¿Acumulas el récord mundial de primeras citas que no llegan al segundo round? ¿Qué tienes tú que no tengan los demás? ¿O qué tienen los demás que no tienes tú?
La cosa se desarrolla tal que así. Conoces a una persona. O a varias. Puede ser en el trabajo, en internet, a través de amigos en común, en un evento social, practicando una afición o de cualquier otra manera de conocer gente que pueda ocurrírsete. Y resulta que da lo mismo dónde, cuándo y quién. El resultado de cualquiera de tus citas con esos alguien aleatorios con los que parece iniciarse un cierto interés amoroso, acaba siendo nulo. Y vuelves a casa por enésima vez con las manos vacías y tu ego maltrecho chapaleando en las aguas pantonosas de…otro nuevo rechazo.
Total, que lo que podría haber sido un rato divertido con alguien desconocido, tras una y otra cita fallida, acaba convirtiéndose en asunto de Estado y te encuentras buscando las causas en lo divino y en lo humano. Que si eres demasiado alto, demasiado bajo. Demasiado gordo, demasiado flaco. Demasiado feo, demasiado listo. Demasiado pobre, demasiado rico. ¡Menudo poema!.
En el fondo sería más fácil así. Soy feo o no tengo un duro, he aquí la cuestión y nada puedo hacer: la culpa es de los demás, que son unos superficiales. Y por extensión la culpa es de la sociedad, de la liberación femenina, de la revolución industrial o de la yihad islámica, tanto da que da lo mismo. Lo que jode es que si miras por la calle y en las personas que conoces, sabes perfectamente que los hay más feos, más gordos y más pobres que tú y tienen pareja. Ergo, en algún momento tuvieron que hacer eso que a ti te resulta tan difícil: tener una segunda cita.
Y vale, no vas a gustarle a todo el mundo, ni todo el mundo va a gustarte a ti, pero cuando la cosa se repite una y otra vez con personas que en un principio sí parecían atraídos o interesados, ¿qué sucede? A menos que seas Quasimodo o Carmen de Mairena, probablemente la causa en gran medida tenga que ver con tu actidud.
Para poder realizar este artículo, hablé con una serie de hombres y mujeres. Les hice dos preguntas: ¿qué os desanima en una primera cita de la otra persona? y ¿qué pensáis y sentís ante uan cita?.
En la pregunta inicial, ambos sexos respondieron más o menos lo mismo, y entre los factores más repelentes, se repetían los siguientes:
– Que se hablase de las ex parejas durante el encuentro.
– Actitudes de excesiva inseguridad, necesidad, desesperación y prisas.
– Actidud deprimida y negativa, venir a abrumar con los propios problemas.
En la siguiente pregunta, las respuestas fueron diferentes según el sexo. Las mujeres por lo general iban con la mentalidad de elegir: los hombres, de ser elegidos. Como resultado, ellas acudían a las citas con mayor seguridad en sí mismas, disfrutaban más del encuentro y lograban pasar al segundo round sin mayores aspavientos. A esto habría que añadir que una mujer medianamente atractiva y que hablase más de dos palabras seguidas (o a veces, ni eso), lo tenía mucho más fácil que su homólogo masculino, por simples razones de oferta, demanda y listones varios.
Los chicos en cambio acudían a la cita como el que camina al patíbulo. A diferencia de las mujeres, rara vez tenían la idea de que una cita era algo divertido en sí mismo. Debía tener un objetivo claro: o bien obtener relaciones sexuales o bien establecer un primer paso para tener pareja. Como es natural, cuando no se conseguía ninguno de estos objetivos, venía el bajón, la sensación de fracaso y pérdida de tiempo y una negatividad creciente que transportaban a otras citas.
La solución parecía sencilla: ambos debían ir con la mentalidad de pasarlo bien y de elegirse mutuamente. Aplicando una verdadera igualdad de géneros, el mejor punto de partida inicia desde el momento en que se acude al encuentro dando por sentado que vas a gustarle a la otra persona y que la única cuestión es dirimir si dicha persona te va a gustar a ti.
El enfoque cambia por completo y sin darte cuenta, tu actitud también.
Seamos claros: las citas fabulosas en los que dos personas conectan de forma espectacular y todo fluye también existen fuera de las películas, pero son la excepción, no la norma. Con una primera cita suele ocurrir como con un primer polvo: hay timidez, cuesta romper el hielo y aunque pueda ser placentero, suele ser mejorable.
Buscar resultados inmediatos en cualquier campo ocasiona más frustraciones que alegrías. En cualquier labor que emprendas, es preferible hacer las cosas despacio y bien, que rápido y mal. Así pues, si no consigues pasar de la primera cita, revisa lo que transmites a la otra persona y sobre todo, si tus expectativas son desproporcionadas.Y lo más importante: quedar para conocer a alguien no es una cumbre de la O.N.U. sobre el camino climático. No es tan serio. No es tan grave. Así que no lo hagas si no te apetece realmente pasar esa tarde o esa noche conociendo a alguien. Ya hacemos un montón de cosas en esta vida que no nos apetecen, como para aún encima, incluir las que sí deberíamos hacer siempre por puro placer.