Revista Cocina
PASTEL MARROQUI (M´HANNCHA o Pastel que quiso ser de serpiente y no pudo ser)
Por Carmenrosa @MicocinaCRHay momentos en la vida, llenos de pequeños detalles que se instalan en esos rinconcitos de mi memoria, reviviéndolos con la misma ilusión de vez en cuando, recordando aquellos primeros días del mes de Septiembre. Desde entonces ya ha pasado veintidós años.
Tuve la suerte de ir disfrutando viendo como los delfines jugaban con la espuma de la proa del barco con el que atravesamos el estrecho; saltaban y se cruzaban en alegre carrera, pareciendo que tenían prisa por cruzar junto con nosotros “El Estrecho”.
Nuestro destino era Tanger, tan cerca desde Andalucia como a la vez tan lejos. Catorce kilómetros de agua separan dos costas, dos países, dos continentes, tan iguales a veces y tan diferentes al mismo tiempo. Pero, los malagueños y los gaditanos sabemos que Marruecos está ahí, casi al alcance de la mano, como el que otea un oasis en mitad del desierto, en una lejanía casi inexplicable para quienes desde nuestras costas observamos su silueta en el horizonte los claros días de poniente.
En poco más de una hora atravesamos el estrecho y cambió para mi el mundo casi por completo. Viajar a Tánger fue una experiencia sobrecogedora, una ciudad con un contraste exultante, con su vorágine, sus olores, sus colores, sus sabores donde la luz y el blanco de la ciudad, e incluso el paisaje es casi el mismo que en Andalucia, pero el aroma cambia.
Callejeando por sus intrincadas calles, laberintos de pasadizos y plazuelas, contemplar las casas azuladas mezcladas con viejas moradas coloniales, donde iglesis y mezquitas diseminadas y unidas por la llamada al rezo, parecía que se había parado el tiempo, era como si la ciudad en sí siguiera dormida en su historia…
Una ciudad intensa en la que el reloj corre despacio, sin prisas, donde la vida con tranquilidad, pausadamente a pesar de la algarabía de sus plazas, de sus mercados donde el aire se llena de los aromas de las especias y del intenso y dulce sabor de un té a la menta.
Tanger, ésa ciudad que quedó en mi memoria por muchos detalles, un traje blanco, un atardecer, música de violines, panderetas. laudes junto con el hipnotismo del retumbar de cajones y tambores, acompañando canciones de gran hermosura que llenan el alma, quizás por su parecido a la música de mi tierra.
Quedó en mi recuerdo, porque en aquel viaje del que no hice ni una sola fotografia....en mi memoria su paisajes junto con su gastronomía llena colores, olores y sabores….tan parecidos a los de mi cocina, a la cocina tradicional malagueña.
Pero fue la repostería árabe la que me cautivó con sus irresistibles dulces a base de almedras, dátiles, pistachos y frutos secos….. Uno de aquellos pasteles, que me llamaron la atención fue el pastel de serpiente marroquí, por su forma, su textura, crujiente, dulce, delicioso. El llamado M´hanncha.
Hace tiempo que quería prepararlo…..y éste fin de semana me propuse hacerlo, intentando recordar los ingredientes y comprobé que tenía prácticamente todo en mi despensa y en el frigorífico esperando un rollo de masa filo. ¡¡ Y es que cuando se me mete una idea....tengo que hacerla, sí o sí, aunque no sepa, aunque me salga no todo lo bien que debería... !!
Termino mi paseo por la orilla de la mar, llego a mi cocina y preparo un arroz en paella…¿Qué le pongo?....Uummnn. Tengo pollo, solomillo de cerdo, alcachofas, langostinos, chicharos….vale, resuelto el arroz. ¡¡ Mi hija…!! Anda, no quiere arroz; no pasa nada, al mismo tiempo, como si de un programa de Master Chef se tratara, al mismo tiempo le hago solomillo en salsa de vino moscatel con pasas y piñones, con unas patatas fritas.
Listo el almuerzo, limpia y ordenada “Mi cocina”…..manos a la obra. Precaliento el horno a 180º C e intento viajar a Marruecos…¿o son los sabores de mi adorado Egipto los que vienen a mi memoria?.
Saco a la encimera todos los ingredientes y con sorpresa, no es pasta filo…es “hojaldre. ¿Y ahora qué hago? ¿Doy marcha atrás y lo dejo para otro día? ¡¡ Me puede quedar un churro en vez de un pastel !!.....Pues le echo valor, pruebo y a ver qué ocurre.
Lo que siempre suelo decir: la cocina es probar, experimentar….descubrir, aprender de los fallos y errores. Y sí, ésta receta fue toda una odisea, descubrí que el hojaldre no sirve para este pastel y que de pasta filo tendría que poner más de una si hubiese sido pasta filo en vez de hojaldre….
Ya intentaré hacerlo correctamente. Pero mientras disfruté del resultado, me sorprendió no sólo su delicioso y dulce sabor, su textura….sino que en definitiva, estéticamente no me quedó tan mal y de sabor, delicioso, riquisimo.
Me animo a compartirlo en “Mi cocina”….¿se atreverán a probarlo?
¿Cómo lo hice?
Ingredientes:150 grs.de mantequilla a temperatura ambiente, 150 grs. de azúcar glas, 2 huevos medianos, 150 grms. de almendras sin piel, 50 grms. de pistachos, una cucharada sopera de piñones, una cucharada sopera de uvas pasas (de la Axarquia malagueña), ralladura de medio limón, ralladura de media naranja, 3 cucharadas soperas de agua de rosas (la suelo comprar en una tienda hindú de Torremolinos), una cucharada pequeña de canela en polvo, una cucharada pequeña de ajonjolí, una cucharada pequeña de anis, un paquete de masa de hojaldre (la próxima vez tendré que comprar como minimo unas cinco hojas de masa filo…), una cucharada de miel.
Los pasos a seguir:
Precalentar el horno a 180º C.
Moler la almendra junto con los pistachos (lo hago con el robot de la minipimer) hasta que obtenga la apariencia de harina.
Mientras en un cuenco echar la mantequilla junto con el azúcar y batir hasta que estén completamente mezclados.
Añadir los huevos uno a uno sin dejar de batir, echar el agua de rosa e ir añadiendo la almendra, la canela y los pistachos molidos.
Por último agregar la ralladura de naranja y de limón, las pasas y los piñones.
Mezclar bien todo el conjunto.
Colocar la masa de hojaldre y a lo largo del borde echar la mezcla preparada.
Enrollar la masa dándole forma alargada (hay que tener en cuenta que el pastel hay que darle forma de serpiente enrollada sobre sí misma)….pero, quien me conoce saben que no tengo mucho arte para los trabajos manuales…y así me quedó.
Con cuidado la pasé a una bandeja para hornear previamente engrasada.Pintar el hojaldre con miel y espolvorear el sésamo y las semillas de anis por encima.Hornear durante unos cuarenta minutos aproximadamente…..
Y ahí, casi me da un "soponcio" cuando me asomo a la ventana del horno y me doy cuenta de que se va rompiendo, que el relleno se va abriendo como si tuviese vida propia; pero observo que se va dorando y que mi cocina se llena y se impregna de esos olores que una vez más me hacen viajar en mi memoria, en mi recuerdo…..aflorando sentimientos y añoranzas.
Así que compruebo que está doradito, lo saco del horno, lo desmoldo con cuidado y por supuesto lo disfruto con un té a la menta....
¿Un trocito...?