Revista Cocina
“El vino bueno, en casa. Fuera, el de la casa.”
Que esta crisis nos ha transformado a todos es un hecho, aunque nuestro comportamiento sea en muchos casos mera simbiosis, empatía o incluso ponernos la venda antes que la herida. Dejaré los temas macroeconómicos y psicológicos para los entendidos y me ceñiré al mundo del vino en el restaurante, donde las ventas de vinos de precio alto han caído en picado. Lejos quedan esas cenas donde la factura del preciado líquido duplicaba o incluso triplicaba la de los platos, creándose un ambiente lúdico-orgiástico donde el precio de los vinos se cargaba y se volvía a cargar sin cesar, haciendo suya la frase “el cielo es el límite”. Los aficionados al vino siempre han tenido como máxima la frase que encabeza este artículo y en pocas ocasiones han pagado en un restaurante el triple o el cuádruple del precio real de una botella, cuando en su tienda de vinos de cabecera podrían comprar por ese mismo dinero un vino “mítico” que disfrutarían en la intimidad del hogar o en compañía de otros enamorados del buen vino. El resto de potenciales clientes de un restaurante parece haberse sumado al movimiento, de tal manera que ha aumentado el número y el volumen de ventas de enotecas, vinotecas, vinacotecas y demás comercios, sin olvidar la venta online que también ha experimentado un gran repunte. Visto lo visto, el responsable de la bodega de un restaurante debería cuidar y seleccionar con mimo el denominado “vino de la casa”, convirtiéndolo en lo que realmente siempre debería haber sido: Un digno representante del local y un indicador de la habilidad del sumiller o asimilado, a la hora de encontrar vinos de muy buena calidad a un precio más que razonable. Renovarse o morir. Grandes bodegas con vinos de leyenda se han adaptado a los tiempos y han sacados segundas y hasta terceras marcas para no bajar la persiana, teniendo en sus portafolios referencias muy interesantes, tanto desde el punto de vista enológico como crematístico. Creo que esos nuevos vinos, que se venden solos por ser hermanos pequeños de quien son, deberían ser la opción del restaurador a la hora de ofrecer un vino de la casa que permita al cliente disfrutar de una buena comida y un mas que digno vino, sin desembolsar importantes cantidades de dinero y sin quedar defraudados al pedir un infame “vino de la casa”, que dice muy poco a favor de esa casa. Para no tirar la piedra y esconder la mano, cito algunos ejemplos de vinos que podrían ser dignos vinos de la casa, ordenados por precio ascendente: - LADERAS DEL SEQUÉ de Bodegas El Sequé. D.O. Alicante Pvp. Aprox. en tienda: 6 €. - HABLA DEL SILENCIO de Bodegas Habla. D.O. Extremadura. Pvp. Aprox. en tienda: 7 €. - PRUNO de Bodegas Finca de Villacreces. D.O. Ribera del Duero. Pvp. Aprox. en tienda: 10 €. - CAMINS DEL PRIORAT de Bodegas Álvaro Palacios. D.O.Ca. Priorat. Pvp. Aprox. en tienda: 14 €. - SELA de Bodegas Roda. D.O. Ca. Rioja. Pvp. Aprox. en tienda: 15 €. La opción, muy digna y actual de los “robles” de grandes bodegas, podría también ser adecuada a la hora de elegir un vino de la casa: - JUAN GIL 4 MESES de Bodegas Juan Gil. D.O. Jumilla Pvp. Aprox. en tienda: 6 €. - PROTOS ROBLE de Bodegas Protos. D.O. Ribera del Duero Pvp. Aprox. en tienda: 7,5 €. - PAGO DE LOS CAPELLANES ROBLE . D.O. Ribera del Duero Pvp. Aprox. en tienda: 10 €.