Estuve en noviembre, mi hermano que bien sabe que me encanta el queso en todas sus variedades y, a él también, me invitó a una comida que disfrutamos mucho los dos.
Se encuentra cerca del metro Gregorio Marañón, en la calle José Abascal 61.
Nada más entrar te encuentras un local con unos techos altos, paredes blancas, un local con luz, moderno y limpio.
Una barra en la que tomar un vino o una cerveza mientras esperas te la da bienvenida.
Después, un pasillo con alguna mesa y decorado con cuadros de vacas, ovejas… los animales que hacen posible, gracias a su leche, la elaboración del ingrediente que es el principal en el Cheese Bar, el queso, además no hay duda de que así lo es porque todo el local huele a queso, sin resultar desagradable, pero es algo inevitable cuando todos los platos de la carta llevan queso (aunque se pueden pedir las versiones de alguno de los platos sin este producto lácteo).
Luego llegamos a la sala grande. Toda ella blanca, con detalles en madera. Las mesas centrales bajitas y los asientos son pequeños sofás muy cómodos. Al fondo una de las paredes llena de plantas y una barra en la que se puede disfrutar del corte de los quesos.
En la carta encontramos más de 140 variedades de quesos, de diferentes regiones de España y paises europeos. Pero no sólo se pueden degustar tablas de quesos, en la carta encontramos entrantes, ensaladas, platos de cuchara, pasta, carnes y pescados. En algunos el queso es el ingredientes principal y en otros es un secundario, pero en todos ellos está presente.
Antes de servirnos los platos que habíamos elegidos nos sirvieron una cesta con pan de Madre Hizo Pan y una mantequillas de alga, con un sabor a mar que sorprendía en una mantequilla, pero que era muy agradable.
Comenzamos a probar los platos, nosotros elegimos dos entrantes. El primero, ya que estabamos en temporada, unas setas salteadas con virutas de queso comtê y jugo de sobrasada.
Varios tipos de setas con mucho sabor y en su punto de cocción, acompañadas por el queso en lascas que se fundía con el calor del guiso y el jugo de la sobrasada, que le daba un toque diferente acompañando los sabores pero sin taparlos.
Roastbeef sobre tostas con queso de Mahón en varias texturas y yema de huevo.
El pan tostado, encima de este unas hojas de espinaca, el roastbeef, queso de Mahón en textura crujiente y en lascas y coronado con una yema de huevo curada. Acompañado con la salsa de mostaza era un plato muy rico y refrescante.
Y, como estábamos en el templo del queso, no nos queríamos perder una rica tabla de quesos. Nos hicieron una tabla de 6 quesos al gusto. Les pedimos quesos con bastante sabor y que fuesen distintos a lo que estamos acostumbrados a ver habitualmente (un cabrales, Idiazábal...).
Nos entendieron perfectamente, quesos todos potentes, de gran intensidad de sabor, y desconocidos para nosotros.
De izquierda a derecha. El primero Reblochon Fermier, un queso francés. Luego degustamos el ST James, un queso inglés, ambos de sabores muy ricos y más aún acompañados con el dulce de membrillo que había en la tabla.
El único queso español de la tabla era el Cremos, un queso catalán bastante ácido, con un sabor peculiar. El otro queso que está servido en una cucharita es el Stanser Chueflade-kuhflad, un queso Suizo con textura muy blanda y un fuerte sabor.
A continuación probamos el Stiking Bishop, también inglés, con un olor muy fuerte y toques afrutados. El último y, a mi fue el que más me gustó, fue el Cashel Blue Irlandés, un queso azul suave.
De postre pedimos el Macaron de chocolate y cremoso de Stilton