Encarcelado injustamente durante 17 años por un robo y un asesinato que nunca cometió, Paul Lavond (Lionel Barrymore) escapa de prisión en compañía de Marcel (Henry B. Walthall), un científico que ha estado desarrollando una fórmula para miniaturizar a las personas a un sexto de su tamaño original, con el fin de resolver la falta de recursos que amenaza a la Tierra. Sin embargo, dicha fórmula terminará siendo utilizada por Lavond para llevar a cabo su ansiada venganza, la cual planeará desde una modesta tienda de muñecas ubicada en Paris.
Aunque tuvo una carrera envidiable como director, para el momento en que comenzó a filmar “The Devil-Doll”, Tod Browning era un hombre muy distinto al cineasta que alguna vez fue. Junto con figuras como Lon Chaney Sr. y Bela Lugosi, entre otros, Browning sorprendió y aterrorizó a los espectadores durante prácticamente veinte años. Sin embargo, su lucha con los censores, los críticos y la audiencia durante el proceso de rodaje y el posterior estreno de “Freaks” (1932), lo dejó convertido en un hombre distante y frágil. “The Devil-Doll”, cinta la cual estaría basada en la novela “Burn Witch Burn”, del escritor Abraham Merritt, y cuyo guion fue escrito por Garrett Fort, Guy Endore y Erich von Stroheim, sería el penúltimo trabajo de Browning antes de que el director se alejara de las cámaras hasta su fallecimiento en 1962. Aunque en cierta medida la cinta presenta algunos ecos siniestros que traen a la memoria parte de los primeros trabajos del realizador, particularmente dramas como “The Wicked Darling” (1919) y la comentada “The Unholy Three” (1925), la verdad es que la película terminó trascendiendo en gran medida por la actuación del elenco participante, la inclusión de efectos especiales sumamente bien orquestados, y la mezcla de diversos y curiosos giros dramáticos que dificultan su encasillamiento dentro de un género determinado.
“The Devil-Doll” presenta una premisa bastante inverosímil: Paul Lavond, quien alguna vez fue el prestigioso presidente de un banco, escapa de prisión tras 17 años de encarcelamiento, jurando vengarse de sus tres socios banqueros que lo acusaron de un crimen que no cometió. Junto a él escapa un hombre llamado Marcel, un científico que pese a ir gravemente enfermo, logra guiar a Lavond hasta su viejo laboratorio. En dicho lugar vive su esposa Malita (Rafaela Ottiano), y una sirvienta llamada Lachna (Grace Ford), quienes durante la ausencia de Marcel han estado trabajando en una fórmula que busca miniaturizar a diversas criaturas vivientes, con el objetivo de resolver el problema de recursos que trae consigo la sobrepoblación de la Tierra. El único problema con dicha fórmula, es que una vez el sujeto es empequeñecido, este pierde por completo su voluntad y debe ser guiado mediante un proceso de control mental, lo que automáticamente lo convierte en esclavo. Mientras Marcel intenta probar la fórmula en su sirvienta, su situación empeora y fallece de forma súbita. Perturbada por la muerte de su marido, Malita jura terminar su trabajo, para lo cual le pide ayuda a Lavond. A sabiendas que Malita y su peculiar fórmula pueden servirle para llevar a cabo su venganza, Lavond acepta ayudar a la mujer y muda la operación a Paris, donde no solo sus antiguos socios se encuentran disfrutando de su fortuna, sino que además vive su hija Lorraine (Maureen O´Sullivan), a quien no ha visto durante años. Sin embargo, vengarse no será una tarea sencilla, ya que para evitar ser atrapado por la policía, Lavond se ve obligado a tomar la identidad de Madame Mandilip, una viejecita que ejerce como dueña de una modesta tienda de muñecas.
Como es de esperarse, para cumplir con su venganza, Lavond utilizará a algunos de los sujetos de prueba de Malita y Marcel para en una primera instancia atraer a su tienda a uno de sus ex-socios llamado Victor Radin (Arthul Hohl), invitándolo a participar financieramente en la fabricación de supuestos juguetes capaces de interactuar con su dueño, con el solo objetivo de someterlo a la fórmula desarrollada por su fallecido amigo, y convertirlo junto a Lachna en uno de los peones de su peculiar plan. Mientras esto es llevado a cabo, se desarrolla la que probablemente es la subtrama más importante que presenta el film, la cual se centra exploración de la fragmentada relación padre e hija que existe entre Lavond y Lorraine, tema recurrente dentro de la filmografía de Browning. La muchacha, quien no sabe que en realidad de su padre es inocente de los crímenes que se le imputa, lo odia por haberla abandonado a ella, a su madre y a su abuela (Lucy Beaumont), y dejarlas a merced de los embates de la pobreza. Además de esto, Lorraine es incapaz de perdonar el hecho que el exilio obligado de su padre, terminó provocando el suicido de su madre quien no pudo soportar la precaria situación en la que quedaron. Todo esto y la actual situación laboral de Lorraine, quien trabaja en dos lugares a la vez para así poder sobrevivir junto a su abuela, no solo enardece los deseos de venganza de Lavond, sino que además lo lleva a buscar la confesión de sus antiguos socios para así tener alguna posibilidad de recuperar el amor de su hija. Lorraine por su parte, está involucrada sentimentalmente con Toto (Frank Lawton), un modesto taxista con quien se niega a contraer matrimonio por el estigma de tener un padre criminal.
Más allá de la cuasi surrealista puesta en escena, “The Devil-Doll” prueba ser una película entretenida y bien realizada. Tod Browning una vez más demuestra ser un director competente, y el elenco en general realiza una labor formidable. Con respecto a esto último, Lionel Barrymore interpreta de manera fantástica tanto a Paul Lavond como a Madame Mandilip. Aun cuando su transformación en una anciana en un principio resulta ser una verdadera distracción, ya que inevitablemente su disfraz posee un efecto cómico involuntario, a medida que avanza el film Madame Mandilip se convierte en una prueba de las habilidades actorales de Barrymore. Y es que el actor realiza una interpretación increíblemente convincente de una anciana claramente siniestra, lo que colabora enormemente a despertar el interés del espectador en el posible desenlace de la historia, y en particular en el destino del protagonista. Junto a Barrymore es necesario destacar a Rafaela Ottiano, quien interpreta a su demente asistente, Malita. Sus expresiones faciales, y particularmente la intensidad de su mirada, la convierten en la encarnación perfecta de la locura. Junto con esto, el simple hecho de que Malita posea un impedimento físico, que constantemente se desenvuelva en oscuros sótanos y elaborados laboratorios, y que su cabello evoque al personaje que Elsa Lanchaster interpretó en “Bride of Frankenstein” (1935), la convierten en el nexo más importante de la cinta con el género del horror, lo cual evidentemente le otorga una importancia especial dentro del relato.
Por otro lado, los efectos especiales presentes en “The Devil-Doll” son sencillamente excepcionales. Esto queda patente en aquellas escenas en las que la gente en miniatura se desenvuelve con bastante naturalidad en los ambientes que conservan su tamaño original. En relación a esto, resulta ser particularmente impresionante la secuencia en la cual Lavond infiltra a Lachna en la casa de uno de sus enemigos llamado Emil Coulvet (Robert Greig), con el objetivo de envenenarlo y robar las valiosas joyas de su esposa. Es así como es posible ver como la pequeña Lachna escala hasta el mesón de un tocador, retira varias gemas del interior de un joyero inmenso, para luego lanzarlas por un balcón bajo el cual está escondido Lavond, y finalmente se las ingenia para subirse a una cama la cual se presenta como una montaña gigantesca ante sus ojos, con el fin de apuñalar a Emil con un microscópico estilete envenenado. Esta y otras escenas son orquestadas brillantemente por Browning mediante el uso diversos efectos de fotografía y sets de tamaño aumentado, gracias a lo cual siguen manteniendo intacto su encanto pese a los estándares actuales. Complementando estas imágenes y la peculiar mixtura de géneros e influencias que presenta el film, se encuentra el atmosférico trabajo de fotografía de Leonard Smith, y la efectiva banda sonora del compositor Franz Waxman, aun cuando esta por momentos es más propia de un melodrama.
“The Devil-Doll” es evidentemente una obra atípica poseedora de una serie de características distintivas, donde se destaca la fusión de elementos propios de los géneros de la ciencia ficción, el horror y el melodrama, y la presencia de una llamativa científica loca. Al mismo tiempo, parte del atractivo que posee la película descansa en el retorcido sentido del humor de Browning, el cual queda mayormente reflejado en las escenas en las que participa Malita, quien parece volverse adicta a miniaturizar humanos. Teniendo en cuenta la seguidilla de circunstancias que relata la cinta, en donde claramente el protagonista hace las veces de antihéroe, y como tal, comete una serie de actos moralmente cuestionables, causa extrañeza que desde la Oficina Hays no hayan tenido mayores reparos con el contenido de la historia, aunque de todas formas obligaron a Browning a incluir un final moralista donde Lavond expía sus crímenes, cosa que ocurre durante una escena cargada al melodrama que se desarrolla arriba de la Torre Eiffel, en la que los personajes de Barrymore y O´Sullivan expresan un dolor palpable en sus rostros debido a que ambos saben que están aceptando una mentira. Curiosamente, es quizás este exceso de melodrama lo que le resta algo de impacto a “The Devil-Doll”, film el cual si bien no puede considerarse como un verdadero clásico del cine de terror, si puede ser identificado como una buena muestra del coral temático existente en el cine de Tod Browning.
por Fantomas.