Como yo no me ando con bobadas, en mi casa se come ropa vieja con la carne del caldo del día anterior, que por el mismo precio nos da para tres comidas (caldo, sopa de fideos y carne en salsa) y encima sin esforzarse demasiado.
Que sí, que éste es el país de la mejor gastronomía y los mejores restaurantes, bla blá, y lo que se lleva ahora son las esferificaciones y las giliporeducciones, bla bla blá, y que si no haces quinoa y sushi en casa no eres nadie. Más blablá. Pero estamos en época de vacas flacas y lo que hace falta es cuadrar la lista de la compra para comer bien y si es ahorrando, aprovechando y además fácilmente, mejor.
Ergo ropa vieja.
Receta viejuna donde las haya, es del libro Platos escogidos de la cocina vasca de María Mestayer la marquesa de Parabere (1935). Entonces la gente sí que sabía cómo ahorrar, más por necesidad que por gusto, pero enmendaban el menú de toda una semana con un pollo (si lo había) y unas patatas.
De aquellos tiempos y anteriores es la figura del sustanciero, ese señor que paseaba por los pueblos para meter un rato en las ollas un hueso de jamón a cambio de un módico precio y un vino mientras el caldo hervía.
Supongo que para el último cliente visitado el hueso ya no tendría ni sabor ni sustancia ni ná, pero peor es pensar en el pote único del que comía toda la familia metiendo a turnos la cuchara, en las fresqueras y en los inexistentes cuartos de baño.
Este fin de semana pasado compré por cuatro duros un libro que se llama El restaurante en casa, manual de cocina práctica (F. Sefaya, 1942). Un recetario sencillo para familias humildes en el que el autor recomienda tener...
"[...] la olla de las gallinas; en ella se echarán los desperdicios de las verduras, las mondaduras de patata y tomate, etc. También se pondrán en ella las grasas y demás desperdicios de la carne y el sobrante del puchero y de los platos, todo lo cual se hace hervir por la noche, y a la mañana siguiente, triturado y amasado con un poco de salvado, se sirve calentito a las gallinas, que lo comerán con fruición y compensarán el regalo con algún que otro huevo."
Así eran las cosas, cada casa con su gallinero o conejera para aprovechar las sobras e ir engordando a las víctimas.
Ropa vieja en vinagreta Dificultad, así de primeras:ninguna, nada de nadaProbables complicaciones:cortar las verduricas sin rebanarse un dedo Sabor: lo rico cuando es barato sabe mejor Receta de inspiración:Carne cocida y tomates frescos a la vinagreta, de Maritxu la marquesa INGREDIENTES
carne de cocido o caldo (zancarrón de ternera) 1 pimiento rojo 1 pimiento verde 1 cebolleta 2 dientes de ajo aceitunas pepinillos perejil aceite de oliva vinagre mostaza sal y pimienta
Lo de las aceitunas y pepinillos es inclusión mía, por supuesto podéis hacer lo que os dé la real gana y pasar de ello, o poner zanahoria, huevo cocido, pepino, sustituir el pimiento crudo por uno asado ...
La receta original lleva tomates en rodajas, pero como en ésta época del año los tomates son de nevera y corchopán, he prescindido de ellos. Haced de vuestra capa un sayo, como siempre.
PREPARACIÓN: Primero se corta la carne cocida en trocitos pequeños, igual que las verduras: cebolleta, pimientos, ajo y lo que gustéis.
Si lo del brunoise (en cristiano: forma de partir las verduras en daditos) se os da fatal, pues usáis la picadora y listos. Yo la utilizo para picar juntos el ajo, las aceitunas y el perejil.
Se mezclan las verduras con aceite y vinagre, en proporción de tres parte del primero por una del segundo, sal y pimienta. Yo echo también una cucharada de mostaza y un poco de tomillo si tengo el día rumbero.
La vinagreta se hace con antelación para que se mezclen bien los sabores, y si queréis comer el plato frío, se añade la carne troceada y se reposa todo junto una hora en el frigorífico.
Si preferís algo templado, calentad la carne un poco en el microondas y servidla mezclada o con la vinagreta por encima en el último momento.
Chimpún.
Quién sabe si dentro de poco no acabaremos todos haciendo "calamares fritos sin calamares" o "tortilla con patatas simuladas", recetas de tiempos de postguerra y racionamiento que escribía Ignacio Doménech en su libro Cocina de recursos, del que hablaremos otro día.
Que no nos falte la ropa vieja.