Pues bien, resulta que el día 1 de noviembre de 2017 (hace poco más de un añito), después de más de un año de lucha, obras y papeleo, al fin abrí las puertas de "Llebrés", una pequeña pastelería en el centro de la ciudad de Salamanca. Allí elaboro a diario dulces, pasteles y tartas por encargo.
Dicen que cuando algo se te pasa rápido es porque lo has disfrutado. Y a mí, este primer año se me ha pasado en un suspiro. Ha habido días, semanas y meses agotadores, en los que no he parado más que parar dormir y nadar (tengo que estar realmente mal, prácticamente arrastrándome por el suelo o tener una cantidad de curro inabarcable para sacrificar mi horita diaria de natación; me he convertido en una adicta a este deporte). Pero como bien se dice por ahí "sarna con gusto no pica...", y yo estoy más que satisfecha con la extraordinaria acogida que ha tenido mi proyecto. Todo el sacrificio y las horas de cansancio y sueño merecen mucho la pena, porque este trabajo es uno de los más gratificantes que puede haber. Os lo aseguro.
Confieso que me daba pavor pensar que fuera a resultar un fracaso estrepitoso, pero afortunadamente he podido salvar este primer año, y espero que sea así por muchos más. Pero no he hecho nada extraordinario. Si estos primeros doce meses han sido tan geniales ha sido gracias a todos los clientes que han confiado en mí para endulzar sus celebraciones. Lo he dicho infinidad de veces a lo largo de este tiempo, pero no me cansaré de repetirlo jamás: mil millones de gracias a todos por hacerlo posible. Siempre lo digo, pero es totalmente cierto: y es que sin vosotros, esto no tendría sentido. Además, me ha permitido conocer a gente MARAVILLOSA que, de otra manera, dudo mucho que hubiera podido llegar a conocer.
Red velvet de dos pisos ¡¡¡con muchas frutos rojos!!!
Reconozco que el hecho de no haber contado nada antes a través de este medio ha sido porque estaba plenamente convencida de que tendría tiempo de escribir algún que otro post. Era consciente de que me sería muy complicado actualizarlo dos veces por semana -tal y como hacía últimamente-, pero, al menos, ¿un post a la semana...?, ¿uno al mes...?
Pero al final, nada... Poner en marcha la pastelería me ha absorbido por completo.
Hasta el día de hoy. Un año más tarde...
Mientras hablaba con un amigo sobre mi fobia a verme en vídeo, recordé el vídeo-tutorial de los cupcakes-araña, e inevitablemente, salió en la conversación mi blog. En un ratito libre, escribí la dirección en la barra de búsqueda del navegador, y accedí. Fue como retroceder en el tiempo. Di un repaso a las últimas recetas, leí los primeros párrafos de algunos posts, observé las fotos... y os prometo que a medida que lo hacía se me saltaban las lágrimas. El trabajo, el esfuerzo, las ganas y el corazón que hay en cada una de las entradas no merecen que los abandone a su suerte. Es por esto que, ahora que tengo el negocio más organizado... ¡¡¡volveré a publicar recetitas por aquí!!!
Si me seguís en Instagram, sabréis que llevo unos cinco meses subiendo una receta cada lunes. Hasta ahora, todas han sido saladas, y muy pocas, de pastelería. Y es que estoy tan saturada de dulce, azúcar, masas y horno, que cuando llego a casa, lo último que quiero es meter las manos en los tarros de la harina y el azúcar. Por eso no aseguro que vaya a haber muchas entradas dedicadas a la repostería =S. Y la frecuencia será, al menos, de una entrada cada semana o cada quince días. Eso lo iré viendo. Espero no defraudaros, y que las recetas os gusten muchísimo.
Un millón de besos.
Hasta muy pronto, queridos.