Un libro que desarrolla la historia de un exilio que no terminó por suceder en 1940, cuando el protagonista Benjamín Walter decide abandonar Francia de modo clandestino en los Pirineos, con la única intención de poder atravesar España para poder llegar a América. El joven sin alma se desarrolla en una época en la que ocurrían hechos horribles en el continente Europeo. Son muchos los exiliados que intentan dejar el pasado atrás, pero no todos lo logran.
La lectura de esta novela se termina convirtiendo en un paseo hacia la reflexión y quizás la supervivencia, mientras el autor va desarrollando investigaciones en lugares que están abandonados, mucho silencio que se guarda en la población, entre personas que continúan presentes y otros que simplemente ya no están, dentro de ciertos lugares que un día tuvieron voz y hoy parece nadie hablar. Todo esto conlleva a que se centre en lo que parece puede ser el camino que ayude a dilucidar una serie de sucesos bastante complejos hasta conseguir la verdad de los hechos.
Este camino que se hace mediante la lectura del libro, probablemente impregne al lector de sentimientos que se expresan dentro de sus páginas. No todos saben enfrentarse al pasado, mucho más cuando parece ser algo turbio y mudo. Se consigue percibir de una forma reflexiva la supervivencia y la memoria.
En septiembre de 1940, un grupo de refugiados abandona Francia por un paso clandestino de los Pirineos. Esperan atravesar España y seguir su ruta hacia América, huyendo de la barbarie que se había apoderado de Europa. Su primera parada es un pequeño pueblo fronterizo, Portbou, lugar clave en la larga marcha del exilio. Sin embargo, no todos consiguen continuar su camino. Uno de ellos, un apátrida sin nacionalidad al que las autoridades españolas rebautizan como Benjamin Walter, aparece muerto unas horas más tarde. Setenta y cuatro años después, el narrador de esta historia decide viajar a Portbou con el propósito de averiguar qué pasó durante las últimas horas de Walter Benjamin.