Me gusta la historia. Tengo muy presentes aquellas clases durante el BUP y después en la Universidad. Me marcaron más las primeras, por la edad que tenía cuando las recibí y por la revelación de lo que se me contaba. Buena parte de la historia que estudiamos hablaba de guerra. De guerras. Con las que más se explayaron en los planes educativos que nos tocaron a nuestra generación fueron la I y II Guerra Mundial. Por nuestra Guerra Civil, la Española, se pasó mucho de puntillas. Manda narices. Ya sabéis, no daba tiempo a dar todos los temas que venían en el programa curricular. Y los últimos (se siente…) pues quedaban sin dar o se daban en plan píldora express. Lo mismo pasaría en los años sucesivos, durante la carrera. Igual te tirabas tres semanas estudiando hasta con qué frecuencia los romanos iban al baño y luego con suerte llegabas hasta la I República Española, pero de ahí pa-lante era todo un batiburrillo vertiginoso, que no te acababas de enterar de qué historia habían vivido tus abuelos y tus padres, leñe. Y luego aprenderíamos lo importante que es conocer nuestra memoria. “No puedo vivir sin memoria”, que dice la canción de Víctor Manuel. Virgen de la Ventolera, para qué vamos a hablar de la sinrazón de los programas educativos que bailan al ritmo de las sucesivas leyes…
Edición actual de un libro de Social Science de Sexto de Primaria.
Compruebo que la historia no se enseña hoy mejor, sino peor, en los colegios, al menos en Primaria. No es una crítica gratuita. Comprobación empírica. Resulta que en dos temas, en ¿8 páginas?, les meten por el embudo a los críos toda la historia del XIX y XX de Europa y España. Hala, pa que vayan haciendo boca. Información densa y rica en fechas, nombres, leyes y eventos. Vamos, que cada parrafito viene cargado. Y les hacen abrir el tragadero para meterles ese embudo durante cuatro clases y a funcionar. Ése es su ¡primer contacto con la historia! No tienen aún la capacidad espacial lo suficientemente configurada como para dimensionar la historia en el tiempo, como para localizar los hitos en ella y, lo más importante, ser conscientes de la importancia de cada uno de esos hitos para la humanidad. No digo ya profundizar, que lo harán más adelante, pero sensibilizar sí, Dios mío. Eso no es estudiar historia. Y vuelvo a lo mismo. Por casa viene el aprendizaje numérico, de las mates, desde que llevaban chupo. Carayo, y la historia le decimos ahora que existe y se la metemos a calzador. ¡Y en inglés! (ese es otro tema, para otro día). ¡Cómo van a amar así la historia! Entenderla, desde luego que no (tendremos que hacer ese trabajo los padres), y me preocupa que de esta manera no la puedan amar. Una asignatura tan bella y tan importante. Sí. Se están cargando las letras. No os cuento ninguna novedad :-(
También se podía sensibilizar y proyectar más en las clases el momento histórico que tristemente estamos viviendo con el nuevo terrorismo global. Se hace. Sí, pero tengo la impresión de que aisladamente por algunos profesores concienciados. Estamos en guerra, aunque guardemos la cabeza como el avestruz. Y eso es historia. Llevémoslo, con mano izquierda, adaptado a los destinatari@s, que son niñ@s, pero llevémoslo. Se puede y se debe, pienso.
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