Solo tú me llamas así. Y me gusta. El otro día me paré unos segundos a sentir esa evidencia cuando te dirigiste a mí por esas cuatro letras, “Tata”, en vez de por mi nombre propio en un grupo de whatsapp. Cuando naciste, hace 19 años no existían esos inventos de la nueva comunicación que, ya ves, tienen su parte buena. Véase este contacto que a los viejóvenes esa app nos permite mantener con vosotros, los jóvenes. A frase de whats, te tengo siempre cerquita.
Hoy cumples casi la mitad de mi vida. “Diecinueve años, quién los pillara”, diría el abuelo. Yo también te los cambiaba por los míos, aunque ahora se estile más eso de decir que cuanto más vieja seas, etapa más feliz (por lo de plena) que estrenas. Vaya cuento chino. #marketingpersonal.
Aprovecha cada minuto, que no vuelve. No es un tópico. Disfruta y construye cada día. Piensa, ahonda, no trivialices. Comprende y tolera. Hazlo mejor que nosotros, tus mayores.
Discretísima, sencilla, de escasas palabras, dispuesta (una buenísima nieta) y bella (un pivón del que me gusta presumir), así te has hecho mayor, que no adulta todavía.
Tengo la sensación de que me he perdido tu infancia por mi cabeza despreocupada que batallaba en frentes veinteañeros entonces. Cierto es que, ya tú no niña, me es más fácil acercarme a ti. Pero nadie me quitará la mala conciencia de no haber ejercido de tía activa en tu infancia. Eso sí, tu foto tuvo marco desde el minuto cero en mi habitación de estudiante fuera de casa. Las personas de afectos internos y poca efusión exterior somos así: nos cuesta demostrar los sentimientos. Creo que me entiendes porque tampoco tú eres la reina del sobeteo ;-) Nos vendrá de casta árbol atrás.
Aquí me hallo para lo que necesites. Sé que tú jamás pides… pero puedes probar a hacerlo cuando quieras ;-) La familia une y separa: es ley de humanidad. Quedémonos con el primer verbo; sepamos hacerlo bien.
Me gustas, peque. Sé feliz. Te quiere, Tata.
Felicidades.