Erase una vez un bebé llamado Javier. Era un bebé feliz porque tenía unos papás muy buenos, que lo cuidaban, lo mimaban y lo querían mucho.
Cada vez que Javi quería algo, simplemente lo pedía... eso sí, claro, a su manera... Pero se había fijado que sus papás no siempre acudían en cuanto empezaba a llorar. Como aquel día, que tardaban en aparecer.
Ya estaba a punto de ponerse a llorar más fuerte (será que no me oyen??), cuando miró a su alrededor y descubrió lo que pasaba...
Allí estaban sus padres asomados a la cunita de al lado, donde había una bebé preciosa llamada Sara, que también lloraba.
Sara había esperado pacientemente su turno, chupando su chupete y jugueteando con sus manitas para hacer tiempo. Ahora le tocaba su momento de protagonismo, claro que sí!! Y es que a ella también le encanta cuando sus papás la cogen en brazos, le cantan una canción o se la comen a besos.
¡¡Ayyyy!! ¿habrá algo más bonito que los cariñitos de papá y mamá?
Ese día, mientras los papás vestían a su hermanito mellizo, Sara le miraba con cariño desde su hamaquita mientras pensaba: ¿por qué nos estarán poniendo esta ropa tan elegante? A lo mejor es que hoy es nuestro bautizo...
Qué bien!! a ver si hay suerte y las chicas de Me tienes tarta! nos hacen unas galletas, de esas tan ricas, y las decoran con fondant, que siempre les salen preciosas!!