Barranquilla es una de ésas perlas perdidas del Caribe, colocada geográficamente en tierra colombiana pero con un significado tan profundo, visceral e interno que no concibe de banderas ni nacionalidades, está más allá de esas barricadas imaginarias, insulsas, tontas. Es su paisaje, el puerto, espacio vital en el comercio, aquella primera imagen que contemplaron los inmigrantes procedentes de Europa y otros destinos, cuando expulsados cada uno por su realidad decidieron probar suerte en la América. Barranquilla los adoptó y desde allí, con los pies en la tierra, se transformaron en barranquilleros, tomaron cada partecita de la escenografía como propia. Barranquilla es su carnaval, esa fiesta folclórica que abarca todos los ritmos que emana Colombia, esa parte de la Costa Caribe, tan dulce, especial; la frescura y belleza de sus mujeres hipnotizándote con su simpatía instantánea; la alegría compartida de pertenecer a una tradición con más de 100 años de existencia. Visitantes y propios, aunados, en millones, que se reúnen simplemente para liberar el sentir íntimo, refrescar esa espiritualidad perdida por la rutina. El carnaval de Barranquilla, considerado Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad por la Unesco en 2003, forma parte del decálogo de espectáculos, como puede ser un Boca-River, que todos deberíamos vivirlo al menos una vez en la existencia terrenal. Antes del sobretodo de madera, juntate unos mangos y andá. Te avisé.
Libertad, libertad.
Barranquilla respira una historia que sabe de resistencia, una acumulación de relatos, voces, murmullos que comprenden el significado de una lucha por la emancipación, de no dar el brazo a torcer así porque sí. Un aroma latinoamericano, tan particular que parece reflotar en estos nuevos tiempos. Esta ciudad, narran los cronistas, supo durante las Guerras de Independencia ser un enclave vital en la causa libertadora, ése puerto, ése pueblo comprendió la importancia de insubordinarse a lo vigente, avanzar a la libertad como fuese, sin titubeos y con determinación.
Cuna de la Selección Colombia
Barranquilla saborea fútbol en sus cuatro puntos cardinales, en la extensión de cada uno de sus 1.541 km2 que constituyen su armazón. Fue el lugar que cobijó a la Selección Colombia en las Eliminatorias a Italia 1990, EEUU 1994, Francia 1998, Alemania 2006 y los dos partidos –Venezuela y Argentina- que disputó en las actuales para Brasil 2014. El estadio Roberto Meléndez, con capacidad para 49.612 espectadores, disfrutó de esos elencos desbordados de técnica, con el Pibe Valderrama como estandarte, en esa revolución futbolística que desmadró el chato mapa sudamericano de la década del `90, con Higuita, Álvarez, Rincón, Valencia, Asprilla, etc.
Junior: una historia argentina para contar.
La identidad futbolera de Barranquilla habla mayoritariamente de Junior, fundado en 1924, un equipo que participó en varias Copa Libertadores, algunas con repercusión positiva, otras no tanto, pero que mantuvo con el transcurso del tiempo una actuación destacada en los certámenes colombianos. Barranquilla FC y Universidad Autónoma del Caribe Fútbol Club, ambos en segunda división, completan el podio de equipos de la ciudad. Junior, denominación abreviada de Corporación Popular Deportiva Junior, último campeón de la Liga de Colombia, cuenta con siete títulos locales (1977,1980, 1993, 1995. 2004, 2010 y 2011) y es, sin dudas, el conjunto con mayor jerarquía de la Costa Caribe colombiana. Narra la leyenda que Aurelio Roa, quien formó parte en la creación de esta institución, denominada inicialmente como Juventud Infantil, quiso agregarle la palabra Junior en homenaje a ese fantástico equipo de Boca Junios que en 1925 realizó una gira por Europa con el goleador Roberto Cherro a la cabeza. En tono anecdótico, Junior se dio el gusto que el eterno Garrincha jugara un partido con su camiseta (1967) y que en 1976, otro fenómeno como Juan Ramón Verón también vistiera sus colores.
Barranquilla, esa palabra con una sonoridad tan especial, que repiquetea en el paladar y nos trae a la mente su belleza, su atractivo único, un ritmo carnavalero que no deja de escucharse, que suena, suena y suena para seguir manteniéndola en la mente. En el fútbol, hay otra excusa para conocerla.