y los óculos alternan los colores verde, blanco y rosado, algo que sucede también en los claustros. En la basílica se pueden encontrar grandes obras de arte como el crucifijo de Brunelleschi en la capilla Gondi, el crucifijo de Giotto que vemos en la imagen inferior o la Trinidad de Masaccio, gran obra demostrativa de la experimentación de la perspectiva durante el Renacimiento. Destacan las capillas decoradas con frescos en toda su superficie formando diversos pasajes como la capilla Rucellai, la capilla Bardi, la capilla Tornabuoni o la capilla Strozzi.
La capilla Tornabuoni es la capilla mayor y está decorada con frescos de Domenico Ghirlandaio, realizados entre 1485 y 1490 con escenas de la vida de María y de San Juan Bautista, patrón de la ciudad. Fue encargada por Giovanni Tornabuoni, banquero y mecenas, muy cercano a los Médici. Por ello aparecen retratados en diversos pasajes tanto él como miembros de la familia Tornabuoni.
Cada una de las tres paredes de la capilla se divide en secciones horizontales con varias escenas. Esta división queda enmarcada por una arquitectura fingida. Rematan en una gran luneta que ocupa el tamaño de dos escenas rectangulares. La pared del fondo consta también de una vidriera polícroma realizada en 1492 por Alessandro Agolanti según un diseño de Ghirlandaio.
La capilla Strozzi es también de las más bellas con frescos realizados por Filippino Lippi entre 1489 y 1502, dedicados a la vida de San Juan Evangelista, patrón de la capilla y a la de San Filippo, por haber sido encargada por Filippo Strozzi el Viejo. En la pared derecha se observa en la luneta de la parte superior el martirio de San Felipe y en la parte inferior a San Felipe ante el templo de Marte en Hierápolis. En la pared izquierda el martirio de San Juan y la Resurrección de Drusiana de Éfeso. Y en la pared del fondo figuras alegóricas de la Fe y la Caridad, una vidriera también diseñada por Filippino Lippi, con la Virgen con el Niño y San Juan y en la parte inferior San Felipe. Detrás del altar se encuentra la tumba de Filippo Strozzi, el comitente, realizada en pórfido por Benedetto da Maiano a finales del siglo XV.
La zona conventual cuenta con magníficos claustros como el claustro grande, el claustro verde o el claustro de los muertos, así como la capilla de los Españoles. Se trata de la sala capitular, decorada con frescos de Andrea di Bonaiuto hacia 1365 dedicados a la gloria de la orden dominica y al triunfo de Santo Tomás. En el siglo XVI acudía a ella para la oración Leonor de Toledo, esposa del Gran Duque Cósimo I, y su séquito español, y por ello recibió el nombre de capilla de los Españoles. La riqueza de estos frescos reside en la vivacidad del color y en la riqueza de los detalles.
El claustro verde también posee un ciclo de frescos importantes. Se trata de la las pinturas que realizó Paolo Ucello hacia 1424 de la creación, la expulsión y el diluvio, incluyendo los pasajes de la historia del Arca, el sacrificio de Noé y la Eembriaguez de Noé. Fueron precisamente dañados terriblemente por unas inundaciones.
Este claustro es también un remanso de paz, con sus altos cipreses, una zona que invita a la contemplación, al pensamiento y a la tranquilidad. Resulta ideal para finalizar el recorrido y descansar un momento de la intensa saturación de arte que se produce en concreto en Santa María Novella y en general en Florencia, donde uno queda ciertamente obnubilado por el denominado síndrome de Stendhal.