Uno tiene sus perversiones y el cine francés es la más pérfida, así que voy corriendo a ver Villa Amalia (a pesar de un título tan caribeño) para comprobar que pretende ser un cruce entre Azul de Kieslowski y La pianista de Haneke (ni más ni menos). Para eso Benoit Jocquot se trae directamente a la Isabelle Huppert de protagonista y le hace tres cuartos y medio de la peli. En realidad es un truco bajero, si pones a alguien tan venusiano, con una presencia tan poderosa y anómala como los rinocerontes con flores rosas de las narices en Avatar, respirando y mirando en perpetuo primer plano, te sale una cinta barata y encima hipnotiza. Eso es la Huppert.
Además de la actriz y del francés, Villa Amalia aporta el infalible aliciente de contar una historia de huía, de fuga de la vida de uno/a mismo/a, de la carrera hacia el anonimato, hacia la libertad total, hacia una isla que a su vez ofrece esos planos del mar tan terapéuticos y esas casitas mediterráneas idílicas etc… o sea que en una ciudad tan incompatible con la biología de los mamíferos como Madrid-en-julio el trailer debería ser garantía de taquillazo.
El dire Jocquot es un tipo con una cara dura antológica porque se ha traído directamente al personaje de La pianista, no se trata de que sea la misma actriz sino de que la Huppert podría pasearse de una cinta a otra sin despeinarse, de ello se agradece la bendita contención de la protagonista y del resto de intérpretes y el resultado balsámico de contemplar actores viviendo, sufriendo, odiando pero deliciosamente contenidos, embridados, serenos, reales… quizás cuando la península ibérica en su deriva tectónica esté ya lamiendo las uñas de la estatua de la libertad y Nigeria esté en el polo sur haremos una peli en España de semejante contención dramática, hasta entonces: epilepsias y señoritooo…
Y sin embargo y a pesar de todo (muy especialmente de la deliciosa edición), esto no es Azul ni La pianista y por el único y fascinante motivo de que en el seno de ello que llamamos "arte" se agazapa un misterioso mecanismo por virtud del cual asoman los costurones y las cremalleras del cacharro en caso de que no se trate de una obra genuina, sincera, por bien engrasada que esté su mecánica, por eficaz que pueda resultar la impostura planeada por pérfidos técnicos, nunca se parecerá al producto parido desde la boca del estómago, al objeto carnal y placentario alumbrado entre coágulos desde la hipnosis de la mirada de un iluminado como Haneke o de la sensibilidad cósmica de un Kieslowski , le faltará verdad, latido, aliento... como a Villa Amalia.
Debo reconocer que a mitad de laproyección y en tiempos tan oscuros como estos he sufrido una terrible recidiva sociosindical, y tal que un censor soviético al otro lado del telón de acero (otra vez Sabina) me he preguntado “¿dónde está el pueblo? ¿qué es de los currelas? ¿qué tipo de penas burguesas son esas, señora-pianista-de-lujo?” Pues sí amigos, ya se sabe que el cine francés es elitista en lo intelectual y con frecuencia también en lo social y retrata desencantos nihilistas y sutiles de "gente bien" que lo deja todo y se va de restaurantes de tres tenedores completamente deprimidos y derrumbados, a través de media Europa (como en la película)... Cierto, nos encanta, será la canícula y un mal golpe que me he dado en la ducha pero he echado de menos una toma de tierra, un personaje de carne, hueso y ficha de ocho a seis, una caries y una hipoteca… ya digo ha sido sólo un momento, me repongo y vuelvo a hacerme cargo de los problemas de los sufridos plutócratas en un pispás...
ARM