Revista Vino
Antes de que la ley seca se adueñara de mi cuerpo y dejara mi cabeza en estado de iluminación permanente (esto del té verde como bebida principal es para estudiarlo, vaya), he tenido ocasión de hacer una de las cosas que más me gusta: hacer ver que cato con educación, pero bebiendo sin dilación lo que más me gusta de lo que tengo a mano. Miro la fecha de mis notas y casi me estremezco: hace más de un mes, Julien (Part dels Àngels) convocaba a amigos y clientes, a una sesión intensiva de cata de algunas novedades destacadas. Sin más: aquella tarde, yo me tragué el Côtes du Jura Les Chassagnes 2008 de Philippe Bornard (con el recuerdo de la flor, pero con una combinación de finura y energía tremendas: el recuerdo de la mimosa, ácida pero con algo de madurez); el Morgon Vieilles Vignes 2011 de Jean-Paul Thévenet (muy serio, sin dramatismos ni florituras, cereza y flor de violeta de impresión); el Croze-Hermitage 2011 de Dard&Ribo (maduro, aceituna negra muerta, rústico, tomate maduro deshidratado, para volver y volver) y el Cour-Cheverny Les Châtaigniers 2011 de Hervé Villemade (un romorantin en pureza de una rusticidad y una acidez muy atractivas).
Y de los Lapierre, Marie y Mathieu (hijo de Marcel), tomé dos copas (2) de este Lapierre Morgon Nature 2012. Siendo la técnica la que el padre aprendió de niño (la maceración semicarbónica tradicional del Beaujolais), inspirada en los preceptos del "vin fin" de Jules Chauvet, la única diferencia entre el Nature y el Tradition de Lapierre son los sulfitos. El que me tiene el corazón robado lleva sólo los sulfitos propios de la fermentación alcohólica. Tener, una vez más, la ocasión de probarlos juntos y entender, de nuevo, que el que no lleva SO2, el Nature, me gusta mucho más, casi no tiene mérito. El Nature es un vino más profundo, más sincero, huele a fruta, huele a vino auténtico. Cerezas que crujen en tu boca, acidez muy bonita, facilidad y alegría en el trago, delicada pimienta roja, jovial y locuaz, jarabe de grosella, golosina de la niñez, brezo y zumo de granada. Es un vino de manantial que entronca con una tradición (Lapalu, Pacalet, Thévenet, Stéphane, Breton, Brun, Ducroux, Foillard) en la que todos deberíamos beber. He estado tentado de hacer una comparación con este otro vino, que tomamos con unos amigos hace poco (y que es pura emoción y energía), pero no, todavía no. Mathieu todavía no ha llegado ahí. Al tiempo...