Revista Vino
De cómo, en un mes de noviembre de hace siete años, el azar me llevó a la inauguración de una exposición que cambió mi vida. 500 años del descubrimiento del grupo escultórico del Laocoonte en un viñedo de Felice de Fredis, cerca de Santa Maria Maggiore, en Roma. Giuliano da Sangallo y Michelangelo Buonarroti, que trabajan para el papa Julio II, identifican el extraordinario hallazgo como "Hilacoonte" al que alude Plinio el Viejo. De cómo Plinio, tras una visita a la casa de Tito, hijo de Vespasiano (antes del 79 d.C., claro), describe la estatua de Laocoonte muriendo con sus hijos ante los muros de Troya, como la más hermosa obra de arte, trabajo único hecho a partir de un solo bloque de mármol, por tres artesanos rodios, Hagesandro, Polidoro y Atenodoro. De cómo Petronio, en su Satiricón, explica bien cómo el pasaje del libro II de la Eneida de Virgilio, en que se describe la muerte atroz de Laocoonte y sus hijos, es inspiración de artistas que convierten los versos en pintura sobre tabla o escultura. De cómo la lectura atenta de esos versos no deja demasiadas dudas: los escultores rodios se inspiraron también en ellos para explicar el terror y la angustia de la muerte del sacerdote y de sus hijos. Era necesaria para que Troya cayera y para que Roma naciera. De cómo Virgilio explica con horror cómo el sacerdote Laocoonte, odiado por todos (incluso por el dios al que servía, Poseidón), es el único que alza la voz para decir a sus compatriotas que el caballo de madera que los Aqueos han dejado ante sus muros no es ni un obsequio ni un acto de buena voluntad, sino una trampa que acabará con ellos. De cómo Virgilio muestra que la razón es perversa y suele rechazar la evidencia que no le apetece entender: Laocoonte arroja con fuerza una lanza contra el costado del caballo, preñado de hombres armados y de muerte. La lanza se clava, tiembla y un gemido surge de las entrañas. Nadie lo escucha, nadie comprende...Atenea completa la labor: dos serpientes enormes surgen del mar ante la masa de gente atónita y se dirigen, directas, hacia los hijos de Laocoonte. Luchan, intentan deshacerse del terrible abrazo, pero una de las serpientes ha mordido ya y ha escupido su veneno. Ha enlazado la parte central de los cuerpos y su fuerza no admite dudas. Laocoonte, poderoso y sin su cinta de sacerdote, lucha contra ella. Lanza un grito desesperado a las estrellas mientras los cuerpos empiezan a rendirse. Laocoonte, sus hijos y Troya tienen que morir para que Eneas huya, llegue al Lacio y Roma pueda existir. La Roma mítica y la renacida con Augusto. Lo mismo sucedió con la Roma del siglo XVI y Julio II della Rovere. Lo mismo sucedió con René Barbier, cuando él e Isabelle entendieron que el Priorat era el lugar donde quedarse.
De cómo, en efecto, las miradas de Virgilio, de Petronio y de Plinio llegan al Renacimiento del papa Julio II. De cómo las miradas de los escultores Hagesandro, Polidoro y Atenodoro sobre la Eneida de Virgilio convierten un mito en materia, una historia de versos en belleza que los ojos pueden ver y las manos tocar. De cómo las miradas de Sangallo y Buonarroti convierten al Laocoonte en la pieza clave de una nueva cultura, basada en la recuperación y comprensión de aquello que el Mediterráneo romano fue. De cómo la mirada de René Barbier sobre un paisaje, que "de tan bonito como es, parece triste", el del Priorat, es capaz de ver aquello que todavía no existe: un espacio de paz y de libertad de belleza única, donde las personas se encuentren entre ellas y con la naturaleza de una forma distinta, y donde el mejor vino sea posible por la sencilla razón de que la tierra y el clima son, también, únicos y especiales. De cómo esa mirada contemporánea de René, como las miradas antiguas de Buonarroti o de Virgilio (miradas de gente sensible, de artesanos pacientes con alma de artistas), es capaz de captar y de explicar a la gente lo que no es evidente y hace surgir una vida nueva (con la ayuda de unos cuantos amigos) de una tierra que languidecía e iba muriendo. De por qué el renacimiento de Augusto, tras los años de hierro de las Guerras Civiles, tiene que ver con el Renacimiento de Julio II della Rovere y con el renacimiento del Priorat como tierra de privilegio, de hermosura distinta y, por eso, incomparable, en la que hombres como René Barbier son capaces de sentirla con una sensibilidad y una intuición que les permite hacer vinos como Clos Mogador o Clos Nelin.
De cómo una historia de casualidades, en la que las mujeres han tenido un papel fundamental, convierte a un "flechazo muy grande con el paisaje" en un gran vino que, en cualquier caso, jamás fue el objetivo inicial ni principal. De cómo un espíritu rebelde y sensible, a ratos más artista que artesano, se empeña en demostrar a todo el mundo que el Priorat es un lugar para quedarse, un lugar del que enamorarse, un lugar en el que vivir de otra manera con las personas, en los pueblos y con la naturaleza en forma de cepas, un lugar, al fin, en el que también los grandes vinos siguen siendo posibles. De cómo un grupo de personas nos reunimos junto a la lumbre para pasar unas horas de invierno en el Priorat, contar historias, escuchar y vernos de otra manera y beber y comer bien. De cómo hace ahora 25 años (1989-2014, atentos), el largo debate entre Isabelle y René sobre si su vida tenía que ser nómada o "estable", termina con un "de aquí, del Priorat, cuando te enganchas ya no te vas". De cómo de esta historia de sensibilidad y de amor hacia una tierra nacen amistades, nacen hijos, nacen nietos, nacen otras historias y nacen vinos que dignifican a las personas que los hacen, dan fama a la tierra que los pare y ennoblecen a quienes los bebemos: nos ayudan a entender las cosas de otra manera.
Con unas personas, en una tierra, con un paisaje y un clima. De otra manera. Más sencilla, más feliz, sin tantas barreras ni tantas trabas. Por este orden, además. Clos Nelin 2011. Un vino que apenas está abriendo los ojos, este 2011 será un gran vino con unos cuantos años de botella. Miel de tomillo. Romero. Cuerpo e intensidad. Ligeramente tánico. Un vino de parcela, un vino que surge de la mezcla de variedades. Un blanco de antes: con lo que la parcela daba. Profundidad. Energía. Retama y un punto salino. Vino de resistencia. Clos Mogador 2010. Humus. Cassis. Cuero tenso. Chocolate a la taza con agua. Hojarasca en el bosque de otoño. Tiene una intensidad mayor a los 2010 que he probado en la DOQ Priorat. Picota madura. Buqué garni. Pizarra desmoronada. Confitura de mora. Vino de concentración. Clos Mogador 2001. (Por si alguien se escandaliza: René y yo pensamos la secuencia de los vinos de acuerdo con lo que cenábamos). "Està massa jove, encara", dice René. Hacía mucho que no lo bebía, confiesa. Músculo y agilidad. Intensidad y poder esbelto. Olivada. Sotobosque y maquia. Pizarra azul. Un vino inmortal. Un vino especial. Tiene una fuerza y un atractivo en nariz que lo hacen único. Es de aquellos que te agarra la pituitaria y no la suelta. Sin compasión, se apodera de tu nariz y de tu cuerpo. Textura entre la seda y el aire del campo. Rusticidad ilustrada. Final casi cítrico. Vino de pasión y amor por una tierra. Clos Nelin 2008. Estilizado pero con garra. Miel de brezo. Tomillo. Ceniza de sarmiento. Nobleza. Hidromiel. Vino para que te la den con un gran queso de oveja de leche cruda. A René le vuelve loco esa combinación, por ejemplo con un Las Valles de Samper de Calanda (Teruel).
"El Priorat és molt més gran que un negoci: se t'omplen la vista i el cor. Som al Priorat perquè la vida, aquí, és molt més".
Las horas de invierno sucedieron en Cal Compte, con Isabelle y René Barbier, Clos Mogador.