Revista Vino
La bodega Reinhold Haart está situada en Piesport, a escasos metros del río Mosela, y justo detrás de la casa familiar el viñedo Piesporter Goldtröpfchen inicia su camino hacia las alturas. La tradición viticultora de la familia Haart viene de 1337, por lo que posiblemente sea la familia de viticultores más antigua de Piesport, así como una de las bodegas particulares más antigua de todo el Mosela. Actualmente está dirigida por Karl-Theo Haart, quien deja su personalidad en los vinos de la casa desde 1971.
Los viñedos propiedad de la bodega suman en total 7,5 Ha, y son Goldtröpfchen
Domherr y Kreuzwingert, situados en el mismo viñedo de Piesporter Goldtröpfchen; Grafenberg, situado de forma inmediata a este último, y Ohligsberg, cerca de la localidad de Wintrich, en la orilla derecha del Mosela. Viñedos plantados exclusivamente con la noble casta Riesling, en los que se practica un exhaustivo control de rendimientos para buscar obtener vinos de gran calidad, plenos de carácter y longevos, lo cual se ve favorecido por las fermentaciones en frío con levaduras naturales.
Elaboran un amplio catálogo de vinos, de distintos grados de dulzor natural conseguido mediante parada de la fermentación, desde los más básicos Kabinett hasta el Trockenbeerenauslese y el Eiswein, pasando por los Auslese, Spätlese, Beerenauslese y Feinherb.
El vino que hemos disfrutado esta semana se elabora con uvas procedentes del viñedo de Grafenberg, 1 Ha de terreno situado en una colina que se eleva abruptamente desde la orilla del Mosela. Los suelos son una mezcla de pizarra gris y azul, típica de Piesport, pero donde también hay cuarzo y hierro.
El Reinhold Haart Grafenberg Kabinett 2007 (DO Mosel, blanco joven semidulce 100% Riesling, Weingut Reinhold Haart) es un vino que viste de un precioso color amarillo alimonado, brillante, con matices acerados. En nariz se mezclan aromas de piel de cítricos, piel de ciruelas, notas amieladas y de ceras tenues y un mínimo destello de jazmín. En boca, un dulzor muy delicado pero patente es lo más destacable, con una textura mínimamente glicérica y un fondo frutal muy agradable.
Un vino sencillo, como corresponde a un Kabinett, pero que lleva sus seis años con absoluta entereza, y en el que eché a faltar un poco de esa acidez que uno espera al beber un vino de esta casta.
No es desde luego el Riesling más complejo e interesante que he probado, pero se bebe solo, y acompañó muy bien a un menú compuesto por ensalada de bogavante, vieiras salteadas con ajo y lomos de salmón con salsa de almendras.