Por Marina La ForgiaEl invierno ya comienza a golpear fuerte a nuestras puertas, como cada noviembre canadiense. Los días se hacen más cortos, las noches son en consecuencia más largas y para hacer de este período del año algo más agradable y llevadero, intento compensarlo con momentos de placer en compañía de mis seres queridos cocinando rico y tomando buenos vinos. Esta semana he degustado dos vinos, dentro una gama de precios accesible a todos los bolsillos, ¡que me han sorprendido gratamente!
Comenzamos con un vino italiano, uno de mis países vinícolas favoritos, y más precisamente de la Puglia, región de origen de mi familia paterna. Me he propuesto hace un tiempo ir al descubrimiento de los vinos de esa zona para intentar conocer a partir del vino, las características de este terruño que en definitiva es un poquito parte de mi esencia.
Es entonces así que me dejé seducir por el Ares, un “Rosso Puglia 2012” (indicación geográfica típica) de la bodega Masseria Surani, propiedad de la famosa familia Tommasi en la zona de Manduria. Una etiqueta elegante, con la imagen del dios olímpico de la guerra me hizo pensar que estaría frente a un vino avasallante…y no me equivoqué. Elaborado a partir de un blend de tres uvas intensas como la Primitivo, la Negroamaro y la Cabernet Sauvignon, es un vino que nos regala unos aromas muy marcados de tabaco, frutos secos, pimienta, mermelada de higo y ciruelas. Este combo de aromas, este bouquet, es fácil de identificar también en la boca, con sabores bien marcados, con una acidez también bastante presente y con un final amable y persistente. Su paso de 6 meses en barricas de roble es un toque distintivo que moldea su carácter. Una excelente opción para acompañar un guiso sabroso, un ragout de cordero, unas pastas rellenas o bien unos quesos italianos de pasta dura y sabor picante, como el parmesano o reggiano. Su precio en la SAQ: $ 14,95. El otro vino proviene de la apelación Corbières del sur de Francia y es el Terre à Terre 2013, firmado por Jean Noel Bousquet, un célebre “vigneron” del Chateau de Grand Moulin. Debo reconocer que al abrir la botella no fueron sus aromas volátiles los más agradables, pero agradezco haberle dado el tiempo de fluir porque unos minutos después su verdadero carácter despertó y me ha cautivado. Notas de cuero, de especias, cierto carácter mentolado y vegetal aparecen generosamente. Es un vino blend de Syrah, Grenache y Carignan, un assemblage típicamente francés, que en boca también es envolvente y contundente. Dice su contra etiqueta que mejorara durante los próximos 5 años, y sinceramente le creo. Iré en busca de un par de botellas para guardar en la cava…Su precio en la SAQ es increíble: $ 10,50.