Alguna vez bromeé diciendo que pedir la cuenta y un guardia cojo era un recurso que se había derogado en algún BOE de algún año entre el año 85 y el 87 o algo así. Era mentira, sigue vigente.
De las frases hechas con las que normalmente nos agasajan los clientes a los camareros, esa es de las que más me ha desconcertado siempre.
Es cierto que la sigue usando mayoritariamente la clientela de una franja de edad entre la mediana y tercera edad, pero se sigue usando y goza de buena salud, lo cual me extraña porque, si bien puede que fuera ingeniosa las tres, cuatro o incluso cien primeras veces, con el paso de los siglos creo que a pasado a ser un recurso manido y me atrevería a decir que carente de sentido e incluso un poco ofensivo. Ofensivo para el camarero en cuestión, ya que es un reconocimiento expreso de la inminente comisión de un “sinpa” e incluso para el guardia cojo de turno al que tampoco le hará gracia que se rían de su discapacidad mientras intenta alcanzar a los malhechores.
Por eso, y por el bien común, de clientes, camareros y cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, he decidido hacer aquí una recreación dramatizada de la situación:
Imaginen la escena:
Una mesa con unos seis comensales termina de comer y uno de ellos, ejerciendo de portavoz, pide la cuenta y un guardia cojo. Mientras lo hace, comparte miradas y risas con el resto de sus compañeros de mesa orgulloso del chascarrillo. Entonces, a los 45 minutos, más o menos, aparece el camarero efectivamente con la cuenta en la mano y acompañado de un guardia cojo. Para añadir dramatismo digamos que al guardia le quedan dos días para jubilarse (como en las películas).
Evidentemente, los comensales no saben qué hacer ante semejante corte pero, hecha la gracia, deciden salir corriendo calle abajo sin pagar la cuenta y perseguidos por el pobre policía que no atina a alcanzarlos. Entonces el camarero, que por estadística perfectamente podría ser runner ( 9,85 de cada 10 personas lo son), atrapa a alguno de los comensales y le constriñe a pagar el montante de la comida si quiere que lo deje seguir su camino. Éste, avergonzado, lo hace. Fin de la escena.
Ridículo ¿verdad? ¿Realmente queremos que este sea el último recuerdo del guardia tras tantos años de servicio? ¿Creen que es de recibo que el camarero runner, se arriesgue a lesionarse al salir corriendo así en frío y perderse un trail próximo? ¿Quieren verse en esa situación tan dantesca en mitad de una concurrida calle?
Ya saben, dejemos de pedir, por favor, la cuenta y un guardia cojo. Es mucho más digno pagar directamente la cuenta como personas honradas o levantarse de la mesa e irse sin pagar, sin anunciarlo, lo que es un “sinpa” de toda la vida.