Revista Cocina
Me gusta pensar en el girasol como una ninfa que un día se enamoró del dios del sol (imposible citar a uno en concreto, ya que cada cultura tiene el suyo propio, pero podríamos pensar en Helios o en Apolo) y se convirtió en una flor que le persigue con la mirada desde que sale hasta que se pone y que se vuelve mustia cuando no está presente. Lo quiero creer así desde que lo leí en un poema precioso.
Es cierto que todas las plantas siguen el sol a su manera. Más bien, la luz solar. Pero el girasol me parece particularmente especial y bello. En parte porque no es como las demás flores y podemos verlo en grandes campos anaranjados. Es por eso que mi gatito se llama Girasol. Doble razón para ser una amante de estas simpáticas plantas.
En verano no puedo resistirme a visitar un campo de girasoles. Por suerte, Castilla está llena de ellos -y de mazorcas-. Así que la semana pasada decidimos dar un paseo fotográfico para que Manu y Alex pudieran desplegar todo su arte. Para ello, estrené un vestido que tenía muchísimas ganas de ponerme. En verdad lo reservaba para un picnic (¡es totalmente picnic!), pero no se ha dado la ocasión, así que...
Es cierto que una foto con algo tan hermoso como un girasol nunca puede salir mal (con mi gato Girasol tampoco, claro), pero hay que reconocer que Manu hace magia con la cámara.
Es curioso porque hay días que planeamos hasta el más mínimo detalle pensando en el blog y hay otros que surgen, y este fue uno de los segundos. Como buenos fotógrafos, a Manu y Alex les encanta salir por ahí y probar de lo que son capaces. Yo solo tengo que ponerme delante. Hago una gran labor, eh.
Además, con estas fotos se ilustra muy bien la belleza de la imperfección. Aunque solemos ver girasoles perfectos en las fotos, los girasoles de verdad no lo son, al igual que las personas. A veces están mustios, a veces pierden pétalos, a veces están enfermitos y a veces les faltan pipas y es como si les faltara un diente. Pero lo esencial está en el conjunto y en lo que nos hacen sentir cuando pasamos a su lado.
Os voy a hablar del vestido. Sí, ya toca.
Es de Zaful, pero esta vez no es ninguna colaboración. Es cierto que trabajo mucho con ellos, pero también es verdad cuando os digo que compro ahí por mi cuenta porque me gusta. Es como si a L.L.Bean le da por contactar conmigo (JAJA, ni en sueños). Trabajaría con ellos pero también soy cliente habitual -y fan absoluta-.
Lo encontré en la tienda a finales de primavera e, inmediatamente, me enamoré. Es un vestido del que me tengo que enamorar, y lo sabéis. Me venía un pelín grande, así que lo arreglé un poquito de aquí y de allá y quedó perfecto. Tiene un aire picnic-vintage-naif-preppy que yo que sé... En otras palabras: que ya no me lo quito en todo el verano.
Desafortunadamente, este modelo está agotado, pero lo he visto muy similar en mogollón de tiendas y perfiles de Instagram. Os linkeo abajo algunas opciones que también se pueden encontrar en Zaful y que, por lo tanto, son parecidas en diseño y precio.
Fotos hechas por Manuel Laya / Luxmantica Photos
Vestido / Dress: Zaful // Similares: 1/2/3/4/5/6Alpargatas / Espadrilles: Toni Pons