El primer día de clase, la profersora les preguntó a sus alumnos de 6 años de edad: “¿cuántos de vosotros habéis tenido problemas por no prestar atención en clase?” Y todos los alumnos levantaron la mano. Luego les preguntó: “¿Y a cuántos de vosotros os han enseñado a prestar atención en clase?”
Nadie levantó la mano.
Es difícil hacer un balance de la educación a modo personal, no podemos decir que la medida sean las notas obtenidas en la universidad o tendremos que esperar al retiro para hacer dicha evaluación. Lo que si tengo muy claro es que quienes tenemos hoy unos hijos que más adelante irán a la universidad, no estamos muy seguros sobre el tipo de educación que deben buscar.
Recuerdo que en mi época de estudiante se me dijo una y otra vez que estudiara una buena carrera, consiguiera un buen empleo y que esa era la clave; a mis hijos no les diría tal cosa ya que las reglas han cambiado totalmente. Yo he tenido que afrontar la vida con una educación diseñada para la era industrial y se me ha preparado a conciencia para ser un elemento más del sistema. Mis hijos tienen que afrontar la era de la información y el tipo de educación que yo he recibido no les servirá a ellos para nada.
El sistema educativo que tenemos no ha cambiado en todos estos años, y sin embargo ahora las cosas son completamente distintas. La era de la información implica que las cosas cambian todos los días; de un día para otro las cosas y los conocimientos se hacen obsoletos. La ley de Moore lo explica claramente: La cantidad de información se duplica cada 18 meses, es decir que en sólo un año y medio debemos volver a aprender casi todo de nuevo.
Hoy los chicos se tienen que preparar para el cambio, no para un empleo que les durará toda su vida. Para nadie es un secreto que quienes más dinero ganan son algunos atletas, o algunos artistas y que los profesionales (médicos, ingenieros, etc) ya no ganan como ganaban hace años.
Hoy veo con asombro como los políticos hacen promesas acerca de salvar el sistema de bienestar social, y pocas cosas tengo tan claras como esta: Cuando los políticos hacen promesas de salvar algo es porque eso que se proponen salvar ya se ha perdido de antemano. Está claro que mis hijos ya no tendrán el respaldo social que hemos tenido los de mi generación y por ello deben estar preparados de una forma distinta a como yo me he preparado.
Probablemente dentro de poco habrá que pujar en internet por un empleo y quienes deseen uno de esos empleos de más de un año de duración seguramente tendrán que aceptar un sueldo muy bajo a cambio. La educación es esencial hoy, y siempre lo ha sido, pero hoy no sirve esa educación que se ha venido dando todos estos años, hace falta algo nuevo.
Existen tres tipos de educadores: Los que trabajan para que la educación cambie; los que no quieren que cambie (se oponen a todo lo nuevo) y el tercer tipo son aquellos a los que les da igual si cambia o no, ya que lo único que les preocupa es su empleo y su sueldo. Esta situación personal de los educadores sumada a la de las entidades gubernamentales que están interesadas en que los engranajes del sistema sigan girando como hasta ahora, hacen que la educación hoy día sea un desastre.
La educación que necesitan nuestros hijos ha sido catalogada como educación prohibida, al tiempo que para la mayoría de gobiernos mundiales la educación no es una prioridad. Desde mi punto de vista, el acceso universal y gratuito a la educación debería ser un derecho fundamental, y ubicado en los primeros lugares al lado del derecho a la vida, al trabajo y a la salud. Creo que cada padre tiene esto muy claro y lo desea para sus hijos, y sin embargo no parece tenerlo tan claro a la hora de luchar por defender tales derechos fundamentales.