Este fin de semana el plan original era ir a Galicia a ver a mi recién nacida sobrina, pero los precios que los sinvergüenzas de las compañías aéreas imponen a los vuelos nacionales, lo hicieron imposible. Es un auténtico robo a mano armada, y es un escándalo que volar desde Alicante a Santiago de Compostela cueste casi lo mismo que pasar una semana, con vuelo transporte y hotel todo incluido, en Baleares. En fin, así vayan yendo a la quiebra una tras otra.
Descartado por culpa de los mamones de las aerolíneas subir a Galicia, se nos presentó la oportunidad de aceptar una invitación de Samuel Cano para volver a Mota del Cuervo. La excusa era la celebración de las fiestas de Santa Rita, así que, tras un par de llamadas telefónicas y unas gestiones que agradecemos a Samuel, allí que nos plantamos.
Una vez instalados en la casa rural Casa de la Mota (preciosa y acogedora), y tras un breve paseo por las calles céntricas de Mota del Cuervo, rumbo a El Toboso, donde Benito nos esperaba de nuevo con su fantástica comida, su desbordante simpatía y su amabilidad. Parada previa en los viñedos, donde recibimos una breve clase sobre la poda en verde y el dirigido de los cordones, y pudimos visitar las viñas en salvaje de Samuel. Ya metidos en faena gastronómica, esta vez, además, estaban familia y amigos de quien nos había invitado, con lo que la cosa fue de mucho disfrutar. Nuevamente un revuelto de escándalo, un chorizo de matanza delicioso, unas ricas croquetas y un pisto (si, Oscar, de nuevo el pisto) que daba gloria; seguimos con un arroz de caldero muy bueno, y una traca final con unas natillas de las que hubo quien se bebió una copaza entera. Benito, siempre nos la lías, y además esta vez me llevé premio...dos huevos de las gallinitas! Eso merece sartén de la buena y aceite del mejor.
El tema vinícola de esta comida del sábado fue abundante, variado y de mucho mucho nivel. Por la mesa desfilaron Patio Blanco Maceración Carbónica (creo que no llega al nivel del blanco normal de Patio, pero se merece al menos una cata más pausada), La Bota de Manzanilla Pasada (nº 20) de Navazos (que complejidad de aromas y que rotundidad) y Bengoetxe (Txacolí de Guetaria, con una acidez que aún me hace salivar, muy rico).
Portugal estuvo representado por dos vinos de producción ecológica y biodinámica, los Casa de Mouraz 2006 rosado y tinto, de la DO Dão. El tinto está elaborado con Touriga Nacional, Aragonês, Alfrocheiro, Jaen y Água-Santa, y presenta un precioso color picota con ribetes violáceos, aromas desbordantes de fruta roja y negra, y un paso por boca suave, agradable, con una acidez fantástica y un tanino delicado. El rosado vestía un color frambuesa brillante muy bonito, unos aromas a fresa muy golosos, que incitaban a beber, y un paso por boca refrescante. Gustaron mucho los dos, habrá que seguirles la pista e intentar conseguir alguna botella.
Siguiendo el periplo europeo, de Francia disfrutamos de un Chenas Quartz 2005 (AOC Chenas, 100% Gamay, Dominique Piron & Lafont). Rojo granate, con ribetes granatosos, ya algo apagado. Fruta negra, recuerdos herbáceos y minerales. Paso por boca sabroso, con buen tanino y notas minerales. Me lo imaginaba distinto, pero la verdad es que gustó.
Ya en España, gozamos un Patio Joven 2009. Color cereza-violáceo, con ribetes amoratados, color de uva joven. Aromas frescos a buena fruta madura y paso por boca fresco, agradable, pelín dulzón, pero riquísimo. Otro acierto, Samuel. Ya con más enjundia, un tinto ecológico catalán, Castell de Grabuac 2006 (DO Penedés, 100% Pinot Noir, Cellers Can Suriol del Castell), que mostraba un color picota oscuro intenso, con ribetes donde ya asomaban los marronáceos; nariz donde había fruta negra, flores y recuerdos de la crianza; en boca buena tanicidad aunque algo justo de acidez, la impresión general no era mala, pero me gustó menos que otros. Apareció por la mesa un Numanthia (DO Toro, 100% Tinta de Toro, Numanthia Termes) que hizo arrugar la nariz a más de uno, con su intensa carga de madera en nariz, que casi se había llevado por delante la fruta, pero que con algo de aire iba abriendo, y al menos a mí me gustó mucho. Es cierto que tras las delicias naturales que habíamos bebido antes desentonaba un poco, pero no es un mal vino.
Ya acercándonos al final, apareció en la mesa una novedad de Freixenet, Elissya, un cava brut rosado 100% Pinot Noir. Bonito color frambuesa, burbuja persistente; aromas frutales agradables; en boca es nuevamente afrutado, con un carbónico que podría integrarse más, y un final con cierta tanicidad. No son mi tipo preferido de espumoso estos rosados, pero no está mal. Y la cosa acabó con un oloroso que me dejó sorprendido por su precioso color ambarino y por unos aromas que nunca había disfrutado en un vino, intensos, complejos, fantásticos; que llenaba la boca y que era largo, muy largo.
En resumen, una deliciosa comida, en inmejorable compañía y con un surtido de vinos, donde predominó lo natural, que hicieron disfrutar a todo el mundo en la mesa.
El fin de semana se completó con una cata de vinos locales de mota del Cuervo y una caldereta que puso el broche de oro, pero eso en otra entrega.