Revista Cine

Tetro

Publicado el 24 septiembre 2011 por Diezmartinez

Tetro
“Somos una familia”, son las últimas líneas pronunciadas en Tetro (Ídem, EU-Italia-Argentina-España, 2009), el más reciente largometraje estrenado comercialmente en México del genio fílmico hollywoodense de los años 70 Francis Ford Coppola (El Padrino y secuela/1972 y 1974, La Conversación/1974, Apocalipsis/1979), quien volvió a dirigir esta cinta después de una especie de autoexilio cinematográfico que duró una década.Coppola declaró hace poco que sus tiempos de cineasta bajo contratoterminaron. Lo que hará a partir de ahora, dijo, serán proyectos caprichosamente personales. En vista de sus últimas películas -la fantasía filosófica Youth without Youth (2007) y el operático melodrama Tetro-, es evidente que Coppola habla en serio.Las tensiones y resentimientos en el interior de una familia llena de talento artístico está en el centro de Tetro y en la propia vida de Coppola, quien tuvo un padre y un tío que fueron conductores/compositores musicales (Carmine y Anton Coppola), tiene una hermana actriz (Talia Shire), sobrinos actores (Nicolas Cage, Jason Schwatzman) e hijos cineastas (Roman y Sofía). Coppola ha dicho que esta película tiene elementos autobiográficos, aunque también aclaró que el monstruoso patriarca ególatra que encarna aquí Klaus Maria Brandauer no tiene nada que ver con su amoroso padre.En todo caso, en Tetro, el egoísta papá músico ha alejado a sus hijos de él: el intenso escritor Angelo (Vincent Gallo) y el adolescente aventurero Bennie (Alden Ehrenreich), quienes se encuentran en Buenos Aires. Angelo vive ahí, ocultándose de su familia y tratando de olvidar su traumático pasado, que incluye un oscuro secreto que se revelará en el telenovelero desenlace.Lo mejor de este irregular melodrama familiar es su puesta en imágenes. A través de la virtuosa cámara de Miahi Malaimare Jr., Coppola nos entrega un bellísimo filme en blanco y negro de alto contraste, con ocasionales flashbacks o fantasías vívidamente coloridas, al estilo de los Powell y Pressburger de Los Cuentos de Hoffman (1951), película a la que Coppola cita/homenajea de forma directa. También es notable el manejo del encuadre en el anchísimo formato de 2.35:1: espejos, sombras y manchas de luz aparecen en un fascinante ejercicio visual cuya historia termina derrumbándose en el ridículo. El filme termina instalado en tal nivel de injustificado melodramatismo ramplón que uno quiere creer que todo lo que estamos viendo es una parodia. Pero no: Coppola, insisto, ha hablado en serio. Con una seriedad de pena ajena. 

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