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La derrota cuesta caro en Corea del Norte

Publicado el 03 agosto 2010 por Marianofusco

La derrota cuesta caro en Corea del Norte

Pese a haberse quedado afuera del Mundial en los cuartos de final y con una goleada afrentosa, una multitud de fanáticos -queda a criterio de cada uno si hubo alguna incentivación monetaria de por medio- fue a regalarle a la Selección argentina de Diego Maradona una recepción afectiva y cálida como hace rato no recibía un seleccionado que se volvía sin cumplir el objetivo. Para algunos, fue la celebración del fracaso. Donde sí no se festejó el fracaso (predecible) fue en Corea del Norte. Y el precio por haber salido último y perder todos sus partidos, incluyendo una paliza de 7 a 0, fue un castigo que consistió en soportar estoicamente más de seis horas parados como estatuas, en el Palacio de la Cultura popular, los insultos, escupitajos y demás ofensas de unas 400 personas que los agraviaron.

La infracción que cometieron fue “Traicionar la confianza del Querido Líder y de la patria”. El Querido Líder, como lo apodan, es Kim Jong-il, el dictador que mueve los hilos del país, pese a que Corea del Norte es una República Popular Democrática. Era sabido que, pese al regreso a un Mundial tras 44 años, Kim Jong-il no iba a dejar pasar fácilmente un paso degradante por África.

Salvo algunos confiados, pocos tenían confianza en que los asiáticos, enmarcados en uno de los grupos más complejos del Mundial, junto a Brasil, Portugal y Costa de Marfil, pudieran presentar batalla en Sudáfrica. Consciente del riesgo que sería transmitir en vivo una tunda de los brasileños, lo cual sería considerado propaganda negativa para el regimen de Kim Jong-il, se decidió no pasar el encuentro en directo. Justamente contra la Canarinha, Corea del Norte jugó su encuentro más digno, apenas cayendo por 2 a 1 y sin dejar una mala imagen. Debido al decoroso rendimiento contra los de Dunga y al entusiasmo que había en suelo norcoreano, se optó por emitir el choque contra Portugal. La primera transmisión deportiva en directo que disfrutarían los norcoreanos. La respuesta no fue la esperada: descalabro 7-0. Fatalidad total. Y para completar la casilla de derrotas, se perdió 3-0 frente a Costa de Marfil. Junto a Camerún, los equipos que cayeron en todas sus presentaciones.

“Sólo es un partido más, no existe ese tipo de cosas. No hay castigo“, había pronunciado An Yong Hak. “No habrá ningún escarnio, eso es una fábula”, también describía Tae-Se, más conocido como el Rooney asiático -el que lloraba durante el himno-, tras la última derrota. Los dos nacieron en Japón y son los únicos que se salvaron de la afrenta, porque ni siquiera volvieron al país, ya que juegan en el exterior.

Pero peor que los jugadores la debe estar pasando el entrenador Kim Jong-Hun, quien, además de comparecer junto a sus dirigidos, fue destinado a trabajos forzados en una construcción y desafiliado del Partido de los Trabajadores, lo cual conlleva aun más deshonra. Además, los futbolistas (coaccionados) debieron culparlo por el mal rendimiento demostrado. Durante sus conferencias de prensa mundialista, siempre había estado vigilado de cerca y se advertía que no respondería ninguna pregunta relacionada a la política. Ni siquiera hubo enviados especiales o periodistas para cubrir su participación.

No es la primera vez que que pasa. En 1966, y pese a que Corea del Norte dio la sorpresa al llegar a los cuartos de final de aquella Copa del Mundo, el antecesor de Kim Jong-il, su propio padre Kim il-Sung -fallecido pero declarado presidente eterno-, también hizo escarmentar a los jugadores de aquel plantel por “haberse aburguesado”. Fue incluso peor. Realmente, no se les perdonó que hubieran comenzado ganando por tres goles y terminaran perdiendo contra Portugal (la gran bestia negra, al parecer) 5 a 3. Seung Zin Pak, por caso, fue enviado a un campo de concentración, en el que debió sobrevivir a base de insectos. Otros, en cambio, como Doo Ik Pak, autor del histórico gol a Italia en ese certamen, niegan que eso haya sucedido y comentan que fueron promovidos a altos cargos militares. En Corea del Norte, la derrota se paga caro.


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