Revista Vino
La ratafía se puede beber a lo largo de todo el año, por supuesto, pero se me antoja, por aromas y sensaciones que despierta en mí, una bebida de otoño-invierno. La ratafía (imposible acogerse a una definición o a una receta: la de los diccionarios es muy incompleta; y tantas personas o empresas existen que hacen ratafía, tantas recetas hay...) es una bebida que simboliza como pocas (por supuesto, la primera es el vino) la esencia del bosque y del campo mediterráneos. Aguardientes infusionados con hierbas los encontramos en muchas culturas y civilizaciones pero la terca voluntad de quienes hacen ratafía hoy me ha mostrado una realidad que no conocía...Cuando voy por el bosque o por el campo, y no estoy en suelo vitícola, suelo concentrarme en pájaros y árboles. Iolanda Bustos o Andoni Luis Aduriz (en Francia, hay otros grandes nombres dedicados de hace años a eso...), hicieron que me diera cuenta del poder de las flores en la cocina.
Y la gente de la Confraria de la Ratafia, con su generosidad en acogerme y enseñarme los secretos de esta bebida, han hecho que me dé cuenta del poder de las flores y de las cosas del campo y del monte en su alianza con el alcohol. El resultado final suele ser variado y complejo en extremo, pero la culminación, a la que asistí la semana pasada, de la 33 Fiesta y Concurso de la Ratafía, me ha abierto un universo de sabores, un mundo y una cultura del que no era consciente. El mejor momento para cada planta y arbusto, la combinación de sabores para amalgamar un resultado final, la capacidad de transmitir, también, sentimiento y terruño a través de algo que tiene una graduación alcohólica a la que no estoy en absoluto acostumbrado, me han gustado mucho. El conocimiento personal de cada recolector y artesano de la ratafía, que se transite secularmente, tanto de palabra como por escritos, me ha encantado y ha abierto un universo gustativo y, sobre todo, de aromas, que quiero compartir con todos. Mientras olía y bebía las 10 ratafías caseras que habían sido seleccionadas para la gran final de ese 33 Concurso iba anotando:
corteza de naranja infusionada. Canela. Perfume de rosas. Rosas mustias. Azúcar de caña. Coca de pan con azúcar y matalahúva. Frescura de colonia de hierbaluisa. Clavo. Ras el Hanout. Delicadeza y profundidad. Musgo abierto. Naturaleza profunda. Flor de azahar. Alcohol incisivo. Pétalos de rosa secos. Flan. Crema catalana quemada. Anís estrellado. Queimada. Miel de caña. Miel de castaño. Granos de café torrefacto. Cardamomo. Éclair de crema de café. Ceniza de sarmiento. Cigarro habano...
Mil historias te susurra la ratafía cerca de la lumbre, que te invitan a entrar en el corazón de un bosque iluminado por personas, aromas y sabores muy variados. Merece la pena pasear por él con calma y casi en silencio.