Revista Cine
A mi me gusta el cine, no Tarkovski, Buñuel, Chabrol o Fellini.
Me gusta el cine. Suena sencillo, pero no lo es.
Me gusta tanto que hace unos días vi la última película (o penúltima no lo se) de esa muchachita que me hace sentir del siglo pasado: Miley Cyrus, esa que tiene tan solo 18 años y ya es una mega estrella. En fin… no hablaba de Miley y su monótono film donde canta y actúa, que vi una de estas noches de insomnio (dormí mucho mas rápido luego de verla, eso si es seguro), hablaba del cine: me gusta, mas allá de sus actores, directores y relacionados.
Cuando somos niños veíamos “Blanca nieves y los siete enanos” o cualquier film y la experiencia se reducía al placer que sentíamos al ver la película. “¿Te gustó” te preguntaban, “Si, estuvo fina” o “No, fue fastidiosa”, respondías, sin mas, sin análisis ni categorizaciones.
Lo más importante en ese entonces era la experiencia de placer, este último entendido como “la emoción” que te brindaban las horas en que te dedicabas a ver alguna cinta. Recuerdo que Jasón (el del lago cristal y la máscara blanca) me hacía morirme de susto cuando niña, por lo que excitada vi todas las películas de la serie.
Asistí a cada una de las escenas de “Viernes 13”, solo porque me gustaba. Si era serie B, bajo presupuesto, con pésimas actuaciones, como que no me importaba mucho, aunque lo notaba, sobre todo cuando con el tiempo vi otras producciones del mismo género.
Al final el cine, incluso el malo, termina siendo un elemento de la cultura, un elemento que te describe una temporada de tu vida y su conjunto. Las historias me mueven, a mi y a miles alrededor del mundo, tal parece que hay algo que seduce de los “cuentos” que escuchamos, “algo” que nos incita a seguir prestándole atención a las historias que tenemos en frente. Por esa necesidad narrativa primordial, creo que me gusta el cine, más allá de la búsqueda de la representación de la realidad, significado de la vida, sentido de identificación y compromiso con nuestros gustos e intereses.
Quizás a la mayoría le suceda igual.
He visto tantas películas que no las puedo contar, acostumbro “ver” todo lo que en el momento me llame la atención, tomando en cuenta -ocasionalmente- los actores, directores e incluso productores de un determinado film, pero solo porque son “garantía” (o tiendo a creer que lo son) de que encontraré lo que con anterioridad obtuve de ellos en otras producciones.
Veo lo que sea y veo todo, no rechazo un film “porque es comercial”, no categorizo a una película “porque no es de autor”, pues entiendo que incluso Almodóvar es comercial ¿o no se venden muy bien sus películas?, al igual que Allen y Tarkosvki, este ultimo famosísimo entre los séquitos académicos.
En la entrevista concedida a Leonardo Padrón, para el libro “Los imposibles 4”, Carmen Maura, dice lo siguiente: “Lo que mas me gusta de una película son las colas en el cine, eso me gusta mucho mas que las criticas, que los premios, que todo lo demás”, y es que “esas colas” son sinónimo de un público conectado con una ficción que se hace palpable por el tiempo que dura la proyección. Una ficción que más allá de su calidad intrínseca, sus valores culturales o sus significados cinematográficos, crea un eco en el espectador. Esa vinculación tiene un valor que va mas allá de “los méritos” que la critica especializada le otorgue.
Si puede una película conectarse con mucha gente ¿Qué importancia tiene lo demás?, no es el cine el umbral que acoge a todos aquellos que necesitan “pasar el tiempo”, “distraerse”, “entretenerse”, ¿No es de eso que se trata todo?