GUÍA RÁPIDA PARA SABER USAR UN DECANTADOR
Además de decorativos, son muy útiles si se emplean adecuadamente
El decantador, jarra decantadora o
garrafa de decantación, es un accesorio muy útil tanto para el profesional como
para el simple aficionado al buen vino, que quiera servir una copa en las
mejores condiciones posibles.
Resulta sorprendente como puede
llegar a mejorar un vino tras el empleo adecuado del decantador. Un vino que a
priori no pasaría del aprobado justo o incluso estuviera pidiendo a gritos un
poco de gaseosa, se puede convertir en un vino espectacular que será recordado
durante mucho tiempo, sólo con seguir unas sencillas normas que después
enumeraré.
Lo
primero será diferenciar las tres acciones que se pueden llevar a cabo con un
decantador:
- Decantar.
-
Airear.
-
Jarrear.
- DECANTAR en nuestro caso será
separar el vino de los posos que pueda
contener. Por norma general, un vino que lleve embotellado más de 7 u 8 años
(ahora con la moda de los vinos sin filtrar aparece mucho antes), va a empezar
a ceder materia en suspensión, es decir, va a comenzar a aclarar su color y a perder
opacidad debido a la sedimentación de materia colorante que se va a solidificar
y a depositar en el fondo de la botella, o en un lateral si ésta se ha
conservado correctamente en posición horizontal.
Una vez la hayamos sacado de la
bodega, la manipularemos lo menos posible para evitar la agitación de los posos
y procederemos a la decantación propiamente dicha. Para ello eliminaremos por
completo la cápsula (funda de estaño, aluminio o plástico que cubre el cuello y
el tapón), descorcharemos y a continuación, poniendo sobre la mesa un foco de
luz vertical (vela, linterna, bombilla), se procederá a verter el vino desde la
botella al decantador, de manera que la luz incida directamente sobre el cuello
y hombros de la botella, para que mirando
desde arriba, vayamos viendo el vino que sale de ésta. En el momento en que
comencemos a observar algunas partículas en suspensión pasar por el cuello de
la botella, pararemos el trasiego y desecharemos el vino que quede en ésta.
- AIREAR es hacer que un vino que
lleva muchos años en la botella y que tiene muchos aromas reductivos (a
cerrado), se oxigene y respire para que esos aromas de reducción, algo
desagradables, no se apoderen del conjunto olfativo. Esta operación se puede
hacer independientemente de la decantación, ya que hay multitud de vinos que no
contienen posos pero si necesitan una aireación.
En este caso se trasvasará el vino
de la botella al decantador de forma lenta y suave, dejándolo deslizar por las
paredes del decantador y se procederá a girar suavemente varias veces el vino una
vez dentro, dejándolo reposar y airearse un mínimo de 30 minutos y un máximo de
90. No soy partidario de hacer aireaciones demasiado largas, porque prefiero
que el vino evolucione en la copa y se vaya expresando entre sorbo y sorbo, una
vez que haya dejado esos primeros aromas desagradables en el decantador.
Puede haber casos puntuales en los que
se requiera una aireación mucho más prolongada. Recuerdo un caso que me ocurrió
con un Chateau Bel Air del 1.998 que llevé hace unos meses a una cata entre
sumilleres amigos. Después de una hora de oxigenación, se desechó por
defectuoso, teniendo nuestra anfitriona la feliz idea de guardar el vino y
dejarlo reposar durante unos días para comprobar su evolución. El resultado fue
que a los tres días, el vino había cambiado por completo y se presentaba en
plenitud de facultades. Exceptuando algún caso anecdótico como éste, con una
hora y media suele ser suficiente.
- JARREAR es hacer que un vino joven
que lleva muy poco tiempo en la botella, pierda ciertos aromas agresivos y
potentes que ha adquirido durante su embotellado y que la premura en descorcharlo
ha impedido que se diluyan con el tiempo de forma natural. Suelen ser aromas
derivados del sulfuroso que se añade al embotellar como antiséptico y
conservador del vino y que tiene un desagradable olor a azufre en el mejor de
los casos y a huevos podridos en los más
extremos.
Para jarrear procederemos a
“arrojar” el vino desde la botella al decantador a cierta altura (20
centímetros son suficientes, no hay que “escanciar” el vino como si fuera sidra),
de manera que éste rompa contra el fondo del decantador. Con este vertido
enérgico se produce una ruptura aromática que provoca la desaparición de esos
aromas desagradables.
Tener un decantador en casa es una buena
inversión para un amante del vino y como hemos visto, la mecánica de estas
operaciones no es nada complicada. Con un poco de práctica se puede convertir
en un acto cotidiano para cualquiera que quiera disfrutar de un vino en su
plenitud de condiciones (siempre y cuando el vino lo necesite. Tampoco es plan
de ir decantando todos los vinos que tomemos, como he visto hacer en ciertos
restaurantes, donde indefectiblemente de que lo necesiten, los vinos que exceden
de cierto precio pasan por la ceremonia de la decantación, en muchos casos para
mero goce visual del cliente).
Respecto al modelo y a la forma del
decantador, para empezar recomiendo un modelo único para las tres operaciones.
Este debe tener una base ancha y plana, una boca amplia y a ser posible un asa
lateral que nos facilitará enormemente la labor de servir el vino en las copas.
Después con el tiempo si se desea se podrán adquirir otros decantadores más
especializados en los vinos a tratar o en la operación a realizar.