Revista Cine

Parásitos

Publicado el 29 enero 2020 por Josep2010

Si uno repasa con cuidado y atención los premios otorgados en los últimos lustros puede llegar a conclusiones que provocan desánimo y desconcierto pero si prestamos atención al detalle, observaremos que hay elementos comunes y uno de ellos es la baja calidad de los guiones en el cine que estamos viendo estrenarse en las pantallas, adoleciendo comúnmente de una especie de desidia o vagancia olvidando que el respetable público ha visto -o ha podido ver- narraciones descabelladas bien urdidas, casi imposibles en la vida real -que en verdad suele ultra pasar largamente la ficción- pero creíbles en el cine por obra y gracia de otros elementos que coadyuvan a sostener una trama, como pueden ser unas buenas actuaciones y una caligrafía cinematográfica bien desarrollada al eje de la película, no otro que el guión.
Seguro que ya lo he apuntado en otra ocasión, pero conviene recordar que los grandes maestros del cine suelen ser muy escrupulosos en cuanto al guión se refiere, aunque sea para obviarlo y modificarlo ajustándolo a sus particulares querencias. Pero nunca -o casi nunca- veremos una gran película con un guión que no esté bien apretado hasta obtener la mayor robustez.
ParásitosViene ello a cuento porque acabada de ver la última película de Joon-Ho Bong (que ya conocemos desde que hace años comentamos aquí su ahora refrita Gwoemul, de 2006 ) titulada Gisaengchung (Parásitos) después de haber recibido varios galardones en diversos certámenes, uno mira el poso que ha dejado y se percata que hay muchos agujeros en un guión que uno esperaba fuese mucho mejor pergeñado, no en vano nos hallamos ante un director que suele escribir sus propios guiones, no digo ya los técnicos, sobre el que no hay tacha alguna.
Porque en esta fábula moderna que por su título viene a querer señalar un aprovechamiento de gentes de clase humilde a costa de adinerados personajes no acaba de encajar, por lo menos, en la definición que de parásito nos ofrece la RAE, pues estos personajes que nos presenta Joon-ho puede que sean unos farsantes, pero por lo que vemos, no son siquiera unos timadores: el dinero que obtienen se lo ganan ejerciendo un trabajo para el que no están cualificados, cierto, pero se lo curran: un parásito es el cuñado gorrón que sin mayor mérito que un parentesco impuesto se te bebe el güisqui y se te fuma los habanos, pero no lo seria si te lavara el coche, por poner un ejemplo que nunca va a suceder.
La cuestión es que la trama cojea desde el primer momento, porque se inicia todo con la muestra de confianza que recibe el joven Woo Kim-ki cuando recibe la recomenación de su amigo Min para substituirle como profesor de inglés de la joven Da-Hye Park de la que confiesa estar enamorado y pretender conquistarla en cuanto haya entrado en la Universidad, dejándola en manos de su amigo y confidente porque confía en él, evitando que otros jóvenes ocupen su lugar y traten de llegar, también, al corazón de la adorable jovencita. Inmediatamente veremos cómo esa confianza es traicionada por Woo, lo que dice muy poco de su fiabilidad como amigo y de la fortaleza de su palabra.
A partir de ahí, la inclusión del resto de la familia Kim-ki en el entorno de la familia adinerada, los Park, se desarrolla de una forma que requiere hagamos la vista gorda porque precisamente mucho ingenio no hay en la trama, desestimando cualquier atisbo de profundidad y dejando en pantalla una historieta que se aguanta menos de una hora y a partir de la mitad del metraje, casi dos horas y cuarto, las sorpresas van surgiendo pero de una forma abrupta, muy poco creíble, forzadas, a pesar que Joon-Ho sabe mover la cámara con energía y mantiene la acción con cierta dosis de suspense por saber cómo va a acabar todo, hasta llegar a un final precipitado como pollo descabezado, sin aprovechar la presentación de las enormes diferencias sociales entre los personajes (muy buena, en ese sentido, la larga secuencia del descenso a los húmedos infiernos) que apenas sirve de anécdota pues los apuntes verbales de unas confidencias maritales intervenidas y algún gesto se mantienen en una levedad injustificable y sorprendente en un director que en otras ocasiones ha dado buenos palos a la sociedad (la citada Gwoemul y también, por ejemplo, Salinui chueok [Crónica de un asesino en serie] a comentar en algún momento) y en esta ocasión que parece más propicia nos ofrece una película que adolece de comodidad como si no quisiera servir a cuestión tan actual como es el abismo entre clases sociales, dando la sensación que empezó con unas ideas y por el camino, vaya usted a saber porqué, las fué abandonando en la cuneta.
Una lástima, porque el grupo de intérpretes que maneja, encabezados por el imprescindible Song Kang-Ho que una vez más demuestra dominio de la situación y adaptación al personaje modélica, todos, digo, están perfectos en sus roles, del primero al último, y es de reconocer que la labor de Joon-Ho Bong como director es eficacísima resolviendo todas las escenas con fuerza, brillantez y elegancia y manteniendo el ritmo visual dentro de unas localizaciones angostas, trabajando a conciencia el significado de las escaleras y los niveles en que residen cada uno de los personajes que iremos descubriendo.
Con la misma idea, con el mismo guión pero mejor trabado y dándole más fuerza, nos hallaríamos sin duda ante otra muestra más de un cine coreano que siempre hay que ver porque aún siendo perfectible, como es el caso, nos ofrece ideas mucho más novedosas que lo que nos llega del otro lado el Atlántico.
Recomendable para los cinéfilos recalcitrantes que podrán decir luego si les ha gustado mucho o poco pero que ciertamente no quedarán indiferentes porque sus elementos de interés son varios y diversos.

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