Ahora que Pain & Gain se está convirtiendo en la película mejor valorada de Michael Bay, llega el momento de hacerse varias preguntas. Una de ellas es, si Bay es capaz de autoparodiarse y de hacer cosas así de buenas, por qué no lo hace en el resto de su filmografía. Parece absurdo mencionarle en una película que no tiene nada que ver con él, pero tiene mucho sentido cuando te paras a pensar que Transformers y demás franquicias no son películas personales, sino grandes anuncios. Merchandising y propaganda militar americana es a lo que Bay se dedica, y no a filmes personales donde podamos apreciar algo de la personalidad que se encuentra tras la cámara. Sencillamente, no puede. Su carrera se basa en blockbusters típicos y se espera que haga lo mismo una vez cada dos años durante el resto de su vida. Era lo que dijo Ken Follet que era lo lógico una vez habías alcanzado el éxito en algo.
Mentiras Arriesgadas es algo muy parecido en el caso de James Cameron. El rey del mundo sólo hace una película cada diez años, y sus dos últimos trabajos son los más taquilleros de la Historia. El nombre, la marca y el ego de Cameron son sinónimo de grandeza, pero eso a la larga puede ser un lastre para otro tipo de proyectos convirtiéndole en una persona que no puede permitirse hacer películas pequeñas, intimistas o paródicas como Mentiras Arriesgadas.
Hace pocos días se rumoreaba que Arnold Schwarzenegger podría interpretar al villano de Avatar 2, cosa que fue rápida y tristemente desmentida por la Fox. Era creíble porque Arnold ha sido un ingrediente fundamental en la filmografía del canadiense, pero no las teníamos todas con nosotros si recordamos que el actor dijo que jamás volvería a interpretar a un villano. Por 1996 y antes de Titanic, ambos se embarcaron en una película mucho menos ambiciosa y grandilocuente que sus anteriores colaboraciones. Decidieron hacer una comedia carísima donde se relajasen de sus propias carreras y donde diesen rienda suelta a su vis cómica y a su humor más negro y malo.
Y lo hicieron remakeando una película francesa titulada “Dos espías en mi cama”, y en la que Arnold interpreta como no puede ser de otra forma a un agente secreto del gobierno, un James Bond de dos metros de ancho que le oculta su identidad incluso a su propia familia, haciéndose pasar por un jefe de ventas aburrido y monótono. Su esposa, Jaime lee Curtis, parece la típica mujer abandonada y conservadora, pero pronto las cosas cambiarán cuando Arnold piense que tiene una aventura con alguien que, a su vez, finge ser agente secreto.
No tengo palabras para definir lo brillante que es esta película. Arnold está inmenso y sorprende al ser capaz de ser tan cómico y de provocarte tantas carcajadas. Pero no es humor flojo y blando destinado a todos los públicos, es humor para adultos, con unas frases que serían imposibles de meter a día de hoy en una película de tal presupuesto. Insultos, tacos, incluso la propia Curtis dijo que ahora jamás se rodaría debido a que “no son tiempos para bromear sobre terroristas”. Cameron tiene la oportunidad de hacer varias películas a la vez, pasando de su propia versión de 007 que aplasta perros el uno contra el otro y acaba con un escuadrón de soldados enemigos, pasando por una carrera a caballo por el interior de un hotel, bordeando la línea entre la seriedad y el punto en el que nadie se toma aquello en serio.
Arnold golpea a Bill Paxton
Hay muchos momentos inolvidables y que me han llegado hasta el alma desde que vi esta película por primera vez cuando era niño. Arnold rompiendo los prismáticos con la furia de su mirada, arrastrando al pobre chihuahua bajo la lluvia, sus caras cuando sabe que su mujer le está mintiendo, y ese plano inserto magistral, único, cuando le rompe la nariz a Bill Paxton y descubrimos que es sólo su imaginación… Por no olvidar el mítico striptease de Jaime Lee Curtis y donde demuestra que es buena actriz porque es capaz de parecer tímida y descolocada en un momento para, entre caídas y guiños, pasar a ser realmente sexy.
Realmente sólo podemos encontrar la mano de Cameron en la escena del tiroteo en los baños del hotel, cuando recurre a esa fotografía azulada tan típica, y es una pena, porque prefiero mil veces al Cameron que se divierte que al que intenta aleccionarme sobre el medio ambiente con historias de pitufos hipertrofiados. Una muestra clara de que a veces menos es más y de que, en ocasiones, merece la pena no tomarse en serio a uno mismo y disfrutar con tu trabajo en vez de intentar romper récords de recaudación e innovar en la tecnología.