Revista Religión
Les comparto el artículo publicado en el boletín "El Presbítero Diocesano" 1-2010, Año 15, páginas 6-8.
Pueden pedirlo a COMISIÓN DEL CLERO: Pbro. Cesar Buendía Romero, secretario ejecutivo, http://somosnecesarios.wordpress.com/ Jr. Estados Unidos 838, Distrito de Jesús María - Lima 11, PERU Teléfono: 4631010 - Anexo 261/260. E-mail: [email protected]
LA BELLEZA MARTIRIAL
Una de las facetas más bellas de la vida sacerdotal es la que apunta a coronar en la vida el ejemplo del Sacerdote por excelencia, Cristo, que “habiendo amado a los suyos, los amó hasta el extremo” y se convirtió en el primer mártir. Desde entonces, -como escribió el P. Antonio Miralles- “el mártir nos ayuda a descubrir el gran valor del testimonio dado a Cristo al donar por entero la vida. Es un don que puede ser pedido a algunos en un instante, pero que se nos pide a todos día tras día, hora tras hora.[1]. Para el mártir, la pérdida de la vida por dar testimonio de Jesús es una ganancia, pues gana la vida eterna. Pero es también una gran ganancia para la Iglesia que recibe así nuevos hijos, impulsados a la conversión por el ejemplo del mártir y ve que se renuevan los hijos que ya tiene desde hace tiempo.
Juan Pablo II se muestra convencido de ello cuando, en el año del Gran Jubileo, decía en su discurso en el Coliseo durante la conmemoración de los mártires del siglo XX: «Permanezca viva, en el siglo y el milenio que acaban de comenzar, la memoria de estos nuestros hermanos y hermanas. Es más, ¡que crezca! ¡Que se transmita de generación en generación, para que de ella brote una profunda renovación cristiana!» (Insegnamenti, 23/1, 776).
El propio Siervo de Dios Juan Pablo II había adelantado en su encíclica Fides et ratio que “El mártir, en realidad, es el verdadero testigo de la verdad de la existencia. Sabe que, en su encuentro con Jesucristo, ha hallado la verdad de su vida y nada ni nadie podrá arrancarle jamás esta certeza. Ni el sufrimiento ni la muerte violenta podrán hacer que reniegue de su adhesión a la verdad que ha descubierto en Cristo. Por ello, hasta el día de hoy, el testimonio de los mártires fascina, suscita la aprobación, encuentra acogida y es seguido”, n.32
Está pendiente la elaboración del martirologio peruano. Las primeras órdenes misioneras (agustinos, mercedarios, franciscanos, dominicos) presentan en sus crónicas numerosos testimonios. Con el deseo de animar a esta ardua pero bella tarea, les presento algunos sacerdotes que entregaron su vida en nuestra tierra peruana. Uno, de la primera evangelización, cuatro de la nueva evangelización.
1.EL PROTOMÁRTIR. NUESTRO JUAN BAUTISTA. DIEGO RUIZ ORTIZ
Nació en Getafe un 24 de julio en 1532. A los 12 años parte para Sevilla con dos de sus familiares pero sin sus padres pues los había perdido. Ingresa en la OSA a los 15 años y profesa a los 16. El P. Agustín de la Santísima Trinidad fue enviado por el superior de la provincia de Castilla para preparar a los misioneros. Salió el año de 1547 con una misión franciscana presidida por el P. Francisco de Vitoria, cuya sobrina, Juana de Cepeda, lo tomó como Director Espiritual. El Padre llegó a Perú principios de 1548 y se instaló en una pobre casa que en la actualidad es el convento de la Concepción. El 25 de marzo de 1550 parte la primera expedición. De OSA; vienen 11 sacerdotes y un diácono. En el capítulo de 1563 fue destinado como doctrinante a Yanacache (sal negra) cerca de La Paz. Fue con 10 religiosos sacerdotes y dentro de ellos estaba el provincial del Perú Juan de san Pedro. Aprendió con esmero el quechua y el aymara. Actúa como misionero hasta en Puná. En 1566 fue enviado a evangelizar a los indios de Capiñora. El P. Marcos García –su compañero inseparable- logró bautizar al inca Cusi Tito Quispe quien recibió el nombre de Felipe. Tito Cusi recibió bien al misionero. Diego aprovechó la oportunidad y, tras pedir permiso al Inca, edifica una iglesia y predica el Evangelio y sana a los enfermos en un pequeño hospital que había levantado, enseñaba a los niños. Su vida de oración, austeridad, caridad y gran penitencia ganó la confianza de los indios. Sin embargo, un día como otro Juan Bautista predicó contra el adulterio de Tito Cusi quien se había separado de su esposa Evangelina por unirse con Angelina Polanqilaco. Esto mismo se daba entre sus militares y capitanes. Cuando el P. Marcos estaba con orden de destierro, Fray Diego vino desde Huarancaya a Puquiruna donde estaba el Inca y para recoger las cosas de la iglesia, al tiempo que pedía al Inca su amigo que le dejase predicar allá porque el trabajo era arduo y uno solo no podía. Un día el Inca invitó al misionero a un banquete. El no fue por estar en misa y porque sabía que terminaría en borrachera. La gente se embriagó al igual que Tito Cusi. Llega Fray Diego quien pidió al Inca se arrepintiese de sus pecados sin que le hiciese ningún caso. La coya Angelina Polanquilaco llamó a los capitanes y al secretario Pando para que le matasen al religioso. Al llegar a su casa lo encontraron rezando. Los capitanes comenzaron a insultarlo y golpearlo, le sacaron al campo y le molieron a palos, le quitaron la ropa, ataron sus manos con sogas que cortaban la piel como cuchillo y lo dejaron a la intemperie desnudo y casi muerto de frío. Los indios pidieron que resucitase al inca tal como él les predicaba sobre la resurrección. El les contestó que pediría a Dios por ello pero que era un pecador que sólo podía pedir a Dios. A continuación sigue el martirio; le atan los brazos atrás al punto de descoyuntarle los huesos, le quiebran el pecho y rompen varias costillas; a media noche, le echaron agua en las ataduras para que se ajustasen y fuesen más dolorosas. Al amanecer, de nuevo le pidieron resucitase al Inca; él pidió celebrar Misa por tal intención, le desataron pero no podía mover los brazos. Martín Pando le golpeó los brazos y los volvió a su sitio. Acabada la misa y visto que no resucitaba el Inca lo ataron en una cruz y lo azotaron. Se le acercó Juan Quispe quien le dio una bofetada dejando paralizada su mano hasta la muerte. Le hicieron un hoyo debajo de la barba donde se la introdujeron y lo arrastraron a la casa de la coya Angelina, lo llevaron luego a pie tres o cuatro jornadas hasta el pueblo de Mancaray donde el inca Túpac Amaru se estaba coronando. Y ordenó le llevasen a la hora del inca donde ajusticiaba a los malhechores. Como no moría el P. Diego los incas clavaron en sus uñas de los pies y manos espinas. Juan Tupa con su machete le golpeó en la cabeza hacia abajo, pues decían que paraba mirando al cielo. Corría el año 1571. No contentos con ello, sacaron el cadáver al camino y obligaron a que fuese pisoteado; cortaron la cabeza y lo pusieron sobre un peñasco, dejando el cuerpo expuesto a que lo comiesen las fieras. Echaron su cuerpo con la cabeza hacia abajo y llenaron todo de piedras, rociándole con salitre y chicha. Cuando murió tenía unos 39 años. Al conquistar la región y fundarse la Nueva Vilcabamba o san Francisco de la Victoria se ubicó en nuevo lugar, se levantó una iglesia y se enterró dignamente su cuerpo donde permaneció de 1572 a 1595, de donde será llevado en secreto al convento de Cusco. El Corregidor condenó a la esposa Angelina Polanquilaco por ser ella la promotora del martirio. Pedro Aguilar dirá “Nuestro mártir vive y vivirá eternamente y, entre tanto, sus perseguidores corrieron en su vida mala suerte y morir de maneras trágicas”...por lo que muchos se convirtieron. El 28 de agosto de 1598 el obispo Antonio de la Raya los colocó solemnemente en la iglesia del mismo convento, cerca del altar mayor. Allá recibió culto hasta 1826 desde cuando se ha perdido la pista de tan preciadas reliquias. Recién en 1991 se ha retomado el proceso de beatificación.
TRES MÁRTIRES DE CHIMBOTE, 1991
2.MIGUEL TOMASZEK
Nació el 23 de septiembre de 1960 en Lekawica (Polonia). Tras los estudios de primaria en su pueblo natal, cursó la secundaria en el seminario Menor de los Franciscanos Conventuales. Emitió sus votos religiosos el 1 de septiembre de 1981 en Legnica. Comienza sus estudios de Filosofía y Teología en Cracovia. Es ordenado sacerdote el 23 de mayo de 1987. Ejerce su primera misión sacerdotal en Pierigle, en el convento franciscano de Cracovia. Llega a Perú para organizar el primer convento en Pariacoto.
3.ZBIGNIEW ADAN STRZALKOWSKI
Nace el 3 de julio de 1958 en Tarnow. Cursa primara en Zawaola y continúa sus estudios técnicos en Tarnow. Ingresa en la orden franciscana conventual en 1979 y los estudios de filosofía y teología en 1980. Fue uno de los iniciadores del movimiento ecológico en el seminario de Cracovia. Fue ordenado sacerdote el 7 de junio de 1986. Su primer destino pastoral fue en el seminario Menor de Legnica. El 28 de noviembre de 1988 viene con el P. Jaroslaw Wysoczanski a Perú para abrir la primera comunidad en nuestra tierra, trabajando en Moro y Pariacoto.
Los dos misioneros, en unión del Padre Yarek fueron los fundadores del Convento de Pariacoto el 30 de agosto de 1989, con la misión de atender pastoralmente a cuatro parroquias rurales de la Cordillera Negra: Pariacoto, Yaután, Cochabamba y Pampas Grandes. Los tres soñaban con renovar la Orden, los tres visitaron en Varsovia la tumba del P. Jorge Popieluszko, mártir polaco de nuestro tiempo. La última celebración litúrgica en Polonia la vivieron en el Santuario de la Virgen de Rychwald, y que ellos llamaban “de Fátima” con la presencia de Monseñor Julián Groblicki, quien les entregó las cruces y les bendijo para su viaje misionero.
Una vez concluida la misa de la noche del viernes 9 de agosto de 1991 en Pariacoto, los sacerdotes polacos P. Michel y P. Zbigniew, franciscanos, encargados de la parroquia del distrito se reunieron como habitualmente lo hacían con los animadores y catequistas para intercambiar opiniones y decidir las acciones que acometerían desde la parroquia en beneficio de la comunidad. Aquella noche un grupo de senderistas armados, con los rostros cubiertos, irrumpieron en la Casa Parroquial preguntando por los carros y solicitando que saliesen los padres. Ataron a los dos, ante la protesta de la Hermana Bertha. Los terroristas inquirieron por más religiosos o padres. Al decirle el P. Zbysek que vivían también tres postulantes, los terroristas los reclamaron, pero el Padre se negó: “No, ellos no. No son sacerdotes”. Los terroristas no cejaron en su búsqueda hasta dar con los carros. Encontraron un largavista de la celda del P. Zbyszek. Al regresar ya no encontraron al P. Miguel. La Hermana Bertha comenzó a protestar sin que le hiciesen caso. Ordenaron a todos subir al auto y se dirigieron a la municipalidad donde encontraron el otro carro y al P. Miguel. Después de haberles practicado un “juicio popular” ante la comunidad de Pariacoto, los subieron al mismo auto y les increparon con cinco acusaciones:
- 1. Al repartir víveres “adormecían” la conciencia revolucionaria
- 2. “Frenaba” la revolución con el rezo del Rosario, el culto a los santos, la misa y la Biblia.
- 3. A través del Evangelio y de la Biblia engañaban al pueblo porque toda religión es mentira, “el opio del pueblo”.
- 4. Proclaman la paz
- 5. Son imperialistas y por todo deben morir.
Después de una violenta discusión entre los terroristas se dirigieron a Cochabamba. Enseguida obligaron a la Hermana Bertha a salir del auto; luego arrojaron una bomba incendiando el puente de Pariacoto. Hacia las 9 de la noche, camino a Pueblo Viejo, los padres y el alcalde fueron sacados del auto y tendidos en el piso, con rostro en tierra, les dispararon cobardemente en un acampado. El P. Miguel y el alcalde recibieron dos tiros en la nuca y el P. Zbyszek, un tiro cerca de la oreja y otro en la parte central de la columna vertebral. Junto a los cadáveres encontraron dos notas en trozo de cartón escrita de forma nerviosa por los asesinos: “así mueren lo que hablan de la paz y los que lamen el imperialismo”. Posteriormente, los terroristas siguieron en dirección a Cochabamba y a la altura de Antamarca sorprendieron al alcalde de Cochabamba. También lo asesinaron, rociaron los autos con gasolina y los incendiaron
Las Hermanas Bertha y Lucy con postulantes y un grupo de jóvenes, trataban de rezar y organizar la búsqueda de los Padres. Pasada la medianoche encontraron en el camino a Pueblo Viejo los cadáveres del alcalde Justino Masa y los Padres. Dieron aviso al obispado de Chimbote y Monseñor Luis Bambarén se personó a las 6 de la mañana. Llevaron los cadáveres a la iglesia y celebraron la Santa Misa.
4.P. ALEJANDRO DORDI
Nació en Gromo San Marino (Bérgamo, Italia) el 22 de enero de 1931. Ordenado sacerdote el 12 de octubre de 1954, ingresó a la Comunidad Misionera de El Paradiso, formada por diocesanos. Desde allí fue enviado a trabajar al interior del país, luego a Suiza y a Perú, en 1980. En nuestra tierra se hizo cargo de la parroquia del Señor Crucificado de Santa (Chimbote), acompañando la formación de catequistas y de líderes rurales. Preocupado en formar comunidades, animó a la gente a caminar juntos sorteando todo tipo de dificultades. En 1983 trabajó decididamente al lado de la comunidad en la reconstrucción de los canales de regadío destruidos por las inundaciones de ese año. Promovió varios centros comunales como un centro destinado a la mujer que se convertiría posteriormente en un CEO en el que se dictan cursos de corte y confección, enfermería y secretariado. De igual modo desarrolló una constante labor con los jóvenes de Santa entre los que despertó un claro compromiso por la comunidad, logrando varias vocaciones. Era un 25 de agosto e 1991, a las 3.30 de la tarde, cuando el Padre Sandro se dirigía a celebrar misa en Vinzos, pueblo de la sierra de Canta, cuando fue interceptado por unos encapuchados que bajaron a sus acompañantes de la camioneta y dispararon a quemarropa al Padre. El pueblo de Santa perdió un sacerdote y ganó un santo mártir.
La causa de beatificación de estos tres mártires, siervos de Dios, fue abierta con la petición explícita del Ordinario del lugar, Mons. Luis Bambarén y con el apoyo de la Conferencia Episcopal Peruana. La Congregación para las Causas de los Santos autorizó, con fecha 5 de junio de 1995, la apertura de la Causa de canonización con un año de anticipación sobre el término previsto por la legislación actual (cinco años después de la muerte de los Siervos de Dios). Poco más tarde, nombrado el Vicepostulador en Chimbote en la persona del P. Estanislao Olbrycht, actual párroco de Pariacoto, se inició la investigación diocesana bajo la responsabilidad del Obispo de Chimbote. Sucesivamente, en 1996, se pidieron y realizaron los procesos rogatorios en Cracovia y Bérgamo, con el fin de recoger testimonios y documentos sobre la infancia, formación y primeros años de apostolado de los Siervos de Dios. Monseñor Bambarén, obispo de Chimbote, que los recibió y encaminó en los primeros momentos y acompañó siempre, tuvo el dolor de celebrar sus funerales, pero con espíritu de esperanza los recuerda como un padre: “A Zbigniew los enfermos pobres lo llaman actualmente ´nuestro Doctorcito´y cuentan diversas curaciones. A Miguel lo siguen queriendo los niños y los jóvenes, que siempre visitan su tumba y guardan en sus corazones sus enseñanzas…Damos gracias a Dios que les concedió la gracia extraordinaria del martirio y también a nuestros mártires por legarnos el testimonio de su vida hasta derramar su sangre por Cristo y por las almas que Él les confió”.
5. DANIEL BADIALI, MÁRTIR EN CONCHUCOS, 1997
Para muchas personas, Daniele Badiali no tenía por qué haber dejado, en 1991, la tranquila ciudad de Faenza, al noreste de Italia, para viajar a la pobreza extrema en San Luis, distrito ancashino de Huari. Badiali no tenía por qué haberse ordenado sacerdote en el Perú y escoger nuestro país como sede de su misión. Tampoco tenía por qué ofrecerse ese 16 de marzo de 1997, a la salida de una misa en Yauya, como rehén de un secuestro para salvar la vida de una joven italiana. Para muchas personas, Badiali no tenía por qué hacer ninguno de estos sacrificios que acabaron con su vida hace trece años. Sin embargo, para Badiali la razón se resumía en una frase: amor a Dios. Badiali llegó al Perú en 1991 para quedarse. Sin embargo, Marco Antonio Arana, un ex chofer del grupo misionero, había planeado su fin. El domingo 16 de marzo de 1997, cuando regresaba al distrito de San Luis con varias personas luego de oficiar una misa en Yauya, fue interceptado por Arana y tres personas más. Ante la intención de secuestrar a la italiana Rosa María Picotzzi, el padre se ofreció como rehén. Esa fue la última vez que el pueblo lo vio con vida. Dos días después su cuerpo fue hallado con un disparo en la cabeza al borde de una carretera a pocos kilómetros de donde fue secuestrado.
El pasado 17 de marzo se inició en Italia el proceso de su beatificación. Monseñor Claudio Stagni, obispo de Faenza, ofició una misa especial en la ciudad natal del padre Daniele, tras un Vía Crucis en la Iglesia de Ronco, localidad donde Badiali creció y está enterrado. En la red social Facebook personas de diferentes países se han dedicado a rescatar sus escritos. Sus sencillas y profundas enseñanzas no tienen límite de tiempo ni espacio. Bastaron seis años de sacerdocio para ser considerado un apóstol en el Callejón de Conchucos. Junto al padre Ugo di Censi, párroco del pequeño poblado de Chacas y fundador del grupo de misioneros Operación Mato Grosso, el padre Daniele usaba su guitarra para componer canciones de alabanza a Dios y llegar así a los jóvenes ancashinos.
CONCLUSIÓN
El mártir es el testigo de Cristo, en su confesión de fe y en su vida y en su muerte, imitando la obra y la muerte salvífica del Redentor. Es al mismo tiempo una manifestación, un testimonio del mismo Espíritu Santo, que sublima su valor. Concluyo con las bellas palabras del Papa Juan Pablo II en Incarnationis mysterium: “Un signo perenne, pero hoy particularmente significativo de la verdad del amor cristiano, es la memoria de los mártires. ¡Que no se olvide su testimonio!...El martirio es la demostración más elocuente de la verdad de la fe, que sabe dar un rostro humano incluso a la muerte más violenta y que manifiesta su belleza incluso en medio de las persecuciones más atroces” (n.13)
[1] Profesor de la Universidad Pontificia de la Santa Cruz, Roma. Videoconferencia mundial sobre «El martirio y los nuevos mártires» organizada por la Congregación vaticana para el Clero (http://www.clerus.org/) el pasado 28 de mayo 2004. (Zenit, 4 de junio 2004)
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