Viajarás muy lejos, mi pequeño Kal-el, pero no te abandonaré ni aún cuando la muerte nos lleve. Harás de mi fuerza la tuya. Verás mi vida a través de tus ojos y yo la tuya a través de los mios. El hijo se convertirá en padre y el padre, en hijo.
En 1938 vio la luz el que tal vez sea el primer superhéroe de la historia. Una versión moderna de los héroes clásicos, como Hércules y Aquiles que, descendiendo de seres divinos, contaban con una serie de habilidades que les hacían destacar entre el resto de los mortales, inspirar admiración en los hombres y deseo en las mujeres.
Es fácil entender por qué Superman es el primero. Su aspecto, su historia, que de tan clásica es un topicazo, su ropa interior por fuera, junto con poderes tales como volar, ser el más fuerte del barrio y un montón de accesorios como visión de rayos X o aliento congelante sólo se entienden por la época en la que el personaje vio la luz, y en pleno 2013, palidece ante sus compañeros de género, mucho más acordes con los gustos del público actual. Pero Superman tiene algo que muchos de los otros superhéroes matarían por obtener: un status de figura de culto, una presencia clara en nuestra memoria colectiva y unas ocho décadas de historias que le han convertido en el alienígena no destructivo más famoso de todos con la excepción, tal vez, de E.T.
En la década de los ochenta, Richard Donner trasladó al personaje a la pantalla, y creó dos películas que se convirtieron en clásicos. Es cierto que los niños de ahora tal vez no se sientan tan dispuestos a verlas, y que hayamos cambiado demasiado, acostumbrados por Nolan y Marvel, como para entender algunas de las cosas de aquellos films. Siguen siendo disfrutables, pero han quedado obsoletos, no pueden competir con la maquinaria de principios de siglo, que había traído a los X Men y que incluso había dado a Bruce Wayne mayor vitalidad que nunca, y más cuando pensamos que el personaje estaba más que acabado. Superman nopodía ser menos, necesitaba regresar y ocupar el lugar que le correspondía, y Hollywood también necesitaba reactivar una franquicia que podría ser multimillonaria. Y en 2006 llegó la oportunidad, tras algunos sonados fracasos, como la versión de Tim Burton, y otros anteriores, donde Lois Lane daba a luz a un niño que en tres semanas crecía hasta tener el cuerpo de un adulto, y ser el propio Superman, muerto a mitad del metraje. De modo que la Warner decidió ir a lo seguro y contrató al tipo que dirigió las dos primeras entregas de los X Men, Bryan Singer.
2006 parecía el año de los superhéroes, pero ninguna de las tres películas que llegarían por esa época (X Men 3, Spiderman 3 o Superman Returns) acabaría gustando al público. En el caso que nos ocupa, parecía que Superman estaba llegando a toda máquina, con un director competente que se había ganado nuestra confianza y con un enorme problema: Hacer olvidar a Christpher Reeve, el Superman favorito de todos, que había fallecido dos años antes tras protagonizar una de las luchas contra la enfermedad más famosas del mundo del cine. Así que la película ya de entrada no lo tenía nada fácil porque iba a lidiar con el gran peso cultural que debía cargar en sus espaldas.
‘Superman Returns’ pudo haberse abordado desde muchos frentes. Pudo haber significado un nuevo comienzo, un punto y aparte, una película completamente independiente que ignorase los hechos anteriores, o incluso que los contradijera. Pero en su lugar, decidieron hacer un homenaje a la película de Donner y al personaje en sí mismo, rescatando los momentos más memorables y ampliándolos, como el famoso inicio, con varios minutos de créditos flotando por el espacio, o la banda sonora de John Williams, mientras Krypton explota.
Por supuesto, Singer decide ignorar las otras dos películas, ya que son malas tirando a horrendas, y lo dejamos en que durante cinco años, Superman ha estado ausente de las vidas de los ciudadanos de Nueva York, (que es donde emplazan a Metrópolis). Por supuesto, no se refieren sólo a los personajes, nosotros, como público, también le hemos echado de menos. Todos han rehecho sus vidas, incluyendo a Lois Lane, que ha ganado el pulitzer con un artículo con el lacrimógeno título “Por qué el mundo no necesita a Superman”, un detalle que sirve para dejarnos claro que el tipo de las mallas está fuera de lugar. Una escena eliminada abría el film, mostrándonos a Clark visitando las ruinas de su mundo, pero fue desechada porque ralentizaba el metraje y no aportaba gran cosa. No nos interesa el pasado sino seguir adelante, y ver cómo Clark se da cuenta de que todo es ahora muy diferente.
Y quizá sea eso lo que hace que la película no sea del todo satisfactoria, ya que hemos cambiado, y no podemos creernos que girando la rotación de la Tierra, Superman reconstruya el tiempo. Ni que nadie se haya dado cuenta de que Superman y Clark nunca están en la misma habitación.
La película tira por un aire clásico, de escenarios amplios, limpios y con colores en tono pastel que la hacen brillar como un anuncio de Benetton, pero que le dan un aire bastante artificial. Todo, desde el cabello de Lois hasta la raya del traje de Clark es tan perfecto que incluso parece algo un poco irreal. Podemos asegurar que gran parte se grabó en un estudio porque la luz del Sol y las nubes son muy falsas, pero más que eso, si algo se le puede reprochar a la película es que es desesperadamente fría, tanto, que incluso las escenas de acción resultan muy poco estimulantes. Da igual que la ciudad entera esté en llamas, o que un avión esté a punto de romperse en pedazos. De hecho, la primera escena de acción aparece más como trámite que porque realmente importe, y para establecer un paralelismo con la primera película de Donner. Visualmente está bien, pero le falta garra y energía, y la aparición de Clark con el traje es algo sosa, para acabar con ese supuesto clímax donde deja el avión en un campo de béisbol y donde el público entero se pone en pie y aplaude, cuando lo más lógico si ves un aparato envuelto en llamas cayendo hacia ti es correr y gritar, posiblemente, pasando por encima de todos aquellos que sean más lentos que tú.Ese aplauso, que siempre me pareció un poco patético, sirve para que el público se reconcilie y reencuentre con Superman.
El film no llega a su mejor momento hasta que Lex Luthor pone en práctica su malvado y ridículo plan, y nuestro héroe se encuentra vulnerable. La mejor escena es la brutal paliza a la que le someten al grito de ¡yo maté a Superman!, con unos escenarios alienígenas y una música perfecta, demostrando que es lo más parecido a un Blockbuster artístico que jamás volveremos a ver, y que estamos viendo una obra bastante personal. Tiene momentos para el recuerdo como el piano lanzado a través de la habitación, o la caída a plomo de nuestro protagonista, además del cariño y mimo por el material original incluyendo escenas de archivo de Marlon Brando. Incluso la bala aplastándose contra el ojo debería ser un momento mítico de una película que debería haber tenido más éxito, pero que se topó con un gran problema: un mundo diferente, un público que ha crecido en las últimas décadas y a quien Superman le parece un personaje completamente desactualizado, que obliga a incluir escenas de acción que justifiquen sus poderes de revista pulp de los años treinta o cuarenta, sin conseguir nada de emoción en el camino. Un héroe sin conflicto ni desarrollo, tan perfecto que cuesta simpatizar con él y muy diferente al espíritu atormentado de Bruce Wayne, el patoso Peter Parker o el genio multimillonario, playboy filántropo con problemas alcohólicos Tony Stark, el superhéroe favorito de todos. ‘Superman Returns’ no fue un fracaso, pero no logró lo que sus productores esperaban. No llegó a desarrollar el arco argumental tan interesante de un Superman que es padre, y Bryan Singer siguió hablando de la segunda parte, que se titularía ‘Man of Steel’ y que sería muy diferente ahora que el personaje había logrado regresar. Pero cada vez, fue hablando menos y más bajito, hasta que Zack Snyder se puso a los mandos de la franquicia y tomó un camino muy diferente. Uno que dará portazo a todos lo que vimos antes, que empezará desde el principio, con la idea de hacer más dinero, librarse de las ataduras del legado de Donner y Singer y preparar al personaje para los nuevos y suculentos planes del estudio. Tal vez con más energía, mejor ritmo y un guión que explore más al bidimensional Clark Kent, pero también, eso seguro, con un poco menos de arte.