Revista Ilustración
Foto tomada del diario El Mundo.
Me han regalado un Kindle. Es una buena herramienta para fomentar la lectura. Revisando páginas y foros he conseguido algunos libros. Entre todos ellos, he vuelto a leer La destrucción o el amor, de Vicente Aleixandre. Es un libro especial para mí, un libro que no voy a reseñar ni a criticar ni a comparar siquiera. Se trata de un libro de esos a los que me gusta volver de vez en cuando, en silencio, acompañado de un café y de un poco de música. Puede que éste sea el libro por el que comencé a escribir poesía o con el que me animé a comprar aquella antología poética de Claudio Rodríguez ya destrozada a base de notas y subrayados. Los inicios siempre son clásicos, tal vez por la manera en la que se ha constituido la enseñanza de la literatura en España o puede que por simple necesidad. He necesitado un Kindle y esa sensación de robo y usurpación que permite Internet para regresar a este libro que yace en papel en el fondo de los anaqueles de la casa de mis padres. Un ejemplar pésimamente editado, regalo de El Mundo en una de esas colecciones de principios de siglo. Ahora con Kindle estoy volviendo a leer clásicos, aunque este término suene peyorativo en ocasiones, me resulta tremendamente atractivo empapar mis ojos en Dámaso Alonso o Luis Cernuda, por poner sólo dos ejemplos. Limpiar la mirada de tendencias y modas, de la velocidad de las vanguardias, es una necesidad importante, una obligación para alguien que pretende mejorar y mejorar en una línea poética definida y marcada por la heterogeneidad de lecturas. Esto es mejor que lo cuente en otra ocasión. Kindle mola, sí. Yo ya estoy recomendándolo por ahí.