En estos tiempos aciagos malditos por un virus que nos ha cambiado la vida en cada pueblo está a flor de piel el ansia de que todo vuelva a como era y nos contentamos con poder celebrar los actos populares de siempre.
Habrá sido el hambre de fotografiar todo lo que se ponga a tiro que a uno de repente le llega la sensación que en la normalidad hay algo más que tener en cuenta: que el pueblo es sabio, más de lo que parece, y que las manifestaciones de cultura popular nos hermanan más de lo que imaginábamos y desde luego mucho más de lo que algunos maquiavelos de vía estrecha quisieran.
Para muestra dos botones:
Primero, pratenses amantes del fuego en su vertiente más ruidosa y espectacular: Els Diables del Prat de Llobregat







Y segundo, un simple festival de fin de curso de una academia pratense de baile flamenco: de hecho, compendio de dos cursos, pues el año pasado, por el maldito virus, no lo hubo.
Muestran las jóvenes bailarinas lo que han aprendido: "mucho arte", decían algunas voces catalanas amantes del flamenco, manifestación que, contra el manido tópico, excede cualquier región territorial.






