En muchas especies de nuestra avifauna la migración es un fenómeno claramente visible. Así, observamos aves desplazándose a sus lugares de invernada o cría, como sucede con las aves marinas, o bien registramos grupos sedimentados en lugares intermedios de alimentación o descanso, como ocurre con las aves limícolas. Sin embargo hay algunas especies cuya migración pasa muy desapercibida y tal parece que no existiera; esto ocurre especialmente con algunas aves acuáticas de comportamiento discreto.
Una de estas especies es la focha Fulica atra. Si observamos su área de distribución europea se observa que es el típico migrador parcial. Las poblaciones más al sur son básicamente sedentarias, pero una amplia zona al norte se vacía en invierno, desplazándose en dirección suroeste y llegando hasta el Norte de África.
Las fochas migran especialmente por la noche, y aunque son más atrevidas que otras especies de su misma familia, los rálidos, suelen pasar tiempo entre la vegetación, ocultas. Por eso nos damos cuenta de sus movimientos migratorios cuando seguimos alguna zona con regularidad y vemos que aumenta su número, o bien cuando algún ejemplar se deja ver en un sitio inusual. Hoy por ejemplo pude localizar una focha en el estanque del parque de Ferrera en Avilés, un lugar donde no la había visto hasta ahora. Seguramente se trata de un migrante.
Las fochas no son abundantes criando en Asturias, hay menos de 100 parejas que se distribuyen sobre todo por los embalses de la zona central. Durante muchos años su principal núcleo reproductor fue el gozoniego pantano de La Granda. Nuestras fochas permanecen durante todo el año en su lugar de cría, y en invierno su número aumenta con efectivos de las poblaciones norteñas, aunque Asturias no es uno de los lugares claves de invernada.