En respuesta a la solicitud de recetas con legumbres que me hizo llegar una amiga en Facebook, aquí les traigo una preparación verdaderamente simple de realizar, pero plena de gratificaciones. Esta receta gusta a vegetarianos y carnívoros por igual (eso sí: machacan y machacan pidiendo el agregado de un choricito o alguna carnecita, pero que la comen, la comen).
Por eso, hoy les propongo (redoble de tambores)...
La verdad sea dicha, esta receta comienza unas 12 horas (más o menos; tampoco es cuestión de andar con la alarma de aquí para allá) antes de preparar el guisito porque escogeremos 500 gramos de garbanzos (¡Sí, sí, aplicaremos el derecho de admisión y permanencia! Los que estén demasiado arrugados y empequeñecidos, o aquellos que tengan algún agujerito quedarán fuera de nuestro casting), los enjuagaremos en un colador con abundante agua y los dejaremos hidratándose en agua. Una vez que estén gorditos e hinchados de tanta zambullida, los colaremos y los pondremos a hervir por una hora (o más) en abundante agua fría hasta que estén casi listos (tiernos, pero todavía les falta un pellizquito de cocción). Los escurrimos y dejamos reservados hasta próximo aviso.
Y hasta aquí llegó el nosotros porque ya hemos preparado juntos la primera parte de esta receta. De ahora en más, te cuento que tendrás que seguir haciendo.
Cortá en cuadraditos pequeños 2 cebollas medianas, en cuadraditos no tan pequeños 4 zucchinis y en rueditas 300 gramos de puerros (o un manojo de ellos).
En una cacerola o guisiera, colocá las cebollas, rocialas con un hilo muy fino de aceite neutro y cocinalas en sus propios jugos, a fuego bajo, con sal, orégano, pimienta recién molida, una hoja de laurel y una pizca de tomillo. Cuando comienzan a ponerse traslúcidas, incorporá el puerro fileteado. Si hiciera falta algún líquido o te pareciera que necesita algo más de materia grasa, no sucumbas a la tentación de regar todo con aceite y, en su lugar, incorporá un chorrito de caldo de verduras casero (en caso que no tengas preparado, podés reemplazarlo por agua. Sí, sí, agua potable. Claro, no se compara con el saborcito del caldo de verduras).
Cuando los puerros estén menos firmes y se dejen llevar tiernamente por tu cuchara de madera, añadí la papa cubeteada y rectificá la sazón. Siempre cuidá que no se quede sin líquido el guisito porque sería la perdición y, en caso de necesitar, incorporá pequeñas porciones de caldo de vegetales (ése rico que preparás con zapallo, cebolla, puerro, apio, zanahoria, papa, y cuanta hortaliza se te antoje o tengas a mano, a fuego bajo, por varias horas y que te perfuma toda la casa de sabores y recuerdos). Digo pequeñas porciones porque buscamos enriquecer el sabor y la textura de nuestro guiso, pero no deseamos convertirlo en sopa de garbanzos (¡Y ya estoy haciendo causa común otra vez, hablando en nosotros! Pero, qué día...).
Pasados algunos minutos, añadí los zucchinis para que vayan cocinándose en los sabores. Hablando de sabores: cada tanto probá cómo marcha la sazón del guisito y rectificá los condimentos, si fuera necesario.
Por último, los protagonistas principales: sí, incorporá los garbanzos cuando todavía las papas y los zucchinis están cocinándose para evitar que la papa se convierta en puré.
Cuando los garbanzos estén tiernos por fuera y algo cremosos por dentro, el guisito estará listo para descansar unos minutos antes de lucirse en tu mesa. Entonces, una vez que apagues la hornalla, porque todo se encuentra en su punto óptimo de cocción, tapá la olla o guisera y dejá descansar el guisito por unos 5 minutos. Esto permitirá que los sabores se potencien y realcen.
Serví porciones generosas y... a disfrutar de un guisito a prueba de inviernos, que no tiene nada que envidiar a parientes que incluyen carnes.
Un último detalle: los garbanzos son excelentes aliados para contribuir en el descenso del colesterol malo. Por ello, son muy importantes en la salud del corazón y las arterias.¡Bon appètit! Hasta la próxima.