Revista Deportes

¡Venga, Don July!

Por Antoniodiaz

¡Venga, Don July!

Tadeo Alcina. Aplausos

¡Venga, Don July! se escuchó clamar a un entusiasta julyanista, que allá en el embudo de Insurgentes, son legión. Era durante el turno de quites al primero de la tarde. Un bichejo infame, de embestida nauseabunda, que nada más salir por chiqueros traía en su chocho galopito los espamos de la muerte, mientras su carita nos conmovía con una expresión que hubiese hecho llorar de pena a Hannibal Lecter. Un feto feo hasta para desecho de tienta, un mulo, pony más bien, sin una gota de sangre inflamable por las venas, desiertas del pasaje de la casta, cuyo argumento para saltar a una plaza de toros no se entiende: su comportamiento no trae el miedo, su trapío no goza de respeto, y la leyenda de su hierro es un chiste de leperos. Uno de esos toros que cada vez que salen bien merecen un brindis por la razón que llevan los antitaurinos.
El seguidor azteca, mientras se mesaba los bigotes relamiéndose del gusto, afortunado él, viendo una serie extraordinaria de zapatillazos, circulares, arrimones, desplantes, martinetes, y demás sainetes circenses, no se podía imaginar que un rato antes, al otro lado del charco, un paisa suyo, Sergio Flores, en Valdemorillo había matado, a pesar de pertenecer al escalafón inferior, a los padres de "Quinientos años", al que así bautizaron, como una condena penintenciaria, pobre bicho. El caso es que tras una voltereta y una faena dramática mal fingida, como un culebrón venezolano -no es creíble que el gusarapo utrero diera tanto miedo- le dieron al de Velilla las dos orejas. 

¡Venga, Don July!

Faena con la que se les abren las carnes a los revistosos. Tadeo Alcina

A la muerte de su segundo, éste apodado con gran erudición como "Arte" -el Juli desorejó el Arte, el Juli estuvo importante con el Arte, el Juli cuajó el Arte- le darían otro par, cuatro pelúas en total, por una tarde plena en decrepitud, con una exhuberancia pornográfica de las vergüenzas de la Fiesta, del cobismo de las figuras, redondeada con la triste y abolicionista suma del analfabetismo taúrico de los públicos y el chabolista desaucio del Toro como eje de la tauromaquia.
Cuántas tardes habrá echado el bueno de Sánchez Vara en esos pueblos castellanos de dios, con unos toracos que no cabían en la plaza, lejos de los flashes de las cámaras y las blackberrys de los revistosos. Cuántas veces habrá acabado a los lomos de belcebús de ganaderías que no salen ni en el Cossío. Cuántas veces, yo lo he visto, se han reído de él porque "no tiene arte". Cuántas faenas le ha ridiculizado la crítica por el exceso de martinetes, circulares y desplantes. Cuántos Toros ha matado uno, y cuántos becerros el otro.
Y cuánta diferencia entre nacer con estrella y hacerlo estrellado (o que te estrellen).


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