Imagen de Kerstin Riemer en Pixabay
Meapilas. Me encantaría saber, amigo lector, si esta palabra es tan popular en la península como lo es en la Vieja Castilla, sobre todo para los que tenemos más de 40, y hemos vivido inevitablemente parte de nuestra vida en los pueblos castellanos. Aún hoy, es una palabra que genera cierto rechazo, pero que muchos hemos oído muy de cerca alguna vez, como si enunciarla fuera mirarse a un espejo. ¿Qué chaval castellano de los 80 no se ha visto obligado por sus familiares a ir a la misa del domingo en el pueblo? Los castellanos siempre hemos sido vistos como gentes temerosas de Dios, y aunque en otras latitudes las expresiones religiosas son mucho más exageradas, en Castilla la procesión va por dentro. Aunque uno no sea creyente, siempre he respetado al que lo es, aunque rozase el ámbito de ser un auténtico meapilas.
De meapilas también sabe mucho el alma mater de este vino rosado del Arlanza, elaborado por el ingeniero agrónomo Andrés Septién, y no solo por sus recuerdos, sino también porque de un meapilas trata su libro “Lo que llevamos dentro“, publicado por Ed. Círculo Rojo en 2019. Este thriller mesetario rescata nuestros recuerdos infantiles y juveniles, situando la acción en un pueblo sin nombre, pero que perfectamente puede ser el tuyo, el mío, o aquel en el que pasamos muchos veranos, como meros visitantes, siempre y cuando no nos quedaran muchas asignaturas para septiembre. Sus personajes son tan pintorescos como reales, y cada vez que uno de ellos, nos habla directamente, calándose la boina como un Guardia Civil, tú instintivamente le pones cara y voz, porque muchas son anécdotas altamente familiares. No le pregunté desde cuando su afición al vino, igual eso es algo muy privado, pero no podía dejar pasar la oportunidad de probar su primer vino, de nombre Meapilas.
Viña vieja del ArlanzaEl Meapilas Rosado de Viña Vieja 2020 está elaborado por Bodegas Septién desde Santo Domingo de Silos, aunque esta sede puede moverse en los próximos meses, y pertenece a la D.O. Arlanza, pero por razones inexplicables, aún no aparece en la web de la D.O. Está elaborado con un coupage heterogéneo de varias castas, tempranillo un 55%, garnacha un 10%, mencía un 5%, y un 30% de uvas blancas, compuesto por albillo, viura y godello, procedente de viñas diseminadas en Quintanilla del Agua, Puentedura y Covarrubias, a 900 metros de altura, de viñas que rondan los 70 años, aunque con una extensión que ronda la media hectárea. Ha estado 5 meses removiéndose con el método del batonage, siempre con mucho mimo para que no perdiera potencia y elegancia. Presenta un color salmón muy pálido, con algún resto aún de carbónico, ya que se ha embotellado no hace muchas lunas. Buena nariz, notas de fresa, pétalos de rosa, algo de lima. Buena entrada, acidez muy interesante y poderosa, punto goloso pero sin llegar a empalagar, ligero, con un amable punto rústico y un final que nos vuelve a recordar a fresas, con una persistencia media.
Un vino que en este momento está más marcado por su componente de uva blanca que por las tintas, pero también mantiene ese equilibrio nada fácil ante su amalgama de uvas. Parafraseando a la película de Sergio Leone, “El Bueno, el Feo y el Malo“, rodada muy cerca de Santo Domingo de Silos, un auténtico “Hijo de Mil Padres”. Una muy interesante opera prima para esta bodega a la que seguiremos de cerca, ya que están ya elaborando nuevas propuestas que verán la luz en un futuro. La etiqueta es realmente curiosa, llena de claves y humor, con un carácter informal que impregna totalmente a este rosado del Arlanza. Recomendable.
R.
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