Relleno de puerros:
Ahora, vamos a preparar un nuevo relleno para tartas, pequeñas tartas, empanadas, pizzas rellenas y hasta calzones...
Cortá en juliana fina una cebolla grande (ya te expliqué que si en tu familia hay cebollafóbicos, ingeniátelas para que la cebolla esté, pero que no se note; así no tenés que llamar a la madrugada, y de sorpresa, al terapeuta rogándole por un turno extra en la semana para poder sobrellevar, de la mejor manera posible, la maratón de reclamos del tipo "...Pero, si vos sabés que no la puedo ni oler de lejos"). También cortá en cuadraditos chicos (brunoise) un poco de pimientos rojos, amarillos y verdes (le aportarán color y sabor a la preparación). Reservalos.
Investigá con mucho recelo los puerros formados en fila de dos paquetes bien apretados para seleccionar cuál y de qué medida queda y cuál no pasa la admisión ("Vos, sí. Vos, sí. ¡¡Vos, NO!!"). Retirales las partes de las hojas verdes que no se ven dignas de formar parte de nuestro plato (por lo general, se puede utilizar el bulbo y desde que nace la sección de hojas verdes hacia arriba hasta que las hojas pierdan su lozanía o se vuelvan menos tiernas - lo que ocurra primero -. ¡¡No, los bigotes de las raíces no los vamos a emplear en esta -o en otras - preparaciones!!). Lavalos con muuuuucho cuidado para quitarles toda la tierra que pudiera haberles quedado (si practicás unos cortes longitudinales a la mitad de cada planta, podrás limpiarles con total facilidad sus partes más íntimas, dejándolas preparadísimas y sin decir "guai"). Luego, cortá los puerros en juliana y reservalos.
En una sartén (preferentemente de teflón para que los alimentos no deban cocinarse con mucho aceite y las preparaciones no se adhieran con fidelidad envidiable), colocá una cucharada de aceite neutro (maíz o girasol). Una vez que esté caliente, incorporá las cebollas y los ajíes de colores; condimentalos con sal, pimienta (si lográs preparar o comprar un mix con distintos sabores y aromas vas a enriquecer tus recetas, yo sé lo que te digo) , orégano y tomillo. Rehogá las cebollas y cuando las notés ligeramente translúcidas, agregá los puerros. Condimentá nuevamente para ayudar a que vayan perdiendo sus líquidos los vegetales y, con ello, se entreguen a los brazos del calorcito de nuestra cocina. Una vez que las verduras estén prácticamente cocidas, añadí, un lindo puñado de aceitunas verdes cortadas como más te guste (incluso podés usar las que ya vienen descarozadas y cortadas en rueditas), 2 cucharadas bien copetonas de queso crema y 2 huevos de campo. Agregá nuez moscada recién molida y mezclá bien. Observá cómo la preparación se torna cremosa y amarillenta (por acción de las últimas "visitas"). Retirá del fuego y volcá sobre la masa de tarta precocida. Espolvoreá con queso rallado o queso en hebras (que es lo mismo, pero con varios sabores en la composición) y llevá al horno para que terminen de cocinarse.
Así: doraditas, cremosas y crujientes son una delicia para tentar a propios y extraños con una receta casera fácil, pero deliciosa.
Con esta simple, pero riquísima propuesta, podrás resolver una cena, una almuerzo informal con amigos, un cumpleaños de esos en los que "No viene nadie, no viene nadie porque es día de semana, pero cayeron toooooodos en casa"... Para hacer alarde con la secretaria de tu jefe (o con tu secretaria)... Para pasarle la receta a tu suegra y quedar como una reina... Para salvar a tu amiga que ya no sabe qué cocinar y deambula entre la ensalada-tipo y el sandwich-tipo...
A crear en la cocina, con lo que tenés a mano y con los ingredientes que ya conocés, pero mirándolos con otros ojos. Nos vemos la próxima y ¡¡Bon Appetit!!