Revista Cine

Los atracadores (España, 1962)

Publicado el 09 diciembre 2011 por Manuelmarquez

Los atracadores (España, 1962)
SINOPSIS ARGUMENTAL.-
Vidal Ayuste, un niñobien, hijo de un prestigioso y acaudalado abogado barcelonés, llevauna vida indolente y no encuentra estímulo alguno en la molicie ycomodidades cotidianas. Aburrido y hastiado de todo lo que le rodea,decide buscar alicientes peligrosos para su existencia, y, para ello,monta una banda de atracadores, para la cual captará a dos muchachosde condición humilde, el “Compare” y el “Cachas” , que seconvertirán en los secuaces de sus correrías. Lo que comienza comoun divertimento delictivo de poca monta se va complicando cuando losgolpes van adquiriendo dimensiones mayores, y empiezan a surgir lostemores y remordimientos, agravados por las pretensiones de Vidal detrabar relación con Isabel, la hermana pequeña, y un tanto ingenua,del “Cachas” Ramón, que se opone a esa relación, dado que la vecomo un divertimento más para el señorito. La tensión vacreciendo y terminará por estallar en un final de dimensionesabsolutamente trágicas.
RESEÑA CRÍTICA.-
Sólo desde suubicación periférica –en esa Barcelona bastante menos pacata ypudibunda, y bastante más abierta y cosmopolita, que su Madridcoetáneo-, se puede entender sin dificultad el que, a principios delos años sesenta, se pudiera hacer en España una película con losperfiles y connotaciones que nos presenta esta estimable obra deRovira Beleta, Los atracadores:tan estimable como para permitirle el acceso a un festival deprimerísimo nivel, como es el de Berlín (tampoco hubo de ser ajenoa ello el hecho de que, encabezando su reparto, figurara una jovenfigura alemana, Pierre Brice, por aquel entonces aún muy verde, peroque habría de cuajar una carrera bastante extensa y exitosa en supaís de origen).
Rovira Beleta ya se hallaba al borde dela cincuentena cuando abordó la realización de esta película, y sucarrera previa ni había sido muy amplia (aparte de sus trabajos comoasistente de dirección en los años 40, sólo había firmado sietepelículas anteriores a ésta) ni particularmente brillante; pero conLos atracadores dio muestras de una capacidad y una valíabastante superiores a las que cabría suponerle a tenor de suspropios precedentes, y que posteriormente se vería refrendada conalgunos títulos de indudable interés.
Los atracadores no resultaespecialmente audaz desde un punto de vista formal: su realizaciónse atiene a los cánones más convencionales del lenguaje fílmico,y, quizá como único punto especialmente reseñable, quepa destacarel de su dirección artística, que igual aprovecha sabia eintensamente escenarios naturales variados, aunque con especialpredominancia de la ambientación urbana –se desarrollan casi todosellos en la ciudad de Barcelona, profusamente mostrada a lo largo delmetraje-, como decorados interiores perfectamente conseguidos, y quemarcan de manera significativa las (tremendas) diferencias socialesen que se mueven los tres integrantes de esta tan peculiar banda.
Donde radica el verdadero interés dela película es en el planteamiento de su trama, que abordaconflictos humanos de distinta naturaleza, desde los socio-económicos(y es ahí donde esboza sus aspectos más críticos, aunque talcrítica se haga con sordina), que se dibujan en el abismo de claseque separa a los miembros de la banda, abismo bajo el cual se valarvando un odio y desconfianza soterrados que hacen que elequilibrio de la relación siempre sea muy inestable (elemento queaporta un tremendo suspense a la historia: ¿cuándo se romperá unhilo tan delgado...?), hasta los morales, ése continuo batallarentre el bien y el mal que se desarrolla en la conciencia de cada unode los dos parias que secundan, con una mezcla de fascinaciónembobada y resignación fatalista, las correrías de ese psicópatadesahogado que atiende al nombre de Vidal, el prototipo del niñobien, que no está dispuesto a admitir una negativa ante ninguno desus caprichos. Son esos conflictos, y las tensiones que generan, losque dotan a la historia de una consistencia y una densidad casiasfixiantes, sin necesidad de recurrir a una especial sordidez deepisodios y situaciones, y hacen de la película un recorrido encrescendo, cuyo final –si le “perdonamos” la componente demoralina que implica el tremebundo castigo que se impone a losprotagonistas: una suerte de concesión tributaria del guionista alas exigencias judeo-cristianas más ortodoxas...- marca un clímaxperfectamente acorde con todo el desarrollo anterior. Particularmentesobrecogedora esa secuencia final, de la cual evitaré entrar endetalles, pero que deja un nudo en el estómago difícil de disolver(y, puestos a dar alguna pista, todos aquellos que hayan visto Elverdugo, de Berlanga, tienen aquí una oportunidad de ver unavisión sin el más mínimo punto de edulcoración cómica de la penade muerte...).
Quizá hubiera sido el resultado finalmás brillante si Rovira Beleta hubiera contado para dar encarnaduraa los personajes de su historia con actores de mayor calidad: lostres protagonistas (el ya mencionado Pierre Brice, Julián Mateos–que posteriormente se convertiría en un afamado galán enproducciones de medio pelo- y Manuel Gil –un futuro secundario decarrera vacilante-) hacen un trabajo digno, e incluso, en algunassecuencias particularmente intensas, echan el resto y consiguen dar asu trabajo una brillantez superior (es el caso de Manuel Gil en lasecuencia final: la expresión de su rostro adquiere un dramatismobastante conseguido), pero sus prestaciones quedan lejos de las quehubieran podido conseguir intérpretes de más valía, dadas suevidentes limitaciones: agarrotados en ocasiones, sobreactuados enotras, el film les viene un tanto grande, y, con ello, lastran engran medida el nivel del producto que vemos en la pantalla.
No obstante, y en resumidas cuentas,nos encontramos ante una película sorprendente y que, salvo en elcapítulo interpretativo, tiene poco que envidiar a dramas desuspense pergeñados en cinematografías más potentesindustrialmente –y con mayor tradición en el género- que lanuestra: eso es lo que la convierte en una rara avis, de la que sedebe disfrutar con fruición e intensidad.

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